viernes, 1 de noviembre de 2013

YOANDY CABRERA




Varadero night


Palpitante el agua impulsa la entrepierna
borboteo ritmo universal
golpe de la ola endurecida blanca
como asta de cristal que desafía a la noche
cuerpo enhiesto que a la noche asalta

Bocabajo veo las luces el torso contra la arena
Toronto Portugal
se juega a las nacionalidades
y es menos doloroso
mientras el límite de tierra y agua me parte en dos

Varadero night
un muro donde el mundo converge
donde el músculo del deseo es una pantalla atroz
como toda estrella
fría sin lugar ni juramento posible
sólo tráfico y sexo
Varadero night
donde el tormento es menor
mientras el agua corrompe la tela y los músculos

El amor distante en el olvido en el alcohol
como un cuerpo lejano y dormido
que el salitre y la arena tornan
inconsistente


CÉSAR LÓPEZ



¿Hasta dónde va a llegar…


¿Hasta dónde va a llegar este cansancio?
Se pregunta el anciano.
Se sabe comparsa en el barullo, inmerso
va y no lo había descubierto cabalmente
quizá hasta ahora, cuando tiembla perdido en la memoria,
aunque insiste en el tiempo y trata, intenta,
desespera, observando los movimientos torpes
para lograr resolver los crucigramas. La historia lo atormenta
y la música a veces se le vuelve
un agobiante y denso martilleo.
No puede más y sin embargo insiste.
Ayer apenas sumaron unos pasos que consideró alegrías;
hoy sabe que el mañana es un lugar común
que no le pertenece. Así cruzan recuerdos y proyectos frustrados.
Dejó de ser y quiere seguir siendo.
Ha vuelto a los lugares que negara.
Nadie le pidió nada, no hubo exigencias,
sólo insistir y proclamarse sabio en su torpeza.
Vaya entonces al aburrido archivo de los tontos perdidos.
Su paisaje es desierto y no lo acepta.


OMAR PÉREZ




Una idea romántica se abrevia


Ay demonio, ángel de la guarda
larga vida en las líneas de la mano:
sarcófago de cristo el anticristo
en lucha grecorromana:
pensar es un hacer es un decir alrededor de Júpiter
devorador d'estrellas
fundamento magnético del ser
que hacer es la mejor manera del demonio:
lucha grecorromántica
que arrincona un fundamento: muerte
y vida: lucha grecorromance.
Se repite: Ay demonio, ángel de la guarda
y una idea romántica se abrevia.



DULCE MARÍA LOYNAZ





Cementerio de barcos


Echaron –no sé quién y no sé cuándo–
El ancla al mar en esta orilla incierta.

Soy un barco inmóvil,
y por tanto tiempo lo he sido
que he perdido
la memoria de rutas y de puertos,
la memoria de que una vez hendía el horizonte.

Ahora estoy aquí, quieto,
en un lugar desconocido,
sin otra compañía que otros barcos
inmóviles también o poco hundidos
en el agua aceitosa.

Padezco ya la lepra de los escaramujos,
la nostalgia del mar que era mi patria,
y hasta de lo que apenas conocí,
la tierra.

Se fueron ya los que por dentro
de mí, movíanse conmigo.

Estoy vacío, soy un barco muerto
o sólo vivo en esta dura,
pesada ancla que me amarra.

al légamo del fondo todavía.



RUBÉN MARTÍNEZ VILLENA




El Gigante


¿Y qué hago yo aquí donde no hay nada
grande que hacer? ¿Nací tan sólo para
esperar, esperar los días,
los meses y los años?
¿Para esperar quién sabe
qué cosa que no llega, que no puede
llegar jamás, que ni siquiera existe?
¿Qué es lo que aguardo? ¡Dios! ¿Qué es lo que aguardo?
Hay una fuerza
concentrada, colérica, expectante
en el fondo sereno
de mi organismo; hay algo,
hay algo que reclama
una función oscura y formidable.
Es un anhelo
impreciso de árbol; un impulso
de ascender y ascender hasta que pueda
¡rendir montañas y amasar estrellas!
¡Crecer, crecer hasta lo inmensurable!

No por el suave
placer de la ascensión, no por la fútil
vanidad de ser grande…
sino para medirme, cara a cara
con el Señor de los Dominios Negros,
con alguien que desprecia
mi pequeñez rastrera de gusano,
áptero, inepto, débil, no creado
para luchar con él, y que no obstante,
a mí y a todos los nacidos hombres,
goza en hostilizar con sus preguntas
y su befa, y escupe y nos envuelve
con su apretada red de interrogantes.
¡Oh Misterio! ¡Misterio! Te presiento
como adversario digno del gigante
que duerme sueño torpe bajo el cráneo;
bajo este cráneo inmóvil que protege
y obstaculiza en dos paredes cóncavas
los gestos inseguros y las furias
sonámbulas e ingenuas del gigante.
¡Despiértese el durmiente agazapado,
que parece acechar tus cautelosos
pasos en las tinieblas! ¡Adelante!
Y nadie me responde, ni es posible
sacudir la modorra de los siglos
acrecida en narcóticos modernos
de duda y de ignorancia; ¡oh, el esfuerzo
inútil! ¡Y el marasmo crece y crece
tras la fatiga del sacudimiento!
¡Y pasas tú, quizás si lo que espero,
lo único, lo grande, que mereces
la ofrenda arrebatada del cerebro
y el holocausto pobre de la vida
para romper un nudo, sólo un viejo
nudo interrogativo sin respuesta!

¡Y pasas tú el eterno, el inmutable,
el único y total, el infinito!,
¡Misterio! Y me sujeto
con ambas manos trémulas, convulsas,
el cráneo que se parte, y me pregunto:
¿qué hago yo aquí, donde no hay nada, nada
grande que hacer? Y en la tiniebla nadie
oye mi grito desolado. ¡Y sigo
sacudiendo al gigante!



HEBERTO PADILLA





En tiempos difíciles


A aquel hombre le pidieron su tiempo
para que lo juntara al tiempo de la Historia.
Le pidieron las manos,
porque para una época difícil
nada hay mejor que un par de buenas manos.
Le pidieron los ojos
que alguna vez tuvieron lágrimas
para que contemplara el lado claro
(especialmente el lado claro de la vida)
porque para el horror basta un ojo de asombro.
Le pidieron sus labios
resecos y cuarteados para afirmar,
para erigir, con cada afirmación, un sueño
(el-alto-sueño);
le pidieron las piernas,
duras y nudosas,
(sus viejas piernas andariegas)
porque en tiempos difíciles
¿algo mejor que un par de piernas
para la construcción o la trinchera?
Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño,
con su árbol obediente.
Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros.
Le dijeron
que eso era estrictamente necesario.
Le explicaron después
que toda esta donación resultaría inútil
sin entregar la lengua,
porque en tiempos difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
Y finalmente le rogaron
que, por favor, echase a andar,
Porque en tiempos difíciles
esta es, sin duda, la prueba decisiva.