Crónica
de un deseo
Tu
sonido.
Tu
habitación atrapada en mis ojos.
Tu
retrato. Tu vestido tirado.
Tu
cuerpo, materia de luz,
sobre
un extremo de la noche.
Mi
mano palpa un eco,
tímida
forma del canto que es la carne:
perfil
de sombra bajo el beso,
cabello
largo extendido en la almohada,
nocturna
fuente para el pez y el abrazo.
Sólo
entonces hay mundo
entre
el cristal del ojo y el incendio del sueño.
Tu
mirada.
Tu
mano se enlaza a mi adiós que es ya la ausencia.
Tu
memoria es ceniza de ave: polvo de voz.
Tu
silencio, historia del instante, desarbola los días
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