martes, 25 de marzo de 2014

JOSÉ HIERRO




Recuerdo del mar



          ¡Cómo te agitas bajo nubes grises,
lámina fina de metal de infancia!
¡Cómo tu rabia, corazón de niebla,
rompe la brida!

          ¡Cómo te miro con mis pobres ojos!
¡Qué imagen tuya la que inventa el sueño!
¡Qué lentamente te deshace el aire,
roto en pedazos!

          Tú que guardabas en cristal salado
vivos retratos que ondulaba el viento;
tú que arrancabas en el alba fina
sones al alma,

          tú que nutrías con tu amarga leche
sombras de playas, olvidados pasos,
ansia de ser sobre tu vientre verde,
locos piratas,

          has ido ahogando temblorosamente
sombras que hundieron en tu paz sus ojos.
Hoy tu recuerdo, como lluvia fresca,
moja mi frente.

          Si ahora volviera a recorrer tu orilla,
si ahora en tu cuerpo me volcara todo,
si ahora tu cuerpo le prestara al mío
frescos harapos,

          si yo desnudo, si cansado, ahora,
más hijo tuyo, ahora, si el otoño
vuelto a mi lado me trajera el tibio
pan en el pico

          -lámina fina de metal de infancia-,
todo olvidado quedaría, todo:
látigos, cuerdas con que me azotabas,
vientos que mugen.

          Todo sería nuevamente hermoso,
aunque tu garra me arañase el cuerpo,
aunque al tornar tuvieran tus mañanas
soles más negros.



LUZ MARÍA JIMÉNEZ FARO




Madrid Era…



Cuando estoy contigo
no cambio la gloria
por la dicha grande
de estar en tu historia.

Madrid era la luz y la penumbra en los años sesenta. Era tan solamente luz su pavimiento para aquellos zapatos primeros de tacón. Perder un poco la ciudad ha sido perder nuestra niñez y nuestra adolescencia. Íbamos a las Cuevas de Sésamo para jugar al existencialismo, pero entre vaso y vaso, jamás nos encontramos con Julietta. Las calles son ahora como espejos oscuros que nos devuelven imágenes que no nos pertenecen. Que extrañamos. Pasan los autobuses y parece que nadie viaja en ellos. Son forajidos transportando cargas de soledad. Buscamos aquel viejo café donde entregábamos los sueños a la vida, y tan sólo encontramos un pulso de rencor entre unos muros que ya no son los nuestros. Pero uno muere y resucita tantas veces como sacude la memoria al corazón. Y cada ausencia, cada sombra, tiene su propio nombre en esta geografía urbana.

Madrid es ahora una ciudad enorme donde el miedo, la droga, el semen y las ratas cohabitan en la imperfecta noche, para luego, sin perder el zapato de cristal, vestirse de fulgurantes rasos. Y en esta situación de límite amanecemos. Y la ciudad y yo nos encontramos como viejas amigas. Nos amamos con todos los defectos. Juntas tomamos un café y seguimos organizando fechas en la agenda común. Comentamos los ya primeros brotes de los árboles que la hacen tan hermosa en primavera y que al batir de alas no es vuelo de palomas, sino de arcángeles que en la ciudad habitan




PEDRO SALINAS SERRANO




Lo que eres



Lo que eres
Me distrae de lo que dices.

Lanzas palabras veloces,
Empavesadas de risas,
Invitándome
A ir adonde ellas me lleven.
No te atiendo, no las sigo:
Estoy mirando
Los labios donde nacieron.

Miras de pronto a los lejos.
Clavas la mirada allí,
No sé en qué, y se te dispara
A buscarlo ya tu alma
Afilada, de saeta.
Yo no miro adonde miras:
Yo te estoy viendo mirar.

Y cuando deseas algo
No pienso en lo que tú quieres,
Ni lo envidio: es lo de menos.
Lo quieres hoy, lo deseas;
Mañana lo olvidarás
Por una querencia nueva.
No. Te espero más allá
De los fines y los términos.

En lo que no ha de pasar
Me quedo, en el puro acto
De tu deseo, queriéndote.
Y no quiero ya otra cosa
Más que verte a ti querer.



JOSÉ ZORRILLA Y MORAL






Subiendo la negra roca
De embarazosa montaña,
Contrabandista español
Bridón andaluz cabalga.
Lleva el trabuco a su lado,
El cuchillo entre la faja,
Y con el humo del puro
Su voz varonil levanta.

"Que brame en la peña el viento,
Que se arda el monte vecino,
Que rompa el inhiesto pino
El aquilón violento.
Yo desprecio sus furores;
Y aquí solo, sin señores,
De pesadumbres ajeno,
Oigo el huracán sereno
Y canto al crujir del trueno
Mis amores,"

"El albor de la mañana,
En sus matices de rosa,
Me trae la imagen graciosa
De mi maja sevillana,
Y en sus variados colores
Me pinta las lindas flores
Del suelo donde nací,
Donde inocente reí,
Donde primero sentí
Mis amores."

"Cuando la enemiga bala
Chilla medrosa a mi oído,
Ya mi contrario caído
El alma rabioso exhala.
¡Qué me importan vengadores
Cien fusiles matadores
Que amenacen mi cabeza!
Con mi Moro y mi destreza
Yo les canto en la maleza
Mis amores".

"Sienta yo el pujante brío
Del galope de mi Moro ,
Y el trabucazo sonoro
De algún compañero mío;
Y que vengan triunfadores
Los caballeros mejores
Que empuñaron lanza o freno.
Yo de temerles ajeno
Cantaré libre y sereno
Mis amores".

Tranquilo el contrabandista
Aquí el canto llegaba,
Cuando un acento francés
"¡Fuego!" a su lado gritaba.
Sobre su frente pasaron
Con ruido silbar las balas,
Y gendarmes le acometen
Diciendo "¡Ríndete a Francia!"
Y entonces él " No se rinden
Los que nacen en España",
Y contra el jefe enemigo
Su ancho trabuco descarga.
Cayeron dos, como arbusto
Que el cierzo en pos arrebata.
En impetuosa carrera
El bruto gallardo arranca;
Y por sobre los peñascos
Que en rápida fuga salva,
Cantando va el español
Al trasponer la montaña:
"Vivir en los Pirineos,
Pero morir en Granada".



MIGUEL DE UNAMUNO Y JUGO








Horas serenas del ocaso breve,
Cuando la mar se abraza con el cielo
Y se despiertas el inmortal anhelo
Que al fundirse la lumbre, la lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
Las estrellas se posan en el suelo
De la noche celeste, y su consuelo
Nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
Lágrima de las olas gemebundas,
Entre el cielo y la mar sobrecogida

El alma cuaja luces moribundas
Y recoge en el lecho de su vida
El poso de sus penas más profundas.



EMILIO PRADOS




Vega en calma



Cielo gris.
suelo rojo…
De un olivo a otro
vuela el tordo.

En la tarde hay un sapo
de ceniza y de oro.

Suelo gris.
Cielo rojo…

Quedó la luna enredada
en el olivar.

¡Quedó la luna olvidada!