domingo, 27 de julio de 2014

LUIS PALÉS MATOS


 

Los funerales del amor

 

El cielo sucio del creyón, el viento
sugeridor de danzas espectrales;
las montañas monstruosas en la cruda
pesadez de la atmósfera; las calles
sombrías y terribles con sus casas
húmedas y sus hórridos zaguanes,
y con la pesadilla lujuriosa
de sus hombres sanguíneos y carnales.

Ella estará aburrida
viendo tras los cristales
de su ventana, cómo van cuajando
las sombras de las nubes. El paisaje:
afilados cipreses, tierras blancas,
rocas de cal y caminos de almagre,
se rendirá en un bíblico sosiego,
y la pompa enfermiza de la tarde
perderá el oro vago de sus lustres
en las espesas brumas fantasmales.

Habrá una hilera lila
y en beatitud de tenebrosos frailes,
a cuyos puntiagudos cráneos secos
dará un macabro fósforo la tarde.

Entonces ella sentirá en el alma
congelársele informes claridades,
inmensos candelabros esqueléticos,
cirios gastados como tiernas carnes,
y un leve hedor de rosas putrefactas,
húmedas de rocío y de vinagre.
Después, las blandas tierras removidas,
y el rumor de las palas implacables.

Se tapará los ojos
y una campana doblará en la tarde,
mientras bajo las sombras pensativas
de los cipreses orarán los frailes.

Luego, la inanidad, los horizontes
inútiles, las torvas soledades,
afilados cipreses, tierras blancas,
rocas de cal y caminos de almagre,
y una luna sulfúrica y tremenda
toda bañada en sangre.

 

 

REINALDO SILVESTRI


 

A la mujer que espero

 

Mujer, hermana de mi euforia.
Abre tu nicho blanco
a los siete volcanes marinos
que gritan por mi sangre.
Tus carnes son hermanas
de mis ebrios espasmos.
Es hermano el llamado que tus ojos maldicen.
Alárgate en la hora del vendaval oculto.
Salta al instante que goza eternidades.
Presta tus hermosuras a mis bermejos ritos
y ¡date, date, date!...
conoce mis cantares
y agólpate en la esquina
en que explota mi carne.

 

 

ROSA VANESSA OTERO


 

Antes fue el silencio...

 

Antes fue el silencio sobre la laguna.
Hasta que el primero de nosotros
hundió sus pies en el cieno.

Era difícil caminar sobre el lodo.
Caminamos.
Hasta que el primero de nosotros
se alzó sobre zancos de madera vieja.

No era fácil mantener el equilibrio.
Caímos varias veces.
Hasta que el primero de nosotros
construyó un puente de tabla y un callejón.

Fue tedioso caminar sobre los puentes.
Hasta que el primero de nosotros
fabricó un caballo de palo y paja
al que llamamos Camarero.

Entonces, de tierra firme
llegaron en automóviles
hombres bien vestidos
e hicieron apuestas.

Ese día descubrimos
que más allá del Caño
se alza otra ciudad
que avanzará hasta nosotros
con la velocidad de un tranvía.

Corrimos despavoridos
al oír la trompeta del hipódromo.

Hasta que el primero de ellos
nos ofreció dinero
y el primero de nosotros
cambió sus zancos, puentes y callejones,
el caballo y el hipódromo
por una muralla, una avenida,
un carro viejo y un residencial.

Y nos aplaudieron.

Hasta que el primero de nosotros
reclamó título de propiedad.

 

 

 

LUIS MUÑOZ RIVERA

 


Patriota

 
 
Con las ropas en bello desorden,
la frente marmórea de rizos poblada,
balbuciendo los trémulos labios
confusas palabras,
un niño dormía
soñando una patria.

Oh! ¡qué hermosa, riente y espléndida,
altiva y heroica, viril y gallarda
la veía surgir de las ondas
rugientes y bravas,
con su veste de espumas cubiertos
el torso de ninfa, las formas de estatua!

Corrieron los años;
el niño, en su tierra, creció como un paria;
vio la fusta estallar implacable
del siervo en la espalda;
mirar pudo en el rostro del César
sonrisas de lástima;
la sangre, rebelde,
subió a sus mejillas en brusca oleada;
y después... en sus noches de insomnio,
evocando a la ninfa soñada
¡qué mezquina, qué pobre, qué triste
solía mirarla!

¡Ay! el sueño... ¡qué dulce y alegre!
La verdad... ¡qué desnuda y amarga!
Por eso el mancebo
pensando en la patria,
sintió muchas veces sus ojos marchitos
llenarse de lágrimas.

 

 

RAMÓN FELIPE MEDINA

 

También

 
También en la mañana es la tristeza
un pájaro que muerde las entrañas,
para robarle al día
la luz de sus albores,
dejando como un hueco sin fondo de nostalgias.
También en la mañana es la tristeza
un pájaro de hielo que se triza,
porque la muerte llega
sobre un recién nacido
y deja sus venitas congeladas.
Lo sé, porque ha llegado con el aire
el ángel cuyo dardo misterioso
penetra con sigilo
al fondo del aljibe,
donde el presagio hiere nuestras almas.
Y por mis venas, con glacial premura,
un río de tristeza hacia la muerte
avanza, mientras suelta
sus últimos fulgores
la estrella del albor hasta quedarse en nada.

 

 

HJALMAR FLAX


 

Poiesis



Escribe el escritor y al escribir
desde la más profunda soledad
donde se empoza impuro el sedimento
del sueño y la vigilia que es su vida,
a ese rincón de olvidos, a ese sótano
secreto acude, escarba, yace, busca
consigo estar callado en su desorden,
entre sus trastos como un trasto más.
Entonces, quizá entonces, sólo a veces,
alguna oblicua luz que no le llega
de sol ni de bombilla, le relumbra
el papel sobre el cual junta sonidos,
cadencias de palabras, que no caen
desde el distante mundo sino desde
su propia sangre viva hasta su mano,
menguada ya la fuerza originaria,
dejando trazos que parecen versos.

 
Cuestión de oficio