martes, 14 de octubre de 2014

JUAN LARREA

 

El corazón viene a encallarse en su forma habitual

 

La transparencia viaja a lo largo de sus brazos
la transparencia prolonga una vida sin amargura
es en el lecho de su lago
un pedazo de ella misma de ella misma rodeada
centellear de las sombras alud inimitable
el ámbar desnudo de la vida ya no ofrece resistencia

(Una mirada nos separa
un día hermoso nos enluta
porque edificas tu casa
con todo lo que de mí mismo ignoro)
 

Traducción de Carlos Barral

 

 

RAÚL GÓMEZ JATTIN

 

Consolación

 

Cuánta congoja agazapada
Llevas, Eusebio
El paisaje moral de tus contemporáneos
Te afectó como una lepra blanca.

Eres demasiado sensible, muchacho
Recógete en los libros,
En tu alquimia,
En el calor de tu madre.

El resto no vale la pena, Eusebio
Son fantasmas
Muchedumbres de fantasmas ebrios.

 

 

MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA



Invitación al amor



¿Por qué, señora, con severa mano
cerráis el camarín de los amores,
si hay notas de cristal en el piano
y en los jarrones de alabastro flores?

¿Por qué cerrar la habitación secreta
y atar las rojas alas del deseo
a la hora misteriosa en que Julieta
oyó crujir la escala de Romeo?

¿Habré sido tal vez en vuestra vida
rápida exhalación, perfume vago,
sombra de un ave que en veloz huída
se desvanece sin rugar el lago?

¿Nada os habló de nuestro amor perdido
ni el lirio azul ni la camelia roja,
ni la fuente de mármol esculpido
que vuestras verdes parietarias moja?


¿Nada os habló de mí? Ni los carmines
que os salen, si me veis, a la mejilla,
ni vuestra alcoba azul, ni los cojines
que dibujan, hundidos, mi rodilla?

¿No oía la voz del viento que se estrella
de vuestra reja en los calados bronces?
Muy negra está la noche... como aquella
y desierta la calle..., como entonces.

¡Ah! Vuestro labio sin piedad mentía,
no ha muerto aún nuestra pasión, señora;
no cantan las alondras todavía,
ni se estremece en el cristal la aurora.

Vano temor, escrúpulo cobarde,
nuestras almas desune y nos aleja.
Dejad me, pues, que silencioso aguarde
y que os vele de pie junto a la reja.

Permitid que tenaz y enamorado
contemple vuestro cuerpo de sultana
y admire por sombra recatado
vuestro cutis de tersa porcelana.

Dejadme ver, inquietas y curiosas,
vuestras pupilas a través del velo,
y que me hablen de amor como a las rosas
les hablan las estrellas desde el cielo.

No, no es verdad que nuestro amor ha muerto,
por más que la borrasca nos desuna.
El niño vive aún, está despierto
y nos tiende los brazos en la cuna.

Todo cual antes en la quieta alcoba
mi vuelta aguarda y esperando queda:
desde la obscura puerta de caoba
hasta el sitial de purpurina seda.

Todo os habla de mí: la tersa fuente,
los cortinajes blancos y rojizos,
hasta el peine de nácar transparente
que detiene en la nuca vuestros rizos.

Todo secretas pláticas entabla
y cuenta nuestras citas amorosas.
Todo, señora, de mi amor os habla
con la muda elocuencia de las cosas.

Es inútil huir; la noche cierra;
tiende la sombra su callado velo;
los pájaros se juntan en la tierra
los astros se buscan en el cielo.

¿Por qué luchar cuando el amor suave
cantan los nidos y la estrella helada,
si tenéis, al andar, algo de ave
y mucho de lucero en la mirada?

El parque humedecido por las lluvias,
el agua que aromó vuestros cabellos,
las brisas frescas y las hebras rubias
que tiemblan de pasión en vuestro cuello.

Todo, perfume, claridad o nido,
os habla de mi amor y nos alienta,
hasta las cintas del corsé ceñido
que mis esquelas de pasión calienta.

Todo me aguarda aún: la muelle alfombra,
la puerta franca, el cortinaje espeso;
en un rincón del canapé, la sombra,
y en vuestros labios de carmín, el beso.

No queráis resistir; los sueños míos
conocen vuestros íntimos pesares,
y vos venís a mí como los ríos
corren a confundirse con los mares.

¿Por qué la soledad en torno vuestro?
¿Por qué dejar el comenzado viaje?
¿Por qué la pena y el color siniestro,
de vuestro negro y ondulante traje?

Todo para ayudaros se conjura:
las ondas melancólicas suspiran...
los niños duermen y los astros miran.

 

 

MANUEL DEL CABRAL

 

Camina

 

Camina el jefe del pueblo
después de beber café.
Y una voz que no se ve,
grita al oído:
-Mire, jefe, que hay un hombre
que allí está herido.

-Lo sé.

Camina el jefe del pueblo
después de beber café.

Y vuelve la voz y dice:
-Jefe, que un hombre no ve;
tiene llanto entre los ojos,
y tiene plomo en los pies.

-Lo sé.

Sigue caminando el jefe
después de beber café.
Y la misma voz le grita:

-Murió un hombre allí de sed.
¿Qué haremos, ahora, jefe?

-Que haga pronto el hoyo usted.

Y el jefe sigue su rumbo,
pero también
el jefe sigue pensando...

Piensa sólo a qué hora es
la otra taza
de café...

 

 

 

GERARDO DIEGO

 

Adentro, más adentro...

 

Adentro, más adentro,
hasta encontrar en mí todas las cosas.
Afuera, más afuera,
hasta llegar a ti en todas las cosas.

secreto panteísmo.
Mi oración es así.
Tú estás en todo
y todo en mí.

 

 

 

ELSA WIEZELL



Pasión enternecida

 

Tensa lágrima, las dos infancias;
Pero yo te conozco
cielo frío en los ojos
y ardiente boca del encuentro.
En el tumulto cardinal de otras risas,
sin fronteras de maravillas
con este tímido fragmento
de un amor postergado.
Yo te conozco ritual del vértigo,
demencia, fragua y vacío.
Ala postrera que vá cayendo
y buscando entre las cosas
la estructura del sueño.
Hallazgo tan imposible
la hora por vivir,
(pura infancia)

Precipitando cantos yo clamo lo virginal,
la erguida soldad de metafísica.
Yo clamo por lo insondable
con este paso yerto como péndulo
y un miedo tímido que escondo
con eléctrica mano en un bolsillo.
Quemandome los ojos,
la mueca, la osadía, el gesto,
volveré a buscar la mariposa.

En la oscura montaña escribiré ventiscas,
la epidermis tendrá otra maravilla.

Sabré al fin del día
que en esta dura arcilla se hace la voz
con esta soledad que precipita
el cielo frío de los ojos.
(Ya nunca más vencida)