martes, 29 de abril de 2014

RUBÉN SURO


 


 

Sonson, bailarín mulato

Motivos de Rumba y Son

 
 

Las confluencias raciales

se hacen gestos musicales...

 

Bailarín de ojos saltones

alegres cual la maraca;

piel color de goma laca

curtida en las emociones.

 

Paisaje del natural

con mina o cañaveral;

busto de magia y de rito

que alumbra un sol colonial,

y cuerpo entero del grito

ancestral...

 

(Mulata que rompe o raja:

senos y ojos, ¡puñalitos!;

boca, ¡clavel y caimito!;

y en sus curvas, ¡la tinaja!

sus manos, ¡enredadera!;

la cintura, ¡coctelera!).

 

La moza que lo acompaña

sonrisa filtra en los labios;

en la "Rumba de la Araña"

los pies de Sonsón son sabios.

 

¡Se retira... zapatea,

se desfigura y serpea,

brinca, grita!,

teje ritmos con el pie,

y la moza, miel y brea,

es tropical Afrodita

del catre o del canapé.

 

Anestesiado el recato,

¡tiembla el cuerpo del mulato!

y seguidos del temblor,

corren chorros de sudor

en lumínicos reflejos

en la faz del bailarín.

(Y allá, perdido a lo lejos,

suena en sombra el cornetín

tragado por el timbal).

 

Caras de espanto y de reto,

en los hombres del sexteto

vive un muestrario racial,

en el cual

ha visto la Etnología

volverse una tontería

lo del "ángulo facial".

 

Una vieja bochinchera

se lleva una borrachera

que parece que la tumba,

y la letra de la rumba

-impregnada de indecencia-

pone una vaga inconsciencia

de rubores

en aquellas mozas-flores,

que al destilar en aromas

sonrisas de amanecer,

en talle y senos le asoma

el alba de la mujer.

 

Esta es la Antilla africana,

de Luá Candelo y Changó,

la que vibra en la jarana

con los güiros y el bongó,

la de brujos redivivos

a la sombra del bambú,

que sacrifica sus chivos

en la mila del "vodú".

 

Esta es la Antilla salvaje,

la del étnico viraje,

de dril blanco ! panamá,

que grita en el mulataje

su mensaje,

y mata con su "guanguá".

 

***

 

Sangre ardiente. Hembra y ron

(detrás, ¡La Superstición!)

Las razas se dan las manos

en el son.

Negro y blanco son hermanos

del otro lado del son,

con el ron

sin el ron

con el son

sin el son.

 

Salto y mueca corporal:

es el son... afroantillano,

que, al bailarlo tú, Sonsón,

¡¡te ríes de la Moral

y te vuelves un gusano

que anduviera vertical!!

(1937)

 

ALTAGRACIA SAVIÑÓN



 

Mi vaso verde 

A Enriqueta E. Ellis



Mi vaso glauco, pálido y amado,
donde guardo mis flores predilectas,
tiene el color de las marinas algas,
tiene el color de la esperanza muerta...

Las flores tristes, las dolientes flores
en el agua del vaso se refrescan,
y bañan sus corolas pensativas
en una blanca idealidad de perlas.

Y luego se van lejos... se marchitan
abandonadas, pálidas, enfermas,
muy lejos del cariño de ese vaso
que es del color de la esperanza muerta.

Y cuando sola, pensativa, herida
por la eterna nostalgia,
siento un perfume triste, moribundo,
que llega hasta mi alma...
pienso en mis pobres flores, las marchitas,
las enfermas, dolientes y olvidadas,
que antes de marchitarse se despiden
tristísimas y trágicas
de ese vaso de pálidos reflejos
que es del color de las marinas algas...

 

 

DOMINGO MORENO JIMÉNES



 

Río-pueblo

 
 

Alto.
Jocundo!
Pareces una bruma de noche...
El alba siempre te está aguardando porque presiente que te
                                                     entregarás pleno!...

Mejor tálamo jamás pudo soñar la muerte!
Mejor florón de inquietud jamás pudo imaginar la vida!
Mejor espejo de horizontaneidad jamás pudieron anhelar los
                                                        vastos horizontes.

¡Oh río; oh arteria; oh fuente,
que haces posible en el común momento la inalcanzable cima,
que recreas, alzándonos del rudo polvo de que todas las cosas
                                                                 están hechas!

Si abajo, es el amor;
si arriba, son las nubes;
si tu rostro es la más dulce plática del viento!
Tú que has hecho posible que la montaña se desnude,
que se irga el árbol y que la pradera se peine!
Si un pájaro canta su armonía es espíritu
porque tú fecundas de ambrosía el gorgeo.
Corona eres que rodeas a Santiago
y serpiente de eternidad que aseguras el Norte!
Oh, las partidas sin partidas del Atlántico
que palpan a Europa y dejan a la América intacta!
Plumón de ensueño,
gasa de eternidad,
corazón de infinito...
Mis sienes esperan el descanso de tus márgenes
y a mis manos sobre tus ondas no le duele estar prematuramente
                                                                         marchitas!

Río, iba a decir, puerto!
La lluvia cayó sobre la montaña.
Por el Este aparecieron tres astros de rostros minúsculos.
Pero el devenir de la Humanidad estaba parado:
entre la cruz y un alfanje jiraba su mente!


 

 

 

TOMÁS HERNÁNDEZ FRANCO


  

Poema del feto

 

Hamlet arruinado,
príncipe cuerdo de papel secante,
feto:
en la isla desierta de tu arribo
guardaste el cristal dandy de tu frasco,
monóculo,
y en la tranquilidad de tu borrachera
te quedaste sin opinar al margen de la vida.

Feto,
Hamlet sin dilema.

Pescadores salvavidas
te arrojaron el cable umbilical
de una esperanza,
pero no despertó tu dormida intención
y te quedaste
‑Budha sin éxtasis‑
en la impasibilidad de tu elegancia desnuda
soñando desde lo alto de tu frente rota.

Príncipe cuerdo de papel secante
diluído en la saturación de tu embriaguez,
‑causa sin causa,
efecto sin efecto‑
Feto:
ridículo fracaso de un millón de esperanzas,
triunfas en la eternidad
de tu infancia inocente
sin canciones de cuna
‑quedaron puros los pañales que te aguardaban
ante el gesto de asco que hizo el hospital‑
clown,
abecedario de muecas.

Niegas el tiempo
desde el fondo de tus pupilas
abiertas hacia adentro,
Lázaro negativo,
y era falso tu pasaporte
en la frontera de la vida
borracho precoz,
todavía añoras tu circo de entrañas
y desnudo
todavía luces tu traje de payaso desterrado
sin repertorio y sin contrata.
Hoy, pontifica tu nirvana
desde tu garita de cristal:
centinela al acecho de los alertas
de la paradoja.

Ancianito sin canas,
con la experiencia de no tener ninguna.

Mañana,
pontificará tu nirvana
desde tu garita de cristal.

 

 

AÍDA CARTAGENA


 

No ha caído en mis ojos para
saberle forma 

 

 

Que no hay más Dios que Dios,
y su profeta Iñigo es.
Unamuno

 

 

Creo sin creer en ti. En busca de mi Dios

me hallé pequeña y grande. No conozco a Iñigo, ni tengo

más profeta que mi Canto.

Estoy como una ola desmelenada en mares,

verdosa arena perdida en tus caminos.

En retozo de nubes.

 

No tengo más creencia

que la que cabe en la desorbitada

imagen de mi izquierda.

Dios quedaría sin palabras.

No ha caído en mis ojos para saberle forma,

pero lo siento vivo como la risa fresca.

 

 

 

FABIO FIALLO


 



Mis cantos

 
 
         Vierten veneno mis cantos
¡cómo no ha de ser así
si tantísima ponzoña
derramaste en mi existir!
Veneno vierten mis cantos
¡cómo no ha de ser así
si en el corazón mil sierpes
llevo, y ¡ay! ¡te llevo a ti!