domingo, 14 de julio de 2013

ATENA RODÓ




Lejanía



Besar el párpado húmedo
de la mujer amada
sentir en las sienes
el palpitar desbocado

¡oh la incertidumbre¡
adorna los espacios
de mi cuarto vacío
y del lecho ausente

¿He de tenerte pronto
o he de añorarte siempre?
¿he de soñarte...irreal
o he de dormirme en tu seno?

Mujer...mujer...
despiértame en esta noche
donde soy sola...
en la penumbra



RAFAEL DE LEÓN




Glosa a la soleá



¿Te acuerdas de aquella copla
que escuchamos aquel día
sin saber quién la cantaba
ni de qué rincón salía?
Pero qué estilo, qué duende,
qué sentimiento y qué voz;
creo que se nos saltaron
las lágrimas a los dos.
"Toíto te lo consiento
menos faltare a mi mare
que a una mare no se encuentra
y a ti te encontré en la calle".

No vayas a figurarte
que esto va con intensión.
Tú sabes que por ti tengo
clavao en mi corazón
el queré más puro y firme
que ningún hombre sintiera
por la que Dios uno y trino
le entregó por compañera.
Pero es bonita la copla
y entra bien por soleares:
"Toíto te lo consiento
menos faltare a mi mare..."
Y me enterao casualmente
de que le fartaste ayé
y nadie me lo ha contao,
nadie, pero yo lo sé.
Yo tengo entre dos amores
mi corazón repartío
si le encuentro a uno llorando
es que el otro le ha ofendío;
y mira, nunca me quejo
de tus caprichos constantes.
¿Quiere un vestío? ¡catorse!
¿quiere un reló? ¡de brillantes!
Ni me importa que la gente
vaya de mí murmurando
que si soy pa ti un muñeco,
que si me has quitao er mando
que en la diestra y la siniestra
tienes un par de agujeros
por donde se va a los baños
el río de mis dineros...
¡Y a mí qué...?

Con tal de que de mi lao
tú nunca te desepares
toíto te lo consiento
menos faltarle a mi mare.
Porque esa mimbre de luto
que no levanta la voz
que no ha tenío siquiera
contigo ni un sí ni un no;
que anda como una pavesa,
que no gime ni suspira,
que se le llenan los ojos
de gloria cuando nos mira;
que me crió con su sangre;
que me llevaba la mano
para que me santiguara
como todo fiel cristiano
y en las candelas del hijo
consumió su juventú
cuando era cuarenta veses
mucho más guapa que tú.
Tienes que hacerte a la cuenta
que la has visto en los artare
y jincarte de rodillas
antes de hablarle a mi mare;
porque el amó que te tengo
se lo debes a su amó,
que yo me casé contigo
porque ella me lo mandó.
Conque a ver si tu consiensia
se aprende esta copla mía
mu semejante a aquer cante
que escuchamos aquer día
sin sabé quién lo cantaba
ni de qué rincón salía.

"A la mare de mi arma
la quiero desde la cuna;
por Dios, no me la avasalles
que mare no hay más que una
y a ti te encontré en la calle".





FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ



  
La lágrima



No sé quién la lloró, pero la siento
(por su calor secreto y su amargura)
como brotada de mi desventura,
como nacida de mi desaliento.

Quizá desde un lejano sufrimiento,
desde los ojos de una estrella pura,
se abrió camino por la noche oscura
para llegar hasta mi sentimiento.

Pero la siento mía, porque alumbra
mi corazón sin esa luz sin tasa
que sólo puede dar el propio fuego:

Rayo del mismo sol que me deslumbra,
chispa del mismo incendio que me abrasa,
gota del mismo mar en que me anego.




RUBÉN DARÍO





¡Carne, celeste carne de la mujer!



¡Carne, celeste carne de la mujer! Arcilla
-dijo Hugo-, ambrosía más bien, ¡oh maravilla!,
la vida se soporta,
tan doliente y tan corta,
solamente por eso:
roce, mordisco o beso
en ese pan divino
para el cual nuestra sangre es nuestro vino.
En ella está la lira,
en ella está la rosa,
en ella está la ciencia armoniosa,
en ella se respira
el perfume vital de toda cosa.

Eva y Cipris concentran el misterio
del corazón del mundo.
Cuando el áureo Pegaso
en la victoria matinal se lanza
con el mágico ritmo de su paso
hacia la vida y hacia la esperanza,
si alza la crin y las narices hincha
y sobre las montañas pone el casco sonoro
y hacia la mar relincha,
y el espacio se llena
de un gran temblor de oro,
es que ha visto desnuda a Anadiomena.

Gloria, ¡oh Potente a quien las sombras temen!
¡Que las más blancas tórtolas te inmolen,
pues por ti la floresta está en el polen
y el pensamiento en el sagrado semen!

Gloria, ¡oh sublime, que eres la existencia
por quien siempre hay futuros en el útero eterno!
¡Tu boca sabe al fruto del árbol de la Ciencia
y al torcer tus cabellos apagaste el infierno!

Inútil es el grito de la legión cobarde
del interés, inútil el progreso
«yankee», si te desdeña.
Si el progreso es de fuego, por ti arde.
¡Toda lucha del hombre va a tu beso,
por ti se combate o se sueña!

Pues en ti existe Primavera para el triste,
labor gozosa para el fuerte,
néctar, Ánfora, dulzura amable.
¡Porque en ti existe
el placer de vivir hasta la muerte
ante la eternidad de lo probable…!



AMADO NERVO





En paz

                                       Artifex vitae, artifex sui


Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas. 

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! 

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas... 

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!





GONZALO OSSES VILCHES




Epitafio



El día que me mate,
los trenes llevarán minutos de retraso,
el tiempo justo para recoger mi cuerpo de las vías.

Y la ciudad se abrirá, desvencijada y pujante,
sobre la olvidad trocha de sus tranvías.

No sé qué rumor acunó mi amor por sus veredas,
pero es como si fuera ayer que mi viejo la narró tal como era.

Me gustaría saber que se dijera: aquí nació, vivió y murió.
Fue parte de la felicidad, fue infinito de alegrías,
no tuvo miedo de saber y de saberlo jamás lo aprendió;
ni por un segundo dijo atrás siquiera para no retroceder.

Sólo unas pocas palabras para despedir lo hecho.
estas simples reflexiones serán suficientes para la soledad de mi ego.

Y después…
una agonía de hoy en adelante.
Y al final…
una caricia al sol que nunca dejará de ponerse.