domingo, 13 de noviembre de 2011


12 DE NOVIEMBRE



 

FLORIDO LAUDE
 

Lo menos que yo puedo
para darte las gracias porque existes
es conocer tu nombre y repetirlo.

Si brotas de la tierra,
hostil de espinas, ávida de cielo,
en vigoroso impulso
y ofreces un capullo a la caricia
leve del viento y cálida del día,
sé que abrirás a la mañana bruja
tu perfección efímera en la Rosa.

Conozco tu perfume y tu destino,
piel de doncella, hostia múltiple;
tu breve día, tu don. Miro el momento
en que brindas tu lecho nupcial a las abejas;
o el colibrí se pinta en tus colores
y desmayas tus pétalos de seda,
conchas del mar del aire en que naufraga
tu vida breve y tu perfume rosa.

Yo repito tu nombre cuando veo,
ave suntuosa y vegetal, tu nido
anclado en aquel árbol que te nutre.
Las plumas de tus pétalos, Orquídea;
el silencio en que cantan tus colores.

Y te busco en la sombra;
bajo el ala del árbol que te oculta,
en los ramos redondos
en que entonas a coro tus azules, Hortensia.

Pero también te admiro y te saludo
y repito tu nombre proletario
cuando tiendes, Mastuerzo,
tus frágiles sombrillas, tus trémulas sombrillas
disciplinadas y redondas,
en que tiembla el rocío,
y atreves la sencilla
ofrenda de tus conos amarillos
a la mano del niño que te inmola.

Y a ti, Cortina humilde
que abres el sol y cierras a la noche
tus sueños de trocarte en Bugambilia;
y a ti, que en el violento
grito de tu amarillo
ostentas en colores, Mercadela,
el perfume negado a tu pobreza.

Y contemplo tu rostro, Margarita,
tu cuello almidonado e impecable,
tu uniforme escolar para la fiesta,
tu faz redonda, ingenua.

Saludo a tus hermanas mayores en las Cinnias
que aprendieron ya el arte de maquillarse;
que copiaron su labio pintado a la Petunia
mientras tiende su beso
y asoma su coqueta esbeltez entre las turbas
del Cielo raso que la rapta.

Miro cómo el Acanto
lanza la espiga erecta de tus torres
y cómo los Delfinios
yerguen, música azul, sus campanarios.
¿Qué licor impalpable
brindan, alto Alcatraz, tus copas blancas?
¿Qué cielo multiplicas, Agapanto,
cuando rindes la nuez de tu universo
desde el brazo tendido de tu tallo?

Te miro, Platanillo,
cresta airosa de un gallo de alas verdes;
tan lleno de familia
que no has podido ser una Gladiola,
y te resignas a tu sino
del pariente más pobre de esa rica
dueña de tiendas, celofán y rasos.

Cerca está la Retama;
sus largos alfileres
capturan mariposas menudas y amarillas.
El polen de sus alas prisioneras
cuelgan en uvas minúsculas la Mimosa vecina.

Lo menos que yo puedo
para darte las gracias porque existes
oh, flor, milagro múltiple
es conocer tu nombre y repetirlo.

Danza el Geranio inmóvil sus enaguas gitanas
en tiesto humilde.
Cuando llegue el invierno;
cuando duerman las Dalias su gestación de piedra;
cuando nieven los Lirios su cándido capullo;
cuando la Nochebuena despliegue sus estrellas,
vestirán las azaleas trajes de bailarina
faldas de leves tules y lánguidos pistilos.
Serán tu aristocracia, Geranio, las Azaleas.

Yo te miro trepar, flor eminente;
Gloria o Jazmín, o Plúmbago, que entregas
tu fino ramo pálido al viandante;
te miro Bugambilia,
anidar la morada de los hombres
cual si los invitaras a ser pájaros;
te miro, Llamarada,
ungir de sol el muro y las ventanas;
y si un perfume de niñez me invade
y condensa la tarde en su dulzura,
sé que tú has de estar cerca, Madreselva.

Te admiro dura y rala, hostil y gloriosa,
seca y amarga y vívida
como la recia planta que decoras
cuando estallas tu rojo en la Biznaga
que coronas minúscula de estrellas;
cuando del Nopalillo que serpea
entre rocas de lava congelada,
brotas como una estrella de alabastro
o sangras como herida de la piedra.
No me olvides, me grita el Nomeolvides
que recoge virutas siderales
en el prado en que juegan las Juanitas
y cuidan engolados Pensamientos;
en el alegre prado
en que embisten la clara pirotecnia
de su organdí corriente, los Perritos;
en que los Alhelíes,
ebrios de aroma, pintan su sonrisa
roja, blanca y morada
y donde las Violetas,
como cuadra a su fama,
doblan el cuello y hurtan su modestia.

Y yo te miro, flor, tender el vuelo
y posarte en los árboles; te miro
arder en la pasión del Flamboyán
que incendia el día de Mérida.
Y cubrir con tu velo de crepúsculo triste
la Jacaranda de Guadalajara
que inmola alfombras tenues a los pasos románticos.
Te miro, Flor de mayo, Jacalasúchili,
redimir la pobreza de tus troncos
con una geometría perfumada y perfecta;
te miro, Cempasúchil,
flor de los muertos y de los pobres,
enriquecer y resucitar a mi raza.

Y te aspiro, Gardenia,
Jazmín, huele de noche. Estrella de día;
Heliotropo, Azucena, Nardo;
porque eres forma, color y perfume;
porque eres, flor, la esencia de la vida,
la juventud del mundo, la belleza del aire,
la música cifrada del orbe;
porque eres frágil, breve, delicada.
y corres a la muerte que te inmola y consagra, y eterniza.

Lo menos que yo puedo
para darle las gracias porque existes
para alabar a Dios que te ha creado,
¡oh, flor, milagro múltiple!
es conocer tu nombre y repetirlo
en una letanía de colores
y en una sinfonía de perfumes.

 

Salvador Novo

 
PAUSAS II

No canta el grillo. Ritma
la música
de una estrella

Mide
las pausas luminosas
con su reloj de arena

Traza
sus órbitas de oro
en la desolación etérea

La buena gente piensa
-sin embargo-
que canta una cajita
de música en la hierba.

José Gorostiza






 




Como amenaza lluvia,
Se ha vuelto morena la tarde que era rubia.

Carlos Pellicer






 



SOL DE MONTERREY


No cabe duda: de niño,
a mí me seguía el sol.

Andaba detrás de mí
como perrito faldero;
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

Saltaba de patio en patio,
se revolcaba en mi alcoba.
Aun creo que algunas veces
lo espantaban con la escoba.
Y a la mañana siguiente,
ya estaba otra vez conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

(El fuego de mayo
me armó caballero:
yo era el niño andante,
y el sol, mi escudero.)

Todo el cielo era de añil;
Toda la casa, de oro.
¡Cuánto sol se me metía
por los ojos!
Mar adentro de la frente,
a donde quiera que voy,
aunque haya nubes cerradas,
¡oh cuánto me pesa el sol!
¡Oh cuánto me duele, adentro,
esa cisterna de sol
que viaja conmigo!

Yo no conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.-
Cada ventana era sol,
cada cuarto era ventanas.

Los corredores tendían
arcos de luz por la casa.
En los árboles ardían
las ascuas de las naranjas,
y la huerta en lumbre viva
se doraba.
Los pavos reales eran
parientes del sol. La garza
empezaba a llamear
a cada paso que daba.

Y a mí el sol me desvestía,
para pegarse conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

Cuando salí de mi casa
con mi bastón y mi hato,
le dije a mi corazón:
-¡Ya llevas sol para rato!-
Es tesoro – y no se acaba:
no se acaba – y lo gasto.
Traigo tanto sol adentro
Que ya tanto sol me cansa.-
Yo no conocí en mi infancia
Sombra, sino resolana.

Alfonso Reyes



GLOSA DE MI TIERRA

Amapolita morada
del valle donde nací:
si no estás enamorada,
enamórate de mí.

I

Aduerma el rojo clavel,
o el blanco jazmín, las sienes;
que el dardo sólo desdenes,
v sólo furia el laurel.
Dé el monacillo su miel,
y la naranja rugada,
y la sedienta granada,
zumo y sangre -oro y rubí-;
que yo te prefiero a ti,
amapolita morada.

II

Al pie de la higuera hojosa
tiende el manto la alfombrilla;
crecen la anacua sencilla
y la cortesana rosa;
donde no la mariposa,
tornasola el colibrí.
Pero te prefiero a ti,
de quien la mano se aleja;
vaso en que duerme la queja
del valle donde nací.

III

Cuando al renacer el día
y al despertar de la siesta,
hacen las urracas fiesta
y salvas de gritería,
¿por qué, amapola, tan fría,
o tan pura o tan callada?
¿Por qué, sin decirme nada,
me infundes un ansia incierta
-copa exhausta, mano abierta,
si no estás enamorada?

IV

¿Nacerán estrellas de oro
de tu cáliz tremulento,
-norma para el pensamiento
o bujeta para el lloro?
¡No vale un canto sonoro
el silencio que te oí!
Apurando estoy en ti
cuánta la música yerra.
Amapola de mi tierra:
enamórate de mí.

Alfonso Reyes






 
BREVE ELEGIA A BLANCA ESTELA PAVON


Ahora y en la hora de nuestra muerta, amor, ahora y siempre,
Bajo la consigna de la angustia y a la sombra del sueño,
Te espero, te esperamos, paloma de nostalgia, suave alondra.

Un sueño es una perla que se deshace al vuelo.
La angustia es un misterio detenido en su muerte.
Decir: una paloma, es ver que una esperanza se nos va, gota a gota.

Estoy entre tu muerte y estoy entre tu vida
Bajo tu clara sombra, al pie de la agonía.
Soy el pequeño árbol que no seca su llanto
Soy sombra de mi mismo, alcohol martirizado.

Soy frágil, varonil, soy maltrecha nostalgia.
Soy sombra de tu muerte y perfil de tu vida,
El vaso de tu sangre, rosa de tus cenizas,
Estatua de tu polvo, violencia de tu seda.

Soy tu sollozo y soy la herida de tu vuelo.

Ahora y en la hora de nuestra muerte, amor
Soy mármol en tu lecho, clavel entre tu tierra,
El oro en tu ataúd y el ciprés en tu tumba.

Ahora soy un hombre con el luto en los hombros,
Soy tu luto, tu negro, enronquecido y ciego
Ir y venir, morir, nacer y estar muriendo.

Tú fuiste la paloma del más perfecto vuelo.
Yo invento la tristeza e invento la agonía.
Estoy junto a tu muerte, que es mi propio veneno.
Estas junto a mi muerte y yo soy tu elegía

Efraín Huerta
6 de octubre de 1949