martes, 31 de diciembre de 2013

RAFAEL DEL CASTILLO MATAMOROS




Abolengo



Del polvo
de las cenizas turbias
de los huesos roídos por el tiempo
de la carne que se deslíe mordida por los venenos de la tierra
de esos versos que desmenuza Dios
yo vengo

ÁLVARO MUTIS



Dos poemas



  1. Si oyes correr el agua

Si oyes correr el agua en las acequias,
su manso sueño pasar entre penumbras y musgos,
con el apagado sonido de algo
que tiende a demorarse en la sombra vegetal.
Si tienes suerte y preservas ese instante
con el temblor de los helechos que no cesa,
con el atónito limo que se debate
en el cauce inmutable y siempre en viaje.
Si tienes la paciencia del guijarro,
su voz callada, su gris acento sin aristas,
y aguardas hasta que la luz haga su entrada,
es bueno que sepas que allí van a llamarte
con un nombre nunca antes pronunciado.
Toda la ardua armonía del mundo
es probable que entonces te sea revelada,
pero sólo por esta vez.
¿Sabrás, acaso, descifrarla en el rumor del agua
que se evade sin remedio y para siempre?

  1. Como espadas en desorden

                                  Mínimo Homenaje a Stéphane Mallarmé

Como espadas en desorden
la luz recorre los campos.
Islas de sombra se desvanecen
e intentan, en vano, sobrevivir más lejos.
Allí, de nuevo, las alcanza el fulgor
del mediodía que ordena sus huestes
y establece sus dominios.
El hombre nada sabe de estos callados combates.
Su vocación de penumbra, su costumbre de olvido,
sus hábitos, en fin, y sus lacerías,
le niegan el goce de esa fiesta imprevista
que sucede por caprichoso designio
de quienes, en lo alto, lanzan los mudos dados
cuya cifra jamás conoceremos.
Los sabios, entretanto, predican la conformidad.
Sólo los dioses saben que esta virtud incierta
es otro vano intento de abolir el azar.


De "Poemas dispersos"


MARÍA MERCEDES CARRANZA




El oficio de vivir



He aquí que llego a la vejez
y nadie ni nada
me ha podido decir
para qué sirvo.
Sume usted
oficios, vocaciones, misiones y predestinaciones:
la cosa no es conmigo.
No es que me aburra,
es que no sirvo para nada.
Ensayo profesiones,
que van desde cocinera, madre y poeta
hasta contabilista de estrellas.
De repente quisiera ser cebolla
para olvidar obligaciones
o árbol para cumplir con todas ellas.
Sin embargo lo más fácil
es que confiese la verdad.
Sirvo para oficios desuetos:
Espíritu Santo, dama de compañía, Estatua
de la Libertad, Arcipreste de Hita.
No sirvo para nada.


LAUREN MENDINUETA



El dominio


Me asomo a la tarde, miro las nubes de soslayo,
desplazándose vistas y exaltadas sobre el pico de la montaña.
Se deslizan hacia el olvido de la mirada,
hacia el coro urdido por el silencio, o más allá.
En esta cárcel, mi condena,
la muerte está sentada al otro lado de la salida.
No me abandonará por ahora,
ella seguirá presa en mí, mientras afuera llueve
y el recordado azul del cielo se vuelve agua en los cristales.


JUAN FELIPE ROBLEDO





Nuevo tiempo
Para Catalina González 



 
Nace el amor cuando menos lo piensas,
se acaba el tiempo reseco de las nomeolvides, del deseo marchito 
 agobiante,
los corazones laten de una manera misteriosa, callada,
y nuestras fotografías son láminas de un álbum que nadie más llenó.
Los zapatos hacen cantar al pavimento su romanza de antaño,
y sin que podamos evitarlo nos sorprendemos saltando un poco,
nos hacemos estampa de esta dicha que ha nacido después de la lluvia,
bajo un sol de enero.
Las mañanas son calladas cuando pienso en ti, tienen un rumor venturoso,
son mejores que el salmón y la champaña de hace tiempos.
No has nacido del fondo de una mente turbulenta,
tu rostro tiene el don de los ídolos pequeños,
no hace falta llamarlo para que acuda a la cita.
Nuestro afán es distinto, y podemos asegurar que es pasto, es agua clara,
volvemos a repetir el nombre amado, y los días se van sin amargura.
Algo hay en esta risa tuya que ha encontrado el sendero, no vacila,
y me ofrece un amor que es bueno, bueno como ron sin disparates.



AMPARO INÉS OSORIO



Derrumbe 


Se acumulan los días, los años
la erosión de la vida
nos echa encima su balandra y vamos
hacia el despeñadero.

Pasa la sombra... pasa y mira
y vuelve a acomodarse.

Una luz de farol bordea la penumbra.
Es la ciudad: me digo.

La sombra se adelanta
no quiere compartir mis pensamientos
pero lee la esquina, los escombros
los pasos solitarios y el eco de esos pasos
mucho antes que sorprendan a mi cuerpo.

El funerario pájaro del tiempo
aletea en el aire.

Las ruinas del amor se precipitan.
Quiero cerrar los ojos.

Quiero
que sólo el viento pase
y nos lea el poema de la errancia,
que nos diga al oído
sobre la honda pena que hoy irrumpe
en el alma del saxo.
que el viento,
sólo el viento...