miércoles, 25 de abril de 2012


ANTONIO CARVAJAL






A veces el amor tiene caricias...



A veces el amor tiene caricias
frías, como navajas de barbero.
Cierras los ojos. Das tu cuello entero
a un peligroso filo de delicias.

Otras veces se clava como aguja
irisada de sedas en el raso
del bastidor: raso del lento ocaso
donde un cisne precoz se somorguja

En general, adopta una manera
belicosa, de horcas y cuchillos,
de lanza en ristre o de falcón en mano.

Pero es lo más frecuente que te hiera
con ojos tan serenos y sencillos
como un arroyo fresco en el verano

CARLOS BARRAL





Ternura de tigre



La lengua sobre todo, afectuosa,
áspera y cortesana en el saludo.

Las zarpas de abrazar, con qué cuidado,
o de impetrar afecto, o daño, a quien lo doma.

La caricia con uñas, el pecho boca arriba
para mostrar el corazón cautivo.

La piel toda entregada, la voz ronca
retozando en su jaula de colmillos,
y los ojos enormes, de algas, sonriendo
a la muerte inmediata
                               a que fue sentenciado.


ANA MARÍA IZA






Amor amor



El Mar
juega con la Botella
la desnuda
la enreda entre sus patas azules
le da vueltas

Trepa
las porosas rodillas de la playa
la mece
la ensucia
enrosca
-desenrosca-
salta al cuello
la bebe
El mar
brinda con la botella
le perturba
le entierra
desentierra
¡La Botella y el Mar!
Yo te recuerdo.

NICOLÁS GUILLÉN





Piedra de horno



La tarde abandonada gime deshecha en lluvia.
Del cielo caen recuerdos y entran por la ventana.
Duros suspiros rotos, quimeras lastimadas.
Lentamente va viniendo tu cuerpo.
Llegan tus manos en su órbita
de aguardiente de caña;
tus pies de lento azúcar quemados por la danza,
y tus muslos, tenazas del espasmo,
y tu boca, sustancia
comestible y tu cintura
de abierto caramelo.
Llegan tus brazos de oro, tus dientes sanguinarios;
de pronto entran tus ojos traicionados;
tu piel tendida, preparada
para la siesta:
tu olor a selva repentina; tu garganta
gritando -no sé, me lo imagino-, gimiendo
-no sé, me lo figuro-, quemándose- no sé, supongo, creo;
tu garganta profunda
retorciendo palabras prohibidas.
Un río de promesas
desciende de tu pelo,
se demora en tus senos,
cuaja al fin en un charco de melaza en tu vientre,
viola tu carne firme de nocturno secreto.
Carbón ardiente y piedra de horno
en esta tarde fría de lluvia y de silencio.


ANA MERINO




Pequeña confesión



¿Si yo soy tu sueño
por qué me siento sola
cuando me sueñas?

Llego arrastrándome
a tu boca cuando duermes
y no sé cómo empezar
a contarte una historia
que se parezca a ti
para que nunca sepas
que yo vivo contigo.

Los sueños somos
como las sombras,
pertenecemos a un solo cuerpo
pero queremos ser
otra persona.

De "Compañera de celda" 2006