martes, 21 de febrero de 2012


ALEJANDRO LAVQUÉN



Sólo esta noche

Ven esta noche,
y sin mediar palabra,
abre mi pecho con un beso
para que de él salgan ciudades antiguas
y el rostro de mi padre muerto.
Arranca mi corazón y ponlo
entre una camelia y la lluvia.
Sólo esta noche, cuando desnuda y lenta,
la sonrisa del otoño se extravíe
en mis temores.
Cuando una puerta
encuentre su llave en el intervalo de mi sed.
Cuando la luz y las tinieblas
se reconcilien.

CARMEN MATUTE




Solo

Nada he sido
nada soy
sino escondida isla
sin pájaros
ni habitantes
sin voces que la pueblen
yerma
apenas viva
negra isla
huérfana
de la ternura de los nidos
región del vértigo petrificado
sin risas
ni panales
áspera isla soy
hondo lamento arrinconado
en la soledad del viento
polvo y sal
nutren mi médula
desterrada la plegaria
y la esperanza
sin astros finales
sin oráculos
sin nombre
yo la torturada.

ANA MERINO



Carta de un náufrago

Con el consentimiento de la nieve
caminaré despacio.

Alguien habrá que espere junto al fuego
y yo, que estaré ciega por el frío,
haré paradas breves,
sacudiré el paraguas y empezaré de nuevo.

El único secreto es no sentirse
inmensamente lleno de verdades.
No aceptar nunca las invitaciones
que la neblina
sugiere al anidar con sus disfraces
de paisaje feliz, de grandes sueños.

Alguien habrá que diga, se ha perdido,
alguien saldrá a buscarme,
y llevará el calor de una botella
donde podré mandarte este mensaje.

JORGE ROJAS



Cuerpo en la oscuridad

Te adivino tendida
bajo la leve túnica
de aroma que te cubre,
mientras el sueño mide
el espacio profundo
que hay del párpado al alma.

Respiración y nieve
hacen bajo el perfume
invisibles colinas;
la oscuridad me llena,
la ansiedad de tus formas:
montes de lilas pálidas,
desmayadas palomas.

Trino de amanecer,
sombra de arbusto fresco,
eres nueva en mis manos
sólo por el milagro
del mundo en las tinieblas.

¡Qué rosas de tu cuerpo
florecen al hallazgo
múltiple de mis dedos!
Te palpo y eres mía
y mis manos son cestas
para el fruto del tacto
maduro ya, en la rama
trémula del deseo.

EUGENIO MONTEJO



Canción

Cada cuerpo con su deseo
y el mar al frente.
Cada lecho con su naufragio
y los barcos al horizonte.

Estoy cantando la vieja canción
que no tiene palabras.
Cada cuerpo junto a otro cuerpo,
cada espejo temblando en la sombra
y las nubes errantes.

Estoy tocando la antigua guitarra
con que los amantes se duermen.
Cada ventana en sus helechos,
cada cuerpo desnudo en su noche
y el mar al fondo, inalcanzable.