domingo, 29 de marzo de 2015

SILVINA OCAMPO


  

En tu jardín secreto hay mercenarias...

  

En tu jardín secreto hay mercenarias
dulzuras, ávidas proclamaciones,
crueldades con sutiles corazones,
hay ladrones, sirenas legendarias.

Hay bondades en tu aire, solitarias
multiplican arcanas perfecciones.
Se ahondan en angostos callejones,
tus árboles con ramas arbitrarias.

Alguna vez oí el chirrido frío
de un portón que al cerrarse me dejaba
prisionera, perdida, siempre esclava

de tu felicidad que junto a un río
bajaba entre las frondas a un abismo
de intermitente luz, con tu exorcismo.

 

 

 

RUBÉN DARÍO



Primaveral

Mes de rosas. Van mis rimas
En ronda, a la vasta selva,
A recoger miel y aromas
En las flores entreabiertas.
Amada, ven. El gran bosque
Es nuestro templo; allí ondea
Y flota un santo perfume
De amor. El pájaro vuela
De un árbol a otro y saluda
Tu frente rosada y bella
Como a un alba; y las encinas
Robustas, altas, soberbias,
Cuando tú pasas agitan
De los himnos de esa lengua
Sus hojas verdes y trémulas,
Y enarcan sus ramas como
Para que pase una reina.
¡Oh, amada mía! Es el dulce
Tiempo de la primavera.
Mira en tus ojos los míos;
Da al viento la cabellera,
Y que bañe el sol ese aro
De luz salvaje y espléndida.
Dame que aprieten mis manos
Las tuyas de rosa y seda,
Y ría, y muestren tus labios
Su púrpura húmeda y fresca.
Yo voy a decirte rimas,
Tú vas a escuchar risueña;
Si acaso algún ruiseñor
Viniese a posarse cerca
Y a contar alguna historia
De ninfas, rosas y estrellas,
Tú no oirás notas ni trinos,
Sino, enamorada y regia,
Escucharás mis canciones
Fija en mis labios que tiemblan.
¡Oh, amada mía! Es el dulce
Tiempo de la primavera.
Allá hay una clara fuente
Que brota de una caverna,
Donde se bañan desnudas
Las blancas ninfas que juegan.
Ríen al son de la espuma,
Hienden la linfa serena;
Entre polvo cristalino
Esponjan sus cabelleras;
Y saben himnos de amores
En hermosa lengua griega,
Que en glorioso tiempo antiguo
Pan inventó en las florestas.
Amada, pondré en mis rimas
La palabra más soberbia
De la frase de los versos
De los himnos de la lengua;
Y te diré esa palabra
Empapada en miel hiblea...
¡Oh, amada mía! Es el dulce
Tiempo de la primavera.
Van en sus grupos vibrantes
Revolando las abejas
Como un áureo torbellino
Que la blanca luz alegra;
Y sobre el agua sonora
Pasan radiantes, ligeras,
Con sus alas cristalinas
Las irisadas libélulas.
Oye: canta la cigarra
Porque ama al sol, que en la selva
Su polvo de oro tamiza,
Entre las hojas espesas.
Su aliento nos da en un soplo
Fecundo la madre tierra,
Con el alma de los cálices
Y el aroma de las yerbas.
¿Ves aquel nido? Hay un ave.
Son dos: el macho y la hembra.
Ella tiene el buche blanco,
Él tiene las plumas negras.
En la garganta el gorjeo,
Las alas blancas y trémulas;
Y los picos que se chocan
Como labios que se besan.
El nido es cántico. El ave
Incuba el trino, ¡oh poetas!,
De la lira universal
El ave pulsa una cuerda.
Bendito el calor sagrado
Que hizo reventar las yemas.
¡Oh, amada mía! Es el dulce
Tiempo de la primavera.
Mi dulce musa Delicia
Me trajo un ánfora griega
Cincelada en alabastro,
De vino de Naxos llena;
Y una hermosa copa de oro,
La base henchida de perlas,
Para que bebiese el vino
Que es propicio a los poetas.
En el ánfora está Diana,
Real, orgullosa, esbelta,
Con su desnudez divina
Y en actitud cinegética.
Y en la copa luminosa
Está Venus Citerea
Tendida cerca de Adonis
Que sus caricias desdeña.
No quiere el vino de Naxos
Ni el ánfora de asas bellas,
Ni la copa donde Cipria
Al gallardo Adonis ruega.
Quiero beber del amor
Sólo en tu boca bermeja.
¡Oh, amada mía! Es el dulce
Tiempo de la primavera.




CARILDA OLIVER LABRA


 
Carta II

 
Llueve contra la tarde y tu retrato.
La mariposa enferma su alegría.
Sobre el tintero se quedó vacía
la pluma con que escribo. Duerme el gato.


Miro para la sal, para el zapato,
para la tarde que se pone fría.
Nada me pertenece. Se diría
que el cielo se ha mudado por un rato.

Como la brisa reza y el mar arde,
las muchachas que están bajo la tarde
se sonreirán en todos los espejos.


Como es domingo, como nadie llora,
yo echaré mis claveles en la hora
sin acordarme de que tú eres. lejos.

 

LEOPOLDO LUGONES


 

Nocturno

 

Grave fue nuestro amor, y más callada
aquella noche frescamente umbría,
polvorosa de estrellas se ponía
cual la profundidad de una cascada.

Con la íntima dulzura del suceso
que abandonó mis labios tus sonrojos,
delirados de sombra ví tus ojos
en la embebida asiduidad del beso.

Y lo que en ellos se asomó a mi vida,
fue tu alma, hermana de mi desventura,
avecilla poética y oscura
que aleteaba en tus párpados rendida.

 

 

JULIÁN DEL CASAL


 

4. Las horas

 

¡Qué tristes son las horas! Cual rebaño
de ovejas que caminan por el cielo
entre el fragor horrísono del trueno,
y bajo un cielo de color de estaño.

Cruzan sombrías en tropel huraño,
de la insondable Eternidad al seno,
sin que me traigan ningún bien terreno,
ni siquiera el temor de un mal extraño.

Yo las siento pasar sin dejar huellas,
cual pasan por el cielo las estrellas,
y aunque siempre la última acobarda,

de no verla llegar ya desconfío,
y más me tarda cuanto más la ansío
y más la ansío cuanto más me tarda.

 

De "Nieve"

 

 

CARLOS EDMUNDO DE ORY


 
 
Denise

 

Cuando pongo mis manos de metal
mis manos primitivas sin destreza
en tu pelo abundante donde empieza
tu cuerpo que respira amor mortal.

Cuando tocan mis dedos tu total
altura de los pies a la cabeza
sin que me tiemble el pulso, amo la pieza
maravillosa de tu ser camal.

Y entonces de quietud y roce puro
tu mirada me vence, llena de aguas
y tu silencio femenino me arde.

De repente de acción me transfiguro
desciendo mi contacto a tus enaguas
y te desnudo y te amo y se hace tarde.