lunes, 3 de noviembre de 2014

JOSÉ MARÍA EGUREN





 

Alumbraron en la mesa los candiles,
Moviéronse solos los aguamaniles,
Y un dominó vacío, pero animado,
Mientras ríe por la calle la verbena,
Se sienta iluminado,
Y principia la cena.

Su claro antifaz de un amarillo frío
Da los espantos en derredor sombrío
Esta noche de insondables maravillas,
Y tiende vagas, lucífugas señales
A los vasos, las sillas
Los ausentes comensales.

Y luego en horror que nacarado flota,
Por la alta noche de voluntad ignota,
En la luz olvida manjares dorados,
Ronronea una oración culpable, llena
De acentos desolados,
Y abandona la cena.

 

 

CÉSAR VALLEJO



Deshora

 

Pureza amada, que mis ojos nunca
llegaron a gozar. ¡Pureza absurda!

Yo sé que estabas en la carne un día,
cuando yo hilaba aún mi embrión de vida.
Pureza en falda neutra de colegio;
y leche azul dentro del trigo tierno
a la tarde de lluvia, cuando el alma
ha roto su puñal en retirada,
cuando ha cuajado en no sé qué probeta
sin contenido una insolente piedra,
cuando hay gente contenta; y cuando lloran
párpados ciegos en purpúreas bordas.

Oh, pureza que nunca ni un recado
me dejaste, al partir el triste barro,
ni una migaja de tu voz; ni un nervio
de tu convite heroico de luceros.

Alejaos de mí, buenas maldades,
dulces bocas picantes...

Yo la recuerdo al veros ¡oh mujeres!
Pues de la vida, en la perenne tarde,
nació muy poco ¡pero mucho muere!
 

 

 

XAVIER ABRIL


 

Tono Último Del Alba
 


A una sola línea del sueño, del color que es su vida. El mundo de
mis manos se vuelve sutil en su cuello. Luego, se pierde el mundo.
Esto ya es el gozo, la media luna, el canto de primavera. De sus axi-
las veo emerger la estación, el verano.

Adormecida en el alba entre dos rayos.

 

 

NICOMEDES SANTA CRUZ

 

Al Señor De Los Milagros

 

Paso a Nuestro Amo y Señor
andas, lienzo y candelabros.
Paso a Nuestro Salvador
el Señor de los Milagros.

La calle es un río humano
por cuyo cauce, la gente
muy acompasadamente
camina desde temprano.
¿Avancen, avancen hermanos,
no estorben al cargador…?
grita el Capataz Mayor
que las cuadrillas comanda.
¿Paso, que vienen las andas,
paso a Nuestro Amo y Señor…?

Por las calles se desborda
aquel torrente morado;
gimen los pies maltratados,
la Fe permanece sorda.
La multitud que lo aborda
da marco al rey de los cuadros:
Caídas y descalabros
en aquella mar mulata,
y cual velero de plata
andas, lienzo y candelabros.


Una señora morena
le ofrece todos sus hijos;
una ciega de ojos fijos
pídele Luz Nazarena;
azota una Magdalena
su vil cuerpo pecador.
Al paso del Redentor
doblan tristes las campanas
¿Avancen, avancen hermanas,
paso a Nuestro Salvador…?

Sobre el lienzo de Jesús
la tarde pinta una sombra.
Sobre las frentes se nombra
señal dela Santa Cruz…
Bajo un cirio ¿santa luz?
A Ti, Señor, me consagro,
y de tus perfiles magros
venga a nos tu Redención
que nunca negó perdón
el Señor de los Milagros.

 

BLANCA VARELA

 

Dama de blanco

  

el poema es mi cuerpo
esto la poesía
la carne fatigada
el sueño el sol
atravesando desiertos
los extremos del alma se tocan
y te recuerdo Dickinson
precioso suave fantasma
errando tiempo y distancia
en la boca del otro habitas
caes al aire eres el aire
que golpea con invisible sal
mi frente
los extremos del alma se tocan
se cierran se oye girar la tierra
ese ruido sin luz
arena ciega golpeándonos
así será ojos que fueron boca
que decía manos que se abren
y se cierran vacías
distante en tu ventana
ves al viento pasar
te ves pasar el rostro en llamas
póstuma estrella de verano
y caes hecha pájaro
hecha nieve en la fuente
en la tierra en el olvido
y vuelves con falso nombre de mujer
con tu ropa de invierno
con tu blanca ropa de
invierno
enlutado -

 

 

ABRAHAM VALDELOMAR



El hermano ausente en la Cena Pascual

 

Soneto

La misma mesa antigua y holgada, de nogal,
y sobre ella la misma blancura de mantel
y los cuadros de caza de anónimo pincel
y la oscura alacena, todo, todo está igual...

Hay un sitio vacío en la mesa hacia el cual
mi madre tiende a veces su mirada de miel
y se musita el nombre del ausente; pero él
hoy no vendrá a sentarse en la mesa pascual.

La misma criada pone, sin dejarse sentir,
la suculenta vianda y el plácido manjar;
pero no hay la alegría ni el afán de reír

que animaran antaño la cena familiar;
y mi madre que acaso algo quiere decir,
ve el lugar del ausente y se pone a llorar...