jueves, 15 de agosto de 2013

SILVINA OCAMPO




La visión



Caminábamos lejos de la noche,
citando versos al azar,
no muy lejos del mar.
Cruzábamos de vez en cuando un coche.

Había un eucalipto, un pino oscuro
y las huellas de un carro
donde el cemento se volvía barro.
Cruzábamos de vez en cuando un muro.

Íbamos a ninguna parte, es cierto,
y estábamos perdidos: no importaba.
La calle nos llevaba
junto a un caballo negro casi muerto.

Era de noche -esto será mentira.
Tal vez, pero en mis versos es verdad-.
Una arcana deidad
casi siempre nocturna que nos mira

vio que nos deteníamos y el día
suspendió sus fanáticos honores,
clausuró sus colores
pues también el caballo nos veía.

No digas que no es cierto: nos miraba.
Con la atónita piedra de sus ojos,
bajo los astros rojos,
nos vio como los dioses que esperaba.



JUAN SANCHÉZ PELAEZ



  
Un día sea



Si solamente reposaran tus quejas a la orilla de mi país,
¿Hasta dónde podría llegar yo, hasta dónde
    podría?
Humanos, mi sangre es culpable.
Mi sangre no canta como una cabellera de laúd.
Ruedo a un pórtico de niebla estival.
Grito en un mundo sin agua ni sentido.
Un día sea. Un día finalizará este sueño.
Yo me levanto.
Yo te buscaré, claridad simple.
Yo fui prisionero en una celda
    de abúlicos mercaderes.

Me veo en constante fuga.
Me escapo a mí mismo
Y desciendo a mis oquedales de pavor.
Me despojo de imágenes falsas.
No escucharé.
Al nivel de la noche, mi sangre
    es una estrella
    que desvía de ruta.

He aquí el llamamiento. He aquí la voz.
Un mundo anterior, un mundo alzado sobre la dicha futura
Flota en la libre voluntad de los navíos.

Leones, no hay leones.
Mujeres, no hay mujeres.

Aquí me perteneces, vértigo anonadante —en mis palmas
    arrodilladas.

Un diluvio de fósforo primitivo en las cabinas de la tierra
    insomne.

El busto de las orquídeas
    iluminando como una antorcha el tacto de la
    tempestad.

Yo soy lo que no soy: Un paso de fervor. Un paso.
Me separan de ti. Nos separan.
Yo me he traicionado, inocencia vertical.
Me busco inútilmente.
¿Quién soy yo?

La mano del sollozo con su insignia de tímida flauta
    excavará el yeso desafiante en mis calzadas
    sobre las esfinges y los recuerdos.



De “Elena y los elementos”


ANA MARÍA RODAS




6. Limpiaste la esperma


Limpiaste la esperma
y te metiste a la ducha.

                  Diste el manotazo al testimonio
                  pero no al recuerdo. 

Ahora
                  yo aquí, frustrada,
                  sin permiso para estarlo
                  debo esperar
y encender el fuego
y limpiar los muebles
y llenar de mantequilla el pan. 

Tú comprarás con sucios billetes
                   tu capricho
                   pasajero 

A mí me harta un poco todo esto
en que dejo de ser humana
y me transformo en trasto viejo.


RAFAEL CADENAS





Fragmentos 



14

Penetro
en el sol manchado de tu mirada —la rosa perdida.



JORGE CUESTA



  
Una palabra obscura*



En la palabra habitan otros ruidos,
como el mudo instrumento está sonoro
y la templanza que encerró el tesoro
el enjambre sólo es de los sentidos.

De una palabra vaga desprendidos,
la cierta funden al ausente coro
y pierden su conciencia en el azoro
preso en la libertad de los oídos.

Cada voz de ella misma se desprende
para escuchar la próxima y suspende
a unos labios que son de otros hueco.

Y en el silencio en que se dobla y dura
como un sueño la voz está futura
y ya exhausta y difunta como un eco.


* 3a. versión.



PALOMA PALAO



  
Inmóvil permaneces Annelein, con un algo...



Inmóvil permaneces Annelein, con un algo
de sirena encendida, cuando creíamos
haber desvelado tu secreto. Nadie
tiene tu rostro -Annelein-. Nadie
percibe qué paisaje te mira de frente.
Ya no hay desolación en torno a tus ruinas,
ni invencible pudor en torno a tu desgracia.
Tu resignación explica
el número de tus desventuras y una tristeza
impar nos devuelve tu rostro. Nadie sabe
Annelein que has muerto, a pesar
de todas las ceremonias.


De "Contemplación del destierro"