viernes, 9 de agosto de 2013

ANA MARÍA RODAS




La luna, siempre 


Redonda, hinchada de frotarse contra el cielo
rasga mi piel con su delgada luz
Cae sobre mi pelo
con la levedad de una sirena
que no se hubiera dado cuenta
que no posee piernas
Solivianta mi sangre
me enciende de locura
me regala una piel fosforescente
y me convierte
aceite hirviendo
en fauna
(cascos y cuernos y cabello desbocado
bajo el lúbrico soplo de lo oscuro)



SILVIA CARBONELL




El peso de las palabras



No sé que buscas que lea de ti, pero haces muy bien tu trabajo.
Solo un detalle corazón, ya no te creo la voz, ya no te creo los ojos
por tantos recuerdos amargos.

Te aseguraste de dejar escuela y fuiste el mejor director.
Hoy no te creo la historia, ni te concedo atención.
Me enseñaste entre tantas mentiras, a leer al mejor cabrón.

Por eso sé que vivido más de lo que presumen de mí,
y también menos, de lo que estoy dispuesta a admitir.
Te he llovido más de lo que admito y menos de lo que he llorado,
porque mis nubes no quieren padecer más de ti.

Y aquí entre nos, nos haremos la paz y después la guerra.
Retomaremos el amor y sin éxito, ya muerto,
despues enterrarlo para pedirnos perdón.

Abrir el infierno, porque eso querido, para ti es indispensable.
No sabes amar sin quemarte, no sabes huir sin quedarte.
Así llegarás de nuevo, porque solo eso se te da con talento.

Y te he vivido más de lo que digo y lo que escribo,
y menos de lo que creo y estoy dispuesta a admitir.
También lloviendote menos de lo que piensas,
y más de lo que mis aguas hoy se pueden permitir.

También he admitido derrotas que no son mías.
secuelas de tus guerras frías.
Guerras que no he comenzado,
guerras que nunca he acabado.

Te pienso más de lo que digo y menos de lo que escribo.
Así es esto, yo me escondo entre mis laberintos de silencios obscenos.
Entre mi voz mordiendo mi almohada,
entre mis ojos tragando sus lágrimas.

Me escondo entre cada letra y me disfrazo de palabras.
Somos daños colaterales de una herida pasada.
Una herida que sigue ardiendo en el fondo de tu mirada.
No ves un alma desnuda, ves desnudas mis palabras.

Somos carne de cañón en el estandarte de tu guerra,
carne supurando dolor hasta el día que te detengas.
No cesará la voz, ni se callarán tus falacias,
si en el silencio de mi voz te empeñas en destrozarla.

Esto no es el eco de mi voz, es el grito de tus mentiras.
Nunca conocí una voz que hiriera con tanta saña,
resultado de su dolor por no saber apagarla.
Nunca conocí dolor más grande que una palabra,
hecha con precisa intención de matar al recordarla.

No te daría de beber ni una sola de las mías,
por el temor a que tú, te encargues de envenenarlas.
No doy eco a mi voz, es mi voz quien se respalda,
con el peso de una pluma y el puño de mi palabra.




JOSÉ JUAN TABLADA




Hongo



Parece la sombrilla
este hongo policromo
de un sapo japonista.


JORGE CUESTA




Soñaba hallarme en el placer que aflora



Soñaba hallarme en el placer que aflora;
pero vive sin mí, pues pronto pasa.
Soy el que ocultamente se retrasa
y se substrae a lo que se devora. 

Dividido de mí quien se enamora
y cuyo amor midió la vida escasa,
soy el residuo estéril de su brasa
y me gana la muerte desde ahora. 

Pasa por mí lo que no habré igualado
después que pasa y que ya no aparece;
su ausencia sólo soy, que permanece. 

Oh, muerte, ociosa para lo pasado,
sólo es tu hueco la ocasión y el nido
del defecto que soy de lo que ha sido.



PALOMA PALAO



  
Todos fuimos Annelein. Yo misma...



Todos fuimos Annelein. Yo misma
alardeé de plenitud en la oquedad
alarmante del conflicto. Yo misma
planché con cuidado la intersección
de la codicia. Nadie descubre su vientre
a las estrellas -atentas- a la noche
que gime. Nadie desnuda su cuerpo
en la oscuridad, para que el frío
de la noche lo persiga. Nadie arroja
su mano más allá de donde el esfuerzo
de su brazo le indica. Verdad es que fuimos
rotundos hasta la esterilidad, como la gasa cubre
un cadáver podrido. Verdad es que toda negación
de la pureza es aún positiva. Las voces
redondas de la noche componen sonidos.
Entre los pliegues de nuestros labios
sentimos, que nunca podrá morir en nosotros
la ternura, por la cabal resurrección
de los sentidos.

De "Contemplación del destierro"



RAFAEL CADENAS




24



Realidad


Tuve que disentir,
ocultarme,
desaparecer.

Tuve
que ser una disonancia.

Tuve que dejarme ir
a la deriva
sin explicar.

Tuve que esconder
el rostro,
volverme
huidizo,
callar, acallar
(cuando acaso era útil
una simple aclaración).

Se me juzgaba con ley de hombre
pero nunca fui interrogado.

Todo
fue por ti,
y no te he visto.

De “Intemperie”