miércoles, 30 de septiembre de 2015

ALFONSO REYES OCHOA




A Enrique González Martínez



Muchas sendas hollé, muchos caminos
Solicitaron el afán creciente,
De contrastar los usos de la gente
Y confundirme con los peregrinos.

Mezclaba los sabores de los vinos
En cada clima caprichosamente,
Y yo no sé si ello fue prudente
O si mis pasos fueron desatinos.

Había que buscar la ruta cierta
Y ceñir el desborde con el dique.
Volví cansado, procuré la puerta...

Y déjame, poeta, que lo explique
Como quien se despoja y se liberta:
Tú estabas a la puerta, claro Enrique.


SALVADOR NOVO




Junto a tu cuerpo



Junto a tu cuerpo totalmente entregado al mío
Junto a tus hombros tersos de que nacen las rutas de tu abrazo,
De que nacen tu voz y tus miradas, claras y remotas,
Sentí de pronto el infinito vacío de su ausencia.
Si todos estos años que me falta
Como una planta trepadora que se coge del viento
He sentido que llega o que regresa en cada contacto
Y ávidamente rasgo todos los días un mensaje que nada contiene sino una fecha
Y su nombre se agranda y vibra cada vez más profundamente
Porque su voz no era más que para mi oído,
Porque cegó mis ojos cuando apartó los suyos
Y mi alma es como un gran templo deshabitado.
Pero este cuerpo tuyo es un dios extraño
Forjado en mis recuerdos, reflejo de mí mismo,
Suave de mi tersura, grande por mis deseos,
Máscara
Estatua que he erigido a su memoria.



JAIME SABINES GUTIÉRREZ




Ayer estuve observando



Ayer estuve observando a los animales
Y me puse a pensar en ti.
Las hembras son más tersas,
Más suaves y más dañinas.
Antes de entregarse maltratan al macho,
O huyen, se defienden.

¿Por qué? Te he visto a ti también,
Como las palomas, enardeciéndote
Cuando yo estoy tranquilo.
¿Es que tu sangre y la mía se encienden
A diferentes horas?

Ahora que estás dormida debías responderme.
Tu respiración es tranquila y tienes
El rostro desatado y los labios abiertos.
Podrías decirlo todo sin aflicción, sin risas.

¿Es que somos distintos? ¿No te hicieron, pues,
De mi costado? ¿No me dueles?

Cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño
Y me abrazas y me envuelves y te cierras
Como la flor con el insecto,
Sé algo, sabemos algo.
La hembra es siempre más grande, de algún modo.

Nosotros nos salvamos de la muerte.
¿Por qué? Todas las noches nos salvamos.
Quedamos juntos, en nuestros brazos,
Y yo empiezo a crecer como el día.

Algo he de andar buscando en ti,
Algo mío que tú eres y que no has de darme nunca.

¿Por qué nos separaron? Me haces falta para andar,
Para ver, como un tercer ojo,
Como otro pie que sólo yo sé que tuve.



JAIME MARIO TORRES BODET




Agosto



Va a llover... Lo ha dicho al césped
El canto fresco del río;
El viento lo ha dicho al bosque
Y el bosque al viento y al río...

Va a llover... Crujen las ramas
Y huele a sombra en los pinos...

Naufraga en verde el paisaje...
Pasan pájaros perdidos...

¡Qué solo te quedas tú
Pobre corazón sin nido!


JORGE CUESTA PORTE-PETIT




Amor en sombra



Abro de amor a ti mi sangre rota,
Para invadirte sin saberte amada.
El íntimo sollozo es negra espada
Que en la dureza de su luz se embota.

Al borde de mi sombra tu alma brota,
Así mi linde está más amparada.
Y aunque la fuga es más precipitada
Tu ausencia es cada vez menos remota.

Tu luz es lo que más me apesadumbra
Y si enciendes mis ojos con tu vida
El corazón me dobla la penumbra.

Mi soledad tu nombre dilapida
A la sombra del aire que te encumbra
Y apaga el lujo de tu voz vencida.



ALBERTO RUY SÁNCHEZ LACY




El reclamo del colibrí



Dejaste que el sueño te invadiera
Como un río metiéndose en tus venas.
El sueño del silencio, el de la noche larga.
Y al despertar te fuiste con el sueño.

Vamos a enterrar lo que olvidaste:
Tu rostro sin llanto ni sonrisas,
Tus manos sin fuerza ni ternura,
Tus pies sin pasos,
Tus ojos hacia adentro,
Tu boca sin hambre,
El frío que te cubre como un velo invisible,
El dolor que ya no sientes y nos dejas.

Pasaremos por aquí sin verte.
Nos sentaremos en tu silla.
Dormiremos en tu cama.




martes, 29 de septiembre de 2015

XAVIER VILLAURRUTIA GONZÁLEZ




Nocturno muerto



Primero un aire tibio y lento que me ciña
Como la venda al brazo enfermo de un enfermo
Y que me invada luego como el silencio frío
Al cuerpo desvalido y muerto de algún muerto.

Después un ruido sordo, azul y numeroso,
Preso en el caracol de mi oreja dormida
Y mi voz que se ahogue en ese mar de miedo
Cada vez más delgada y más enardecida.

¿Quién medirá el espacio, quién me dirá el momento
En que se funda el hielo de mi cuerpo y consuma
El corazón inmóvil como la llama fría?

La tierra hecha impalpable silencioso silencio,
La soledad opaca y la sombra ceniza
Caerán sobre mis ojos y afrentarán mi frente.


MANUEL MARÍA FLORES




Bajo las palmas



Morena por el sol de mediodía
Que en llama de oro fúlgido la baña,
Es la agreste beldad del alma mía,
La rosa tropical de la montaña.

Diole la selva su belleza ardiente;
Diole la palma su gallardo talle;
En su pasión hay algo del torrente
Que se despeña desbordado al valle.

Sus miradas son luz, noche sus ojos;
La pasión en su rostro centellea,
Y late el beso entre sus labios rojos
Cuando desmaya su pupila hebrea.

Me tiembla el corazón cuando la nombro;
Cuando sueño con ella, me embeleso;
Y en cada flor con que su senda alfombro
Pusiera un alma como pongo un beso.

Allá en la soledad, entre las flores,
Nos amamos sin fin a cielo abierto,
Y tienen nuestros férvidos amores
La inmensidad soberbia del desierto.

Ella, regia, la beldad altiva,
Soñadora de castos embelesos,
Se doblega cual tierna sensitiva
Al aura ardiente de mis locos besos.

Y tiene el bosque voluptuosa sombra,
Profundos y selvosos laberintos,
Y grutas perfumadas, con alfombra
De eneldos y tapices de jacintos.

Y palmas de soberbios abanicos
Mecidos por los vientos sonoros,
Aves salvajes de canoros picos
Y lejanos torrentes caudalosos.

Los naranjos en flor que nos guarecen
Perfuman el ambiente, y en su alfombra
Un tálamo los musgos nos ofrecen
De las gallardas palmas a la sombra.

Por pabellón tenemos la techumbre
Del azul de los cielos soberano,
Y por antorcha de himeneo la lumbre
Del espléndido sol americano.

Y se oyen tronadores los torrentes
Y las aves salvajes en conciertos,
En tanto celebramos indolentes
Nuestros libres amores del desierto.

Los labios de los dos, con fuego impresos,
Se dicen en secreto de las almas;
Después.... desmayan lánguidos los besos
Y a la sombra quedamos de las palmas.



GABRIEL ZAID





Despedida



A punto de morir,
Vuelvo para decirte no sé qué
De las horas felices.
Contra la corriente.

No sé si lucho para no alejarme
De la conversación en tus orillas
O para restregarme en el placer
De ir y venir del fin del mundo.

¿En qué momento pasa de la página al limbo,
Creyendo aún leer, el que dormita?
La corza en tierra salta para ser perseguida

Hasta el fondo del mar por el delfín,
Que nada y se anonada, que se sumerge
Y vuelve para decir no sé qué.



ALBERTO RUY SÁNCHEZ LACY




Seremos rio



Bailar contigo
al lado del río
con la corriente
por dentro
y la música
pasando
bajo los puentes.
Bailar contigo
escuchando al Sena
tararear nuestros pasos
y a tu corazón
en mis manos
explotar de felicidad.

Bailar tu aliento,
tu risa,
tus pasos en el aire,
tu aire en mis brazos.
La música late
en tu cuello,
vibra
en mis labios,
grita
en mis dedos.
Tus manos dicen
con hambre
que no podemos parar.

La sangre
canta, baila,
gira en mis venas,
iza agolpada
mis alegrías,
abre fragantes,
húmedas,
hipnotizadas
tus compuertas.
Cerraremos los ojos
y seremos río,
viento favorable,
giro interminable,
suspiro
y no podremos
nunca,
nunca, nunca,
nunca
dejar de pasar.

Bailar bajo los puentes
contigo
que luego
hacer el amor
nunca será igual.




CARLOS PELLICER CÁMARA


  

Que se cierre esa puerta



Que se cierre esa puerta
Que no me deja estar a solas con tus besos.
Que se cierre esa puerta
Por donde campos, Sol y rosas quieren vernos.

Esa puerta por donde
La cal azul de los pilares entra
A mirar como niños maliciosos
La timidez de nuestras dos caricias
Que no se dan porque la puerta abierta.

Por razones serenas
Pasamos largo tiempo a puerta abierta.
Y arriesgado es besarse
Y oprimirse las manos, ni siquiera
Mirarse demasiado, ni siquiera
Callar en buena lid.

Pero en la noche
La puerta se echa encima de sí misma
Y se cierra tan ciega y claramente
Que nos sentimos ya, tú y yo, en campo abierto,
Escogiendo caricias como joyas
Ocultas en la noche con jardines
Puestos en las rodillas de los montes,
Pero solos tú y yo.

La mórbida penumbra
Enlaza nuestros cuerpos y saquea
Mi inédita ternura,
La fuerza de mis brazos que te agobian
Tan dulcemente, el gran beso insaciable
Que se bebe a sí mismo
Y en su espacio redime
Lo pequeño de ilímites distancias.

Dichosa puerta que nos acompañas,
Cerrada, en nuestra dicha. Tu obstrucción
Es la liberación de estas dos cárceles;
La escapatoria de las dos pisadas
Idénticas que saltan a la nube
De la que se regresa en la mañana.



ROSARIO CASTELLANOS




La velada del sapo



Sentadito en la sombra
-Solemne con tu bocio exoftálmico; cruel
(En apariencia, al menos, debido a la hinchazón
De los párpados); frío,
Frío de repulsiva sangre fría.

Sentadito en la sombra miras arder la lámpara

En torno de la luz hablamos y quizá
Uno dice tu nombre.

(En septiembre. Ha llovido)

Como por el resorte de la sorpresa, saltas
Y aquí estás ya, en medio de la conversación,
En el centro del grito.

¡Con qué miedo sentimos palpitar
El corazón desnudo
De la noche en el campo!


lunes, 28 de septiembre de 2015

JORGE CUESTA PORTE-PETIT




No para el tiempo, sino pasa



No para el tiempo, sino pasa; muere
La imagen de sí, que a lo que pasa aspira
A conservar igual a su mentira.
No para el tiempo; a su placer se adhiere.

Ni lleva al alma, que de sí difiere,
Sino al sitio diverso en que se mira.
El lugar de que el alma se retira
Es el que el hueco de la muerte adquiere.

Tan pronto como el alma el cambio habita,
No la abandona el cambio en lo que deja
Ni de la vida incierta la separa;

Se aventura y su riesgo sólo imita
Al tiempo entonces su razón perpleja,
Pues goza la razón mas no se para.


SALVADOR NOVO




Retrato de niño



En este retrato
Hay un niño mirándome con ojos grandes;
Este niño soy yo
Y hay una fecha: 1906.

Es la primera vez que me miré atentamente.
Por supuesto que yo hubiera querido
Que ese niño hubiera sido más serio,
Con esa mano más serena,
Con esa sonrisa más fotográfica.

Esta retrospección no remedia, empero,
Lo que el fotógrafo, el cumpleaños,
Mi mamá, yo y hasta tal vez la fisiología
Dimos por resultado en 1906.



MANUEL JOSÉ OTHON




La llanura amarguísima y salobre...



La llanura amarguísima y salobre,
enjuta cuenca de océano muerto,
y en la gris lontananza, como puerto,
el peñascal, desamparado y pobre.

Unta la tarde en mi semblante yerto
aterradora lobreguez, y sobre
tu piel, tostada por el sol, el cobre
y el sepia de las rocas del desierto.

Y en el regazo donde sombra eterna,
del peñascal bajo la enorme arruga,
es para nuestro amor nido y caverna,

las lianas de tu cuerpo retorcidas
en el torso viril que te subyuga,
con una gran palpitación de vidas.



JAIME GARCÍA TERRES




Amor, el animoso hermano...



Amor, el animoso hermano
menor de las virtudes, al nacer ha trocado
mi corazón en una madre;
que así pasa la noche calculando
los años de sus hijos, y pregunta
si los poderes que gobiernan la vida del más tierno
son redentores o maléficos; si las estrellas que rigieron
su nacimiento auguran vida al amor, o muerte.
Ah, corazón, ¿en dónde buscas?
¿Son aquéllos los hados que presiden tus días?
Saben bien que hay un rostro, en cada una
de cuyas mágicas miradas la belleza
abre las páginas del Libro del Destino
que la fortuna del amor inscriben.

               Ah, corazón, ella y sus ojos
te enseñaran mayor astrología.
Encima del dictado de las horas natales,
sobre los signos y las conjunciones,
en la misericordia de sus ojos está ya señalado
si el pobre amor aguarda vida o muerte.
Si esos agudos rayos, revistiendo
mortales filos, del amor urgiesen la partida
(aun cuando los cielos acordaren
entronizar un sino diferente;
aun cuando los astros más propicios, en cruce
con la más generosa de las constelaciones,
hubiesen bendecido el natalicio,
y rogado a la tierra solidaria
que alfombrase la ruta del nacido,
de cuantos bienes confortaren esta sangre joven),
al más leve desdén de la belleza,
el amor hallará definitivamente muerte.
Pero si en ella prevalecen los influjos piadosos,
y dora del amor humilde la esperanza:
(aunque desfavorables ennegrezcan
las miradas celestes, la cuna del amor;
pese a que todos los diamantes
en la corona del soberbio Júpiter
determinen agobios a su frente )
podían los ojos de ella rescatarlo;
sonríe la belleza y el amor sobrevive.
Ay, si el amor perdura, ¿dónde, si en ella no,
si no en sus ojos, sus oídos, en su pecho, si no
en el aliento suyo esconderé al amor de la temible muerte?
Pues en la vida que le dieren otros sitios,
perecerá el amor con estar vivo.
O si el amor perece, ¿dónde, si en ella no,
sino en sus ojos, sus oídos, en su pecho, sino
en el aliento suyo, dispondré los funerales?
En tumba semejante recluido
el amor vivirá, con estar muerto.



HOMERO ARIDJIS

  


Abril es ella quien habla por tus labios...



Abril es ella quien habla por tus labios
como un joven sonido desnudo por el aire

En la noche ha volado con tu vuelo más alto
con risa de muchacha
como el fuego nocturno de los frutos del viento
donde vibran los pájaros 

                                       Manzana del amor
su voz bajo la lluvia es un pescado rojo

Embarcada en sus cuencos con los ojos absortos
es la virgen gaviota que ha bebido del mar

en el agua su sol   mariposa de luz

 


EFRAÍN HUERTA




El amor



El amor viene lento como la tierra negra,
como luz de doncella, como el aire del trigo.
Se parece a la lluvia lavando viejos árboles,
resucitando pájaros. Es blanquísimo y limpio,
larguísimo y sereno: veinte sonrisas claras,
un chorro de granizo o fría seda educada.

Es como el sol, el alba: una espiga muy grande.

Yo camino en silencio por donde lloran piedras
que quieren ser palomas, o estrellas,
o canarios: voy entre campanas.
Escucho los sollozos de los cuervos que mueren,
de negros perros semejantes a tristes golondrinas.

Yo camino buscando tu sonrisa de fiesta,
tu azul melancolía, tu garganta morena
y esa voz de cuchillo que domina mis nervios.
Ignorante de todo, llevo el rumbo del viento,
el olor de la niebla, el murmullo del tiempo.

Enséñame tu forma de gran lirio salvaje:
cómo viven tus brazos, cómo alienta tu pecho,
cómo en tus finas piernas siguen latiendo rosas
y en tus largos cabellos las dolientes violetas.

Yo camino buscando tu sonrisa de nube,
tu sonrisa de ala, tu sonrisa de fiebre.
Yo voy por el amor, por el heroico vino
que revienta los labios. Vengo de la tristeza,
de la agria cortesía que enmohece los ojos.

Pero el amor es lento, pero el amor es muerte
resignada y sombría: el amor es misterio,
es una luna parda, larga noche sin crímenes,
río de suicidas fríos y pensativos, fea
y perfecta maldad hija de una Poesía
que todavía rezuma lágrimas y bostezos,
oraciones y agua, bendiciones y penas.

Te busco por la lluvia creadora de violencias,
por la lluvia sonora de laureles y sombras,
amada tanto tiempo, tanto tiempo deseada,
finalmente destruida por un alba de odio.



domingo, 27 de septiembre de 2015

GABRIEL ZAID




Brindis



Borracho estoy de amarte y de mirarte,
Alta luz, alta copa enaltecida.
El vino se hace lenguas del Espíritu
Y migas hace el pan con el mantel.
Blanca la luz y negra y roja y viva,
En tus dedos es sangre, en tus pupilas
Eternidad, en tus labios silencio.
Te amo, sí, te amo, borracho de tus ojos,
Borracho, del silencio que ha arrasado tus ojos,
Noche viva y sin lágrimas, noche viva y sin rumbo,
Pero llena de estrellas como un mar sin temor.



ALFONSO REYES OCHOA




Visitación



-Soy la Muerte-— me dijo. No sabía
Que tan estrechamente me cercara,
Al punto de volcarme por la cara
Su turbadora vaharada fría.

Ya no intento eludir su compañía:
Mis pasos sigue, transparente y clara
Y desde entonces no me desampara
Ni me deja de noche ni de día.

—-¡Y pensar -—confesé—-, que de mil modos
Quise disimularte con apodos,
Entre miedos y errores confundida!

"Más tienes de caricia que de pena".
Eras alivio y te llamé cadena.
Eras la muerte y te llamé la vida.



XAVIER VILLAURRUTIA GONZÁLEZ




Décima muerte
                                     A Ricardo de Alcázar.


I

¡Qué prueba de la existencia
Habrá mayor que la suerte
De estar viviendo sin verte
Y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
De amar a lo nunca visto
Y de esperar lo imprevisto;
Este caer sin llegar
Es la angustia de pensar
Que puesto que muero existo.


II

Si en todas partes estás,
En el agua y en la tierra,
En el aire que me encierra
Y en el incendio voraz;
Y si a todas partes vas
Conmigo en el pensamiento,
En el soplo de mi aliento
Y en mi sangre confundida,
¿No serás, Muerte, en mi vida,
Agua, fuego, polvo y viento?


III

Si tienes manos, que sean
De un tacto sutil y blando,
Apenas sensible cuando
Anestesiado me crean;
Y que tus ojos me vean
Sin mirarme, de tal suerte
Que nada me desconcierte
Ni tu vista ni tu roce,
Para no sentir un goce
Ni un dolor contigo, Muerte.


IV

Por caminos ignorados,
Por hendiduras secretas,
Por las misteriosas vetas
De troncos recién cortados,
Te ven mis ojos cerrados
Entrar en mi alcoba oscura
A convertir mi envoltura
Opaca, febril, cambiante,
En materia de diamante
Luminosa, eterna y pura.

V

No duermo para que al verte
Llegar lenta y apagada,
Para que al oír pausada
Tu voz que silencios vierte,
Para que al tocar la nada
Que envuelve tu cuerpo yerto,
Para que a tu olor desierto
Pueda, sin sombra de sueño,
Saber que de ti me adueño,
Sentir que muero despierto.


VI

La aguja del instantero
Recorrerá su cuadrante,
Todo cabrá en un instante
Del espacio verdadero
Que, ancho, profundo y señero,
Será elástico a tu paso
De modo que el tiempo cierto
Prolongará nuestro abrazo
Y será posible, acaso,
Vivir después de haber muerto.


VII

En el roce, en el contacto,
En la inefable delicia
De la suprema caricia
Que desemboca en el acto,
Hay un misterioso pacto
Del espasmo delirante
En que un cielo alucinante
Y un infierno de agonía
Se funden cuando eres mía
Y soy tuyo en un instante.

VIII

¡Hasta en la ausencia estás viva!
Porque te encuentro en el hueco
De una forma y en el eco
De una nota fugitiva;
Porque en mi propia saliva
Fundes tu sabor sombrío,
Y a cambio de lo que es mío
Me dejas sólo el temor
De hallar hasta en el sabor
La presencia del vacío.


IX

Si te llevo en mí prendida
Y te acaricio y escondo,
Si te alimento en el fondo
De mi más secreta herida;
Si mi muerte te da vida
Y goce mi frenesí,
¿Qué será, Muerte, de ti
Cuando al salir yo del mundo,
Deshecho el nudo profundo,
Tengas que salir de mí?


X

En vano amenazas, Muerte,
Cerrar la boca a mi herida
Y poner fin a mi vida
Con una palabra inerte.
¡Qué puedo pensar al verte,
Si en mi angustia verdadera
Tuve que violar la espera;
Si en vista de tu tardanza
Para llenar mi esperanza
No hay hora en que yo no muera!



JAIME SABINES GUTIÉRREZ




En la sombra estaban sus ojos



En la sombra estaban sus ojos
Y sus ojos estaban vacíos
Y asustados y dulces y buenos
Y fríos.

Allí estaban sus ojos y estaban
En su rostro callado y sencillo
Y su rostro tenía sus ojos
Tranquilos.

No miraban, miraban, qué solos
Y qué tiernos de espanto, qué míos,
Me dejaban su boca en los labios
Y lloraban un aire perdido
Y sin llanto y abiertos y ausentes
Y distantes, distantes y heridos
En la sombra en que estaban, estaban
Callados, vacíos.

Y una niña en sus ojos sin nadie
Se asomaba sin nada a los míos
Y callaba y miraba y callaba
Y sus ojos abiertos y limpios,
Piedra de agua, me estaban mirando
Más allá de mis ojos sin niños
Y qué solos estaban, qué tristes,
Qué limpios.

Y en la sombra en que estaban sus ojos
Y en el aire sin nadie, afligido,
Allí estaban sus ojos y estaban
Vacíos.


MANUEL MARÍA FLORES




Adoración



Como al ara de Dios llega el creyente,
Trémulo el labio al exhalar el ruego,
Turbado el corazón, baja la frente,
Así, mujer, a tu presencia llego.

¡No de mí apartes tus divinos ojos!
Pálida está mi frente, de dolores;
¿Para qué castigar con tus enojos
Al que es tan infeliz con sus amores?

Soy un esclavo que a tus pies se humilla
Y suplicante tu piedad reclama,
Que con las manos juntas se arrodilla
Para decir con miedo... ¡que te ama!

¡Te ama! Y el alma que el amor bendice
Tiembla al sentirle, como débil hoja;
¡Te ama! Y el corazón cuando lo dice
En yo no sé qué lágrimas se moja.

Perdóname este amor, llama sagrada,
Luz de los cielos que bebí en tus ojos,
Sonrisa de los ángeles, bañada
En la dulzura de tus labios rojos.

¡Perdóname este amor! A mí ha venido
Como la luz a la pupila abierta,
Como viene la música al oído,
Como la vida a la esperanza muerta.

Fue una chispa de tu alma desprendida
En el beso de luz de tu mirada,
Que al abrasar mi corazón en vida
Dejó mi alma a la tuya desposada.

Y este amor es el aire que respiro,
Ilusión imposible que atesoro,
Inefable palabra que suspiro
Y dulcísima lágrima que lloro.

Es el ángel espléndido y risueño
Que con sus alas en mi frente toca,
Y que deja -perdóname... ¡es un sueño!-
El beso de los cielos en mi boca.

¡Mujer, mujer! Mi, corazón de fuego,
De amor no sabe la palabra santa,
Pero palpita en el supremo ruego
Que vengo a sollozar ante tu planta.

¿No sabes que por sólo las delicias
De oír el canto, que tu voz encierra,
Cambiara yo, dichoso, las caricias
De todas las mujeres de la tierra?

¿Que por seguir tu sombra, mi María,
Sellando el labio, a la importuna queja,
De lágrimas y besos cubriría
La leve huella que tu planta deja?

¿Que por oír en cariñoso acento
Mi pobre nombre entre tus labios rojos,
Para escucharte detendré mi aliento,
Para mirarte me pondré de hinojos?

¿Que por sentir en mi dichosa frente
Tu dulce labio con pasión impreso,
Te diera yo, con mi vivir presente,
Toda mi eternidad... por sólo un beso?

Pero si tanto, amor, delirio tanto,
Tanta ternura ante tus pies traída,
Empapada con gotas de mi llanto,
Formada con la esencia de mi vida;

Si este grito de amor, íntimo, ardiente,
No llega a ti; si mi pasión es loca...
Perdona los delirios de mi mente,
Perdona las palabras de tu boca.

Y ya no más mi ruego sollozante
Irá a turbar tu indiferente calma...
Pero mí amor hasta el postrer instante
Te daré con las lágrimas del alma.



JAIME MARIO TORRES BODET




Ambición



I

Dame, Señor, la fuerza de un pétalo de rosa
Capaz de sostener el perfume de un bosque...

II

Nada más, Poesía:
La más alta clemencia
Está en la flor sombría
Que da toda su esencia.

No busques otra cosa.
Corta, abrevia, resume,
¡No quieras que la rosa
Dé más que su perfume!


sábado, 26 de septiembre de 2015

GILBERTO OWEN




12. Adiós



El pañuelo de espumas
del rompeolas me lloraba, ¡adiós!,
y en la noche aquel grito -aquella estrella-,
¡ven! y mi corazón que era sólo
un temblor que cantaba, en medio,
y de mi hondura, hacia la nada,
ya sin mis ojos, yo.

Y mi nombre escrito en la arena,
y tu ascensión, luz, lumbre, sobre el mar;
luego de allá, lejos, la onda,
de aquí, de mí, la sombra
que todo lo borraban.

El mar dormía
como nunca, y como si fuera
ya para siempre, sin mi alma.


De: Desvelo


JOSÉ GOROSTIZA




Pescador de luna



Cuando me mira los faroles rojos
en la orilla del mar,
mi pescador, el de profundos ojos,
pone sus negras redes a pescar.

( El mar ante la noche se ilumina,
y sus olas doradas, al nacer,
florecen como un ansia repentina
en ojos de mujer. )

Pez de luna bruñida no se pesca,
pescador.
Agua del golfo, la ondulada y fresca,
deja que riegue la orilla con amor.

No persigas la forma del lucero,
que ni el agua dormida la dará;
si él, como un sonámbulo viajero,
sólo viene y se va.

Que, pobres, las corrientes y la charca
encierran ilusión,
y ajenos al peligro de tu barca
vienen sueños de luz al corazón.

Con los ojos, ya tímidos, escarbas
en los mares rebeldes a cincel,
y puede correr llanto por tus barbas
de serpientes de miel.

El agua misma, la ondulada y fresca,
ponga un poco de sol en tu dolor.
¡Pez de luna bruñida no se pesca,
pescador!


MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA




Ondas muertas



En la sombra debajo de tierra,
donde nunca llegó la mirada,
se deslizan en curso infinito
silenciosas corrientes de agua.

Las primeras, al fin, sorprendidas,
por el hierro de rocas taladra,
en inmenso penacho de espumas
hervorosas y límpidas saltan.

Mas las otras, en densa tiniebla,
retorciéndose siempre resbalan,
sin hallar la salida que buscan,
a perpetuo correr condenadas.

A la mar se encaminan los ríos,
y en su espejo movible de plata,
van copiando los astros del cielo
o los pálidos tintes del alba:

ellos tienen cendales de flores,
en su seno las ninfas se bañan,
fecundizan los fértiles valles,
y sus ondas son de agua que canta.

En la fuente de mármoles níveos,
juguetona y traviesa es el agua,
como niña que en regio palacio
sus collares de perlas desgrana;

ya cual flecha bruñida se eleva,
ya en abierto abanico se alza,
de diamantes salpica las hojas
o se duerme cantando en voz baja.

En el mar soberano las olas
los peñascos abruptos asaltan;
al moverse, la tierra conmueve
y el tumulto los cielos escalan.

Allí es vida y es fuerza invencible,
allí es reina colérica el agua,
como igual con los cielos combate
y con dioses monstruosos batalla.

¡Cuán distinta la negra corriente
a perpetua prisión condenada,
la que vive debajo de tierra
do ni yertos cadáveres bajan!

La que nunca la luz ha sentido,
la que nunca solloza ni canta,
esa muda que nadie conoce,
esa ciega que tiene esclava.

Como ella, de nadie sabidas,
como ella, de sombras cercadas,
sois vosotras también, las oscuras
silenciosas corrientes de mi alma.

¿Quién jamás conoció vuestro curso?
¡Nadie a veros benévolo baja!
Y muy hondo, muy hondo se extienden
vuestras olas cautivas que callan.

Y si paso os abrieran, saldríais,
como chorro bullente de agua,
que en columna rabiosa de espuma
sobre pinos y cedros se alza.

Pero nunca jamás, prisioneras,
sentiréis de la luz la mirada:
¡seguid siempre rodando en la sombra,
silenciosas corrientes del alma!



SALVADOR DÍAZ MIRÓN




Engarce



El misterio nocturno era divino.
Eudora estaba como nunca bella,
y tenía en los ojos la centella,
la luz de un gozo conquistado al vino.

De alto balcón apostrofóme a tino;
y rostro al cielo departí con ella
tierno y audaz, como con una estrella...
!Oh qué timbre de voz trémulo y fino!

¡Y aquel fruto vedado e indiscreto
se puso el manto, se quitó el decoro,
y fue conmigo a responder a un reto!

¡Aventura feliz!  La rememoro
con inútil afán; y en un soneto
monto un suspiro como perla en oro.


JOSÉ JUAN TABLADA




El ídolo en el atrio



Una Piedra del Sol
sobre el cielo de la mañana
asoma en lo alto
el ancho rostro de basalto
a la orilla de un charco de obsidiana
y parece que su boca vierte
un reguero de sangre humana
y zempazúchiles de muerte...

Es del trigo del sol
la gran piedra molar
que hace el pan de los días
en los molinos de la eternidad.

Piedra de las cronologías,
síntesis de los años y los días
donde se exhala en silencioso canto
el pertinaz espanto
de las viejas mitologías...

Los meses enflorados y agoreros
en ella ensartan lunas de pálido tecali
así como los cráneos hueros
en el zompantli del teocali.

En torno de esa tabla de la ley
gladiatorios o místicos agrúpanse los meses
entre bélicos cantos y rumores de preces
como en torno de un rey...

Y al final los días rezagados
los Nemontemi... ¡Cinco enmascarados
con pencas de maguey!...

Días en cuyas noches se derrite
la luna como turbio chalchihuite;
en que mancha de sombra luce el oro del sol
como la piel del tigre o como el girasol...

Otros días sonoros y ricos
como el trópico son, y si ruge el jaguar
y vuelan las parvadas de pericos,
¡parece que la selva echó a volar!

Y el relámpago de las guacamayas
rasga el cielo -clamor y bandera-
como si el eco y el vislumbre fuera
de la legión del dios de las batallas.

Y en pleno día las caudas de los quetzales
suben y giran como fuegos artificiales,
cual si cayeran astros o volaran las flores,
o las minas de esmeraldas ascendieran en surtidores
y se abatieran en festones de saucedales...

El gran boa anaconda se mueve como río
de sinuosos rastros
y la espesura escalofría
su largo dorso tenebroso y frío,
taraceado de flores e incrustado de astros
en simétrica geometría.

Otras tardes inunda la llanura el salvaje
tropel de los bisontes
y sus jibas ondulan cual montes
o proceloso mar de móvil oleaje.

Y dejando a su paso todo roto
en terrible crujir,
se hunde en la selva el terremoto
del Tapir...

Los macacos aúllan en el bambú empinado;
la iguana el tornasol de su iris cambió
y el armadillo se ha salvado
pues en su carapacho se escondió.

Contraído en su concha, hecho un ovillo,
rodó por la montaña noche y día
¡y salvo llegó al valle el armadillo!

El águila que lo perseguía
desde el azur adonde se cernía
lo dio por muerto...
¡y a poco el armadillo al sol surgía
como un santo ermitaño del desierto!

Burló del águila la garra,
mas al fin convertido en guitarra
bajo la mano
llena de amor patrio
de un zapatista suriano,
de la Tierra de Promisión,
ial pie del Idolo del Atrio
el armadillo canta la canción




CARMEN ALARDIN





VIENES LLUVIA, ES VERDAD, PERO LOS RÍOS
jamás se posesionan de tu aroma.
Llegas sonora y apareces triste,
con ritos de nostalgia al despertar.
Después de que el relámpago libera
con su pasión tus cárceles moradas,
vienes Lluvia, te vas y nos devuelves
más luminoso el cielo que robaste.
Yergues tu vara mágica de trigo
modelando el milagro del sendero,
y escribes en el lago profecías
de interminables círculos cautivos.
Llegas interrogando lo que sabes
y no te deja de asombrar la tierra.
Lluvia de pozos tristes que contempla
la cicatriz del mundo:
¿cuántas heridas faltan al silencio
para sentirse mar?



De: Todo se deja así


viernes, 25 de septiembre de 2015

AMADO NERVO




Ofertorio



Dios mío, yo te ofrezco mi dolor:
¡Es todo lo que puedo ofrecerte!
Tú me diste un amor, un solo amor,
¡un gran amor!

                        Me lo robó la muerte
...y no me queda más que mi dolor.
            Acéptalo, Señor;
¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!...



De la amada inmóvil

FRANCISCO DE ASÍS FERNÁNDEZ




Sobre el deteriorado pavimento



Sobre el deteriorado pavimento
de una desolada y mugrienta calle
un barquito de papel periódico
está tirado en otro Trafalgar de la vida.

Yo fui el Capitán de las hazañas
de ese navío olvidado.
La memoria se va haciendo con el mismo papel
de este barco que lanzamos en nuestra niñez
para desafiar las correntadas de la vida.





ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ




Canción



Canción para los que saben
Lo que es llorar...
¿Quién pudiera darte al viento
E irse al viento en el cantar!

Canción como lluvia fina
Sobre el mar,
Que se disuelve y es nube
Que sube y vuelve a llorar...

Canción que en el alma es lluvia,
Canción que es llanto en el mar...
¡Quién pudiera darte al viento
E irse al viento en el cantar!



MIGUEL ÁNXO FERNÁN-VELLO

  


A dos adolescentes mojadas por las lluvias de primavera



Salud a esos cuerpos que llevan la frescura
de estas sombras lluviosas en el cielo de mayo.
La primavera llueve en dulces aguas claras.
Nubes de corazón brillante.

En la blancura de las frentes de silencioso viento
tenéis vuestra luz y estrellas húmedas
arden en vuestros ojos con íntima alegría.
Y sonreís al tiempo con rosadas mejillas
ofreciendo al mundo un inocente gesto
de primeros amores.

Salud a esos cuerpos de cabellos mojados
por esta lenta lluvia entre vuestro perfume
de poros deseados para beberlos todos.
Bajo los suaves vestidos sois ninfas alegres
que sueña este silencio de laguna desnuda.
En vuestra piel lleváis licor de flores resplandecientes,
azúcar enamorado en vuestros finos labios.
Qué sabrosos frutos se inflamarán un día
en vuestros cuerpos jóvenes de ciervas exquisitas.
La redondez suave de blandos pechos
tiene maravilla y gozo de cáliz ansiado
y que tierno terciopelo se adivina brillante
en vuestras caderas suaves de delicada blancura.

Salud profunda y larga a esos húmedos cuerpos
de lluvia y primavera,
cuerpos jóvenes y alegres,
hermosuras tan vivas,
adolescentes cuerpos para diosas futuras...


De "Seivas de amor e transito"




MANUEL JOSÉ OTHON




La campana



¿Qué te dice mi voz a la primera
luz auroral? "La muerte está vencida,
ya en todo se oye palpitar la vida,
ya el surco abierto la simiente espera".

Y de la tarde en la hora postrimera:
"Descansa ya. La lumbre está encendida
en el hogar..." Y siempre te convida
mi acento a la oración en donde quiera.

Convoco a la plegaria a los vivientes,
plaño a los muertos con el triste y hondo
son de sollozo en que mi duelo explayo.

Y, al tremendo tronar de los torrentes
en pavorosa tempestad, respondo
con férrea voz que despedaza el rayo.