domingo, 25 de noviembre de 2012


CONSTANTINO KAVAFIS





Fui



Me desaté. Me abandoné del todo y fui.
Hacia los placeres, que medio reales,
medio imaginados en mi cerebro estaban,
fui en la noche iluminada.
Y bebí licores fuertes, como
los que beben los temerarios de la voluptuosidad.

CARLOS PUJOL





Es como repetir el estribillo...



Es como repetir el estribillo
de una vieja canción tarareada
por la calle al andar;
con la cabeza a pájaros,
y sin saber que indicios prodigiosos
caben en la rutina,
como el amor, que a fuerza de esperarse
llega un día por fin.






Café canela




Café canela de a sorbos,
derrochamos las palabras
por designio del destino
escondidas de infortunio,
al crepúsculo testigo
tarde en llamas de un otoño.

Nos sentamos, conversamos,
tú dijiste muchas cosas
y yo dije muchas otras,
café canela sorbiendo...
soltando audaces miradas
en compases vespertinos.

Súbitamente y sublime
la noche nos fue cubriendo,
bastó un silencio profundo
y una pregunta azarosa,
café canela de a sorbos...
Y tu infinita mirada
se reflejó en mis pupilas,
como en un mar de ansiedades.

Antes que el café se acabe,
sí, tus manos y mis manos
se encontraron de improviso
y un huracán de amapolas
ardió en medio de esa magia.

Café canela de a sorbos,
en la cuenta regresiva
tras el tiempo ya perdido,
recorrimos de inmediato
el camino fugitivo
de prohibidas melodías,
de encendidas madreselvas.

Café canela de a sorbos,
florecieron nuestros labios
de néctar y nardos vivos.

Ahogada en café la noche,
penetraba imperturbable
en un sudor sin preguntas
en un sudor sin respuestas.

Mientras, rompimos las reglas
sobre el amor en silencio,
sobre el amor al desnudo
y un manantial de jazmines
y de mieles muy sabrosas
lento y profundo invadía
los cuencos de mis entrañas,
disuelto en café canela.

Con sabor café canela,
mi cuerpo de mar se hizo,
tu piel mí bahía fue,
a los pies erupcionados
del volcán que despertamos.


LUZGARDO MEDINA EGOAVIL






Aqui te espero hasta el ultimo ocaso




Como fue antes del principio. Aquí te espero.
Manchado con el sueño más lila. Deteniendo el paso
Del viento que acostumbra a desnudarse entre
Las yerbas medievales. Aquí te espero desde nunca.
Desde cuando el amor aprendía a parpadear bajo la
Peregrina lluvia de marzo. Desde cuando el mar aún no
Se agitaba y la estrella más lejana tenía tus ojos.
Y te espero en el recuerdo que todo lo olvida
Y que se pasea por la cotidiana extensión del silencio.
Yo no sé si estás lejos habitando otro cielo anónimo.
Yo no sé si estás cerca recogiendo las hojas castigadas
Por el frío. Yo no sé si a cada instante tu piel muda
De color o si en tus labios todavía arden mis cenizas.
Aquí te espero hasta el último ocaso o hasta cuando
El álgebra se haya ido a vivir en los acantilados.
No creo que de insomnio se pueda morir. No lo creo.
Si así fuese: Ahí en el insomnio también te espero.
En la calle lejana en donde la noche siempre se atasca
Con mi niñez de siglos —adorable mujer— te aguardo.
Ven desde tus reinos diurnos vestida de pálida nostalgia.


ERNESTO CARDENAL





3.



Tal vez nos casemos este año,
amor mío, y tengamos una casita.
Y tal vez se publique mi libro,
o nos vayamos los dos al extranjero.
Tal vez caiga Somoza, amor mío.


MANUEL SCORZA



  

El desterrado




Cuando éramos niños,
y los padres
nos negaban diez centavos de fulgor,
a nosotros
nos gustaba desterrarnos a los parques,
para que viéramos que hacíamos falta,
y caminaran tras su corazón
hasta volverse mas humildes y pequeños que nosotros.

¡Entonces era hermoso regresar!

Pero un día
parten de verdad los barcos de juguete,
cruzamos corredores, vergüenzas, años;
y son las tres de la tarde
y el sol no calienta la miseria.
Un impresor misterioso
pone la palabra tristeza
en la primera plana de todos los periódicos.

Ay, un día caminando comprendemos
que estamos en una cárcel de muros que se alejan...

Y es imposible regresar.