sábado, 24 de agosto de 2013

ELSA CROSS




I. Deidades


Muktéshwara


Tuyas son esas formas.
Tuyos todos los nombres.
Un asunto al azar de la memoria,
si digo:
has dormido en un lecho de serpientes,
has sentido en la cabeza precipitarse un río,
has pulsado una cítara,
has salvado de un salto la prueba del agua,
has nacido de un loto a la mañana,
has danzado desde el centro del mundo
mientras cierras los ojos
sentado sobre esta piel de tigre.


ENRIQUETA OCHOA




El hombre
para Wenceslao Rodríguez 


¿Qué ha visto el hombre?
Nada.
Ciego y desnudo llegó,
desnudo y ciego se irá
del polvo al polvo.
Un gesto de ternura podría salvar al mundo,
pero el hombre jamás bajó los ojos
a ese pozo de luz.

—Llorarás, le dijeron,
mas no es fácil llorar.
Llorar es desprenderse,
irse en ríos de uno,
y el hombre sólo sabe
devorar y perderse.

No conoce más muros
que los que cercan su ciudad en sombras
y hasta allí ha bajado a envejecer,
a morir en sí mismo,
a sepultarse testarudo,
mientras la soledad circula por su cuerpo
como el viento por una casa en ruinas.
Yo insisto,
un gesto de ternura podría..., de pronto,
me irrito, tiemblo, río, me quebranto.
Yo soy el hombre.


SALVADOR NOVO




Elegía



Los que tenemos unas manos que no nos pertenecen,
grotescas para la caricia, inútiles para el taller o
    la azada,
largas y flácidas como una flor privada de simiente
o como un reptil que entrega su veneno
porque no tiene nada más que ofrecer.

Los que tenemos una mirada culpable y amarga
por donde mira la Muerte no lograda del mundo
y fulge una sonrisa que se congela frente a las estatuas
    desnudas
porque no podrá nunca cerrarse sobre los anillos de oro
ni entregarse como una antorcha sobre los horizontes
    del Tiempo
en una noche cuya aurora es solamente este mediodía
que nos flagela la carne por instantes arrancados a la
    eternidad.

Los que hemos rodado por los siglos como una roca
    desprendida del Génesis
sobre la hierba o entre la maleza en desenfrenada
    carrera
para no detenernos nunca ni volver a ser lo que fuimos
mientras los hombres van trabajosamente ascendiendo
y brotan otras manos de sus manos para torcer el
    rumbo de los vientos
o para tiernamente enlazarse.

Los que vestimos cuerpos como trajes envejecidos
a quienes basta el hurto o la limosna de una migaja
    que es todo el pan y la única hostia
hemos llegado al litoral de los siglos que posan sobre
    nuestros corazones angustiados
y no veremos nunca con nuestros ojos limpios
otro día que este día en que toda la música del universo
se cifra en una voz que no escucha nadie entre las
    palabras vacías
y en el sueño sin agua ni palabras en la lengua de la
    arcilla y del humo.

De “Nuevo Amor”



RAFAEL CADENAS




Fragmentos


11


No teníamos nada y éramos magníficos.

MARGUERITE YOURCENAR




Versos gnómicos


Te vi crecer como un árbol
Eternidad inefable;
Te vi endurecerte como un mármol,
Realidad inenarrable.

Prodigio cuyo nombre se me escapa,
Granito demasiado duro para el cincel,
Felicidad compartida por el pájaro
Y por el agua que el perro lame.

¡Secreto que debemos saber y callar!
Todo lo que dura pasa;
El cielo estrellado se aligera
Y la tierra gira bajo mis pies.

¡Sonrían, yacientes muertos!
Todo lo que pasa queda;
Del negro grano de las rocas están hechas
Las briznas más delgadas del prado.



VÍCTOR SANDOVAL




Che. el viento combativo


Glosa de la última carta que el comandante Guevara escribió a sus padres


Condotiero del siglo: me has llenado
el corazón de amor para quererte.
Y estos ojos que no pudieron verte
hoy quieren repasar lo no olvidado.

Como ciervo en el monte, acorralado,
te cercaron los perros a morderte.
Ni adarga ni rocín para tu muerte
ni lanza de justicia en el costado.

Intensidad y pesadez de ola,
el asma desgarró tu camisola.
Te dejaron agónico y doliente

y el dolor fue como una llamarada
que se vuelve sonrisa esperanzada
y en tus labios renace eternamente.


ANTONIO COLINAS





Precisamente ahora que no sé que decir
                                                                                Para Clara



Precisamente ahora que no sé qué decir,
que no sé que decirte,
quiero ponerte aquí,
al lado de los días de la isla,
al lado de estas páginas
que escribí con la luz.

Aquí quiero dejar, sencillamente,
unas pocas palabras circundando tu nombre,
envolviendo tu nombre
y tu luz
con la luz.