miércoles, 11 de febrero de 2015

HAROLD ALVARADO TENORIO

 


Buenos tiempos
 


En aquellos buenos tiempos tenía que visitarte de tarde,
cuando crecía la brisa,
y esperar que terminaras tu primera cita con aquel,
a quien no amabas.

Tenue recuerdo, tu casa, idéntica a todas,
con un patio de baldosín, cuadrados verdes y rojos,
unas macetas de geranios, las sillas de espaguetis,
las paredes cubiertas de cal amarilla
y el eterno marica
—trasnochado—
yendo de la Seca a la Meca,
como un perro de matarife.

En aquellos buenos tiempos
pagarte era un placer enorme.

Poder comprar un poco de tu amor,
las múltiples caricias que cambiabas
por diez o veinte pesos,
verte mostrar las piernas y las nalgas
o recordarte
con los pantalones negros apretados a la carne,
y el pulóver rojo que cubría tus enormes tetas,
diosa, bella como ninguna otra, eterna hembra
que han soñado todos a través de los siglos.

Me parece verte, verte y volver a verte
con los labios rojos retumbando bajo el calor de las dos,
al pie de la puerta, muerta de risa y de ganas,
ganas, de algo que solo sabemos son ganas de vivir.

En aquellos buenos tiempos
era bueno abrirte las piernas
y lamerte hasta el cansancio
y fornicarte hasta la última gota y partir.

En aquellos tiempos,
cuando no eras la grande
y gorda puta de hoy a quien celebro,
memorable objeto hecho de música,
muñeca sin rencor,
juguete de todos los placeres,
bella y única.

En aquellos buenos tiempos
idos para siempre, ahora en marzo,
cuando solo el recuerdo
puede construir un pasado y una vida
muerta para siempre.


 

 

LEOPOLDO ALAS MÍNGUEZ


 

El ángel y el vampiro

 

Pasé la vida entre vampiros y ángeles,
libando con paciencia los unos mi energía,
los otros trasvolando mis días más sentidos.
Todos los trances de luz fueron suyos:
al ángel los del cuerpo, los del alma al vampiro.
 
Al sol como en la sombra estuve ciego
y en el tránsito hacia el zenit, perdido.
Confundí las alas blancas con las capas negras.
Gusté, besando al ángel, los labios del vampiro.

Siempre acudí a la cita con lo eterno.
Cada vez que llamó, me encontraba.
Unas veces hermoso y otras veces oscuro,
el timbre de su voz me subyugaba,
la miel de su sonrisa me encendía,
y bailábamos juntos, el ángel o el vampiro
y yo que nunca supe muy bien con quién bailaba.

 

De "La posesión del miedo" 1996

 

 

MANUEL JOSÉ ARCE




Hola

 

Tú, que vienes caminando
desde el fondo de mi vida;
que traes como bandera
la música de tu risa;
tú que en tus ojos escondes
lo que mi alma necesita;
tú, que en mi pecho has vivido
por años como dormida
y hoy me despiertas de golpe
hasta que no da cabida
mi pequeño corazón
para esta explosión de dicha.
Eres el río al que quise
ponerle diques un día.
Hoy que subió tu corriente
ya no hay diques que resistan.
En la casa de mi pecho,
en mi sueño y mi vigilia,
en las calles de mis manos,
en la ciudad de mis días,
en la patria de mis pasos
y en el país de mi vida
ven, entra y manda: es tu reino,
tu victoria, tu conquista.

 

 

 

FRANCISCO ÁLVAREZ


 

Juntos

 

Por cauce horizontal y paralelo,
mi mano, cabalgando en tu figura,
baja de la cadera a la cintura,
ronda los senos y ensortija el pelo.

Tu intimidad sensual levanta el vuelo
descubriendo vibrante una estructura
con ansiedad de entrega y de aventura
y la agresión de una leona en celo.

He de hacer de tu cuerpo una mordaza,
y formarán tus labios un camino
de humedad, arrastrándose en mi piel.

Verás mi círculo de amor que abraza
tu temblor en furioso torbellino,
y plantaré mi flor en tu vergel.

 

 

 

ODETTE ALONSO


 
 
Moriremos de amor

 
 
Todos los vientos llegan como una manotada
y yo cubro tu cuerpo lo incorporo
quiero aliviarme en ti.
Hace un segundo la luna era distinta
y no había ese susto en tu mirada.
Algo nos viene encima
ese sordo rumor es un presagio.
Cierra los ojos pronto amiga mía.
Es el amor que llega.

 

SOR JUAN INÉS DE LA CRUZ

 


 
Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve,
se que lo siento y no se
la causa porque lo siento

Siento una grave agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.

y cuando con mas terneza
mi infeliz estado lloro
se que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza. "

Siento un anhelo tirano
por la ocasión a que aspiro,
y cuando cerca la miro
yo misma aparto la mano.
Porque si acaso se ofrece,
después de tanto desvelo
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.

Y si alguna vez sin susto
consigo tal posesión
(cualquiera) leve ocasión
me malogra todo el gusto.

Siento mal del mismo bien
con receloso temor
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.