miércoles, 25 de diciembre de 2013

JOSÉ ASUNCIÓN SILVA


  

Aurora


Cuando en las noches pálidas de luna
Cerca de tu ventana -una por una-
Me cuentas tus hermosas ilusiones,
Cuando de tu mirada soñadora
El rayo como lumbre de una aurora
Ahuyenta mis enjambres de visiones;

Cuando reclinas blanda la cabeza
En mi hombro y disipas mi tristeza
y me acompañas en mis locos sueños,
Cuando de la ventura en el exceso
Sellas mi dicha con ardiente beso
De tus labios rosados y risueños-

Entonces como el náufrago -que asido
De una frágil tablilla- va perdido
Y recuerda la plácida ribera
Mientras la oscura noche negra y fría
Y la inmensa extensión muda y sombría
Y el tempestuoso mar halla doquiera

Y que ve serenarse el horizonte
y destacarse el azulado monte
Sobre la claridad de áureo celaje
Y aparecer -en vaga lontananza
Lleno de luz de vida y de bonanza-
Primaveral, bellísimo paisaje,


Entre las sombras de la vida mía
Se levanta la luz de un nuevo día
Sin albor ni crepúsculo indeciso...
¿En la mirada de tus negros ojos,
En el aliento de tus labios rojos,
Quién no sabrá forjarse un paraíso?

JUAN MANUEL ROCA




Diario de la noche



A la hora en que el sueño se desliza
Como un ladrón por senderos de fieltro
Los poetas beben aguas rumorosas
Mientras hablan de la oscuridad,
De la oscura edad que nos circunda.
A la hora en que el tren tizna la luna
Y el ángel del burdel se abandona a su suerte,
La orquesta toca un aire lastimero.
Una yegua del color de los espejos
Se hunde en la noche agitando su cola de cometa.
¿Qué invisible jinete la galopa?



ANDREA COTE




Historia



Mi confesión tiene miedo
aún así,
deja que pase
que esto que escribo no es como hablar,
niño,
sólo es dejar de hacerlo
y la que nada puede
es la que dice que no
que me tapo el vacío con el cuerpo
y lo que oigo
no es el sonido
de lo que viene a instalar la madrugada rugiente,
los estíos
las pérdidas,
sino la voz
de los que no te dejan dormir
cuando dicen
que hay que pagar por el sueño
y acordarse de lo peor
que es Dios resbalando
en las mejillas
de los niños
que saben que van a morir.
Mi confesión tiene miedo
pero esto que escribo
no es como hablar, te digo,
sólo es dejar de hacerlo
me tapo el vacío del cuerpo
que es lo que como
y rompo
y malgasto
en la trastienda del amor
y la palabra
que es la que nada puede
es la que dice
que no guardes mi tiempo plisado
en tu baúl de escolar
mientras confieso
que no hago otra cosa que mirarte
y que esto que escribo no es como hablar
que me tapo con vacío el cuerpo
que es lo que tomo
y rompo
y reclamo
en la trastienda del amor.
Mi confesión tiene miedo
y dejas que pase
y los que no nos dejan dormir son los que dicen
que Dios resbala en la mejilla de los que
van a morir temprano
y se acuerda de lo peor,
de que esto que como
y rompo
y malgasto
es la trastienda de mi amor.
Y los que no nos dejan dormir
saben
que hay que pagar por el sueño
y doblarlo
y temerlo
arrugado
en tu baúl de escolar
que es lo que nada puede
pero dice
que me gusta saber que estás cerca
y que escribo para no hablar
de los días
y de lo que urgente
se prepara para pasar.



MARÍA MERCEDES CARRANZA




Quiero bailar con Ulises


Heureux qui comme Ulysse
a fait un beau voyage”.
Joachim du Bellay



Quiero invitar a bailar a Ulises,
quiero beber con él y que me cuente
de qué color eran los ojos del joven Aquiles.
Quiero que me cante el canto de las sirenas
y me diga de sus noches de insomnio
sobre las aguas del Mediterráneo.
Quiero saber de su complicidad con Circe
en la isla de Ea y de sus extrañas
ceremonias y encantamientos.
Quiero que Ulises me haga el amor
y en la cama me cuente
cómo eran los vestidos de Helena
y si Paris fue como lo pinta Rubens.
Quiero saber qué vio en el país de los Lotófagos,
de qué color eran las montañas de Eólide.
Quiero que me cuente por qué regresó a Itaca.

ÁLVARO MUTIS




Un bel morir...


De pie en una barca detenida en medio del río
cuyas aguas pasan en lento remolino
de lodos y raíces,
el misionero bendice la familia del cacique.
Los frutos, las joyas de cristal, los animales, la selva,
reciben los breves signos de la bienaventuraza.
Cuando descienda la mano
habré muerto en mi alcoba
cuyas ventanas vibran al paso del tranvía
y el lechero acudirá en vano por sus botellas vacías.
Para entonces quedará bien poco de nuestra historia,
algunos retratos en desorden,
unas cartas guardadas no sé dónde,
lo dicho aquel día al desnudarte en el campo.
Todo irá desvaneciéndose en el olvido
y el grito de un mono,
el manar blancuzco de la savia
por la herida corteza del caucho,
el chapoteo de las aguas contra la quilla en viaje,
serán asunto más memorable que nuestros largos abrazos.



JUAN GUSTAVO COBO




De viva voz


El amor es monstruoso.
Ya no recordamos
si alguna vez
fuimos otro distinto
de quien sólo existe
para escuchar una voz,
una exigencia brutal,
la dulzura innarrable
de un "te adoro, te adoro, te adoro",
un sarcasmo helado,
un sol bajo el cual
todo florece de nuevo.
(Cuando ella gritaba "loco"
y la espuma de su vientre
desbordaba fresca y ávida).

El amor es mortal:
te congela los pies
si huyes de él.