miércoles, 26 de noviembre de 2014

JORGE EDUARDO EIELSON


 
En el corazón del otoño

 

Este taller dorado, señora,
Si usted suelta sus cabellos,
Su corsé, sus abundantes senos,
Arderá. La Muerte vestida,
Calavera de viejo sombrero,
Con plumas de pato en la nuca,
Vendrá, si usted llora, señora,
Desnuda en el bosque, si llora.
Hermosa señora, qué viento,
Qué viejo ya el día, las flores,
La cera y el vino, sus ojos, señora.
Este taller dorado, señora, es el otoño.

 

De "Doble diamante"

 

 

LUIS HERNÁNDEZ



Browning, Robert

 

Dime Robert
Qué es más propio;
La grama
El césped
El grass
La extensa pradera
De hierba
Sordello; un loco señor
Me habló de Sordello;
EzraPound

Y otro de tus jardines;
Jiménez de Moguer
("Roberto Browning", M: 380)

 

 

CÉSAR MORO



El humo se disipa

 
                          A donde voraz y ciego
                         Es el Minotauro el fuego
                        Y es el laberinto el humo
                            Calderón de la Barca

 

Tu aliento es como la mejor mañana fresca de olor de aves y de mar un
            velamen cruza veloz la foresta interdicta de tu aliento donde los
            pájaros se columpian picoteando estrellas mientras un galope
            tendido de gacelas transtorna las flores y las convierte en piedras
            de luna y el silencio recorre la escala de tu aliento de fuente y de
            montaña nevada.
Frente a frente tu aliento el soplo aterrador de la primavera en los
            bosques de nieve eterna iniciando el desfile de los témpanos
            coronados de osos polares flameantes
Tu aliento certero en medio del corazón una piedra que cae en el estanque
            dormido y levanta geiseres de estrellas enloquecidas que buscan su
            origen en tu boca
Tu aliento es un despeñadero en el que caen árboles enteros y el ruido se
            tapiza y las frutas maduran y todo se volatiliza en una caída sin
            término
La mañana perfila los cendales de tu aliento y la tormenta tiene olor de tu
            saliva y tu saliva es el cráter de donde vuelan los peñascos
            enfurecidos portadores de mensajes ilegibles.
Tu aliento de meteorito disparado desde el cielo cayendo en un bosque
            ardiente chamuscando leopardos y provocando el alarido de los
            elementos
Tu aliento es humareda de ignición de poemas obscenos tu aliento
            precipitándose a mansalva sobre campos inmensos bajo la luna
Tu aliento en la mañana la nostalgia de la noche fulgurante de rayos que
            bordan en el cielo las cataratas de tu aliento

De "La tortuga ecuestre"

 

JAVIER SOLOGUREN


 
Detenimientos
 

                                                Assezconnu. Les arréts de la vie
                                                   O Raumeurs et Visions!
                                                          A. Rimbaud


Hallo la transparencia del aire en la sonrisa;
hallo la flor que se desprende la luz, que cae,
que va cayendo, envolviéndose,
cayendo por las rápidas pendientes del cielo
al lado del blanco y agudo canto de los pájaros marinos.
Descendiendo a la profunda animación de la fábrica corpórea
que opera como un denso vino bajo la lengua ligera.
Aquí y allá las obras de la tierra, las diminutas catástrofes
en los montículos de arena,
la sucesión de alegre rayo en la humedad del roquedal.
(Nuevamente el viento de mano extensa
y pródiga, enamorada).
Ventanas de sal doradas por la tarde, brillante dureza
por la que unos ojos labran el silencio
como un blanco mármol, desnudo e imperioso
entre árboles y nubes.


De "Detenimientos"

 

ROSSELLA DI PAOLO



De encantación

 

               La playa tendida como un lagarto
                             llora minuciosa
                    una vastísima lágrima.

               Barcas en velan deambulan por su sal incesante
                    abrazando redes ateridas de peces.

Los hombres avanzan desfigurando la rectitud de las calles
               con voces de botellas abiertas y pies desnudos

pero observan: Hoy la brisa
               es pájaro invisible que las ramas presienten
                    como gitanas tintineantes
cuando desmadejan el hilo prodigioso de las manos.

La tarde es un renglón de niños que cruza las veredas
               huyendo del árbol hojeroso
empeñado en dibujar sombras en la hierba.

(La cola de un gato será la rúbrica gentil
              de un sol que tiene sueño).

 

 

CÉSAR ÁNGELES L.

 

PN

 

A mi madre
debiera enseñarle mi pene
tal vez se convenciera de
que ya no soy un niño

A ti también
que te asustas cuando lees pene
debiera enseñártelo
tal vez así dejarías de asustarte

A mi papá también
para que deje de aliarse a mi madre

(o tal vez no debiera enseñar nada:
no vaya a ser que consideren
mejor reventarme los pulmones)