sábado, 14 de julio de 2012


ORIETTA LOZANO



  
Intimidad



La noche vuelve secreta
a tantear mi cuerpo,
me penetra lenta y suave
me abro
como una flor nocturna.




ROSA LENTINI






En horas insomnes como rocas...



En horas insomnes como rocas
veo tu frente herida por el aire,
tu espalda que el aire descubre y explora,
tu boca entreabriéndose y tus manos huecas
oreadas en la densidad de la noche.
Te escucho arder en gestos desvelados, largos,
veo tus muslos tensos que guardan para sí
su piel más fina y secreta;
me quedan solos tus ojos cerrados al misterio del aire.

De "La noche es una voz soñada"

OLGA OROZCO





Entre perro y lobo



Me clausuran en mí.
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
     furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas. 

No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños
     muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
     invasión del enemigo. 

Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?

JUAN ANTONIO GONZÁLEZ





Déjame que te abrace...



Déjame que te abrace, ahora que todavía
tu piel no lleva escritas las mentiras del mundo
y tus labios son sede sólo de la hermosura.
Porque sólo he querido ser bueno y verdadero,
y tú puedes hacerme,
déjame que te abrace.

CARMEN GONZÁLEZ HUGUET





Habitada:


Hacer poesía:
Es acuchillarse verso a verso
Por amor a la vida
                    Humberto Ak'abal



1. Flor de San Sebastián (Catleya skinneri)


Abre tu corazón al aire, al cielo,
a la luz que tu dulce cáliz moja,
a la mejilla que el rubor sonroja,
a la brisa de audaz y abierto vuelo;

Al paso de la vida con su celo;
a la dicha, al dolor, a la congoja;
al devenir que entrega y que despoja;
a la brasa, a la pena, al gozo, al hielo.

Abre tu corazón, flor apacible,
corone tu violeta cada trino
y engalane la altura perecible.

En el dibujo de tu labio fino
hay un mensaje anónimo y legible
escrito con un beso cristalino.