miércoles, 14 de enero de 2015

FEDERICO GARCÍA LORCA




El poeta pide a su amor
que le escriba

 

Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal, la piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí, rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena, pues, de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena noche
del alma para siempre oscura.

 

 

FRANCISCO DE QUEVEDO




Exhorta a los que amaren, que no sigan
los pasos por donde ha hecho su viaje



Cargado voy de mí, veo delante
muerte, que me amenaza la jornada:
ir porfiando por la senda errada
más de necio será que de constante.

Si por su mal me sigue necio amante
(que nunca es sola suerte desdichada),
¡ay!, vuelva en sí, y atrás, no dé pisada
donde la dio tan ciego caminante.

Ved cuán errado mi camino ha sido;
cuán solo y triste y cuán desordenado,
que nunca ansí le anduvo pie perdido:

pues por no desandar lo caminado,
viendo delante y cerca fin temido,
con pasos, que otros huyen, le he buscado.

PABLO NERUDA

 

Soneto LXX

 

Tal vez herido voy sin ir sangriento
por uno de los rayos de tu vida
y a media selva me detiene el agua:
la lluvia que se cae con su cielo.

Entonces toco el corazón llovido:
allí sé que tus ojos penetraron
por la región extensa de mi duelo
y un susurro de sombra surge solo:

¿Quién es? ¿Quién es? Pero no tuvo nombre
la hoja o el agua oscura que palpita
a media selva, sorda, en el camino,

y así, amor mío, supe que fui herido
y nadie hablaba allí sino la sombra,
la noche errante, el beso de la lluvia.

 

 

MANUEL ACUÑA




 A Rosario

 

 Esta hoja arrebatada a una corona
 que la fortuna colocó en mi frente
 entre el aplauso fácil e indulgente
 con el primer ensayo se perdona.

 Esta hoja de un laurel que aún me emociona
 como en aquella noche, dulcemente
 por más que mi razón comprende y siente
 que es un laurel que el mérito no abona.

 Tú la viste nacer, y dulce y buena
 te estremeciste como yo al encanto
 que produjo al rodar sobre la escena.

 Guárdala y de la ausencia en el quebranto
 que te recuerde de mis besos, llena,
 al buen amigo que te quiere tanto.

 

 

ALFONSINA STORNI

 

Cara copiada

 

Es la cara de un niño transparente, azulosa,
Como si entre los músculos y la piel de la cara
Una napa de leche lentamente rodara.
En ella solamente la boca es una rosa.

Y detrás de ese cutis de lavada azucena
Otra cara se esconde, fuertemente esculpida;
Es aquella del hombre que le ha dado la vida
Y se mueve en sus rasgos y los gestos le ordena:

Mira con inocencia y es dura su mirada.
Su sonrisa es tranquila y en el fondo es taimada:
Hay huellas en la fresca ternura de su pulpa.

Ya en la boca se pinta la blandura redonda
Que dan los besos largos y en su nariz la honda
Codicia de la especie. ¡Y carece de culpa!

 

 

RAMÓN LÓPEZ VELARDE

 


A un imposible

 
 
Me arrancaré, mujer, el imposible
Amor de melancólica plegaria,
Y aunque se quede el alma solitaria
Huirá la fe de mi pasión risible.

Iré muy lejos de tu vista grata
Y morirás sin mi cariño tierno,
Como en las noches del helado invierno
Se extingue la llorosa serenata.

Entonces, al caer desfallecido
Con el fardo de todos mis pesares,
Guardaré los marchitos azahares
Entre los pliegues del nupcial vestido.