sábado, 9 de mayo de 2015

CAROLINA CORONADO


 

¡Ay! transportad mi corazón al cielo!


Ángeles peregrinos que habitáis
las moradas divinas del Oriente
y que mecidos sobre el claro ambiente
por los espacios del mortal vagáis.

A vosotros un alma enamorada
os pide sin cesar en su lamento
alas, para cruzar del firmamento
la senda de los aires azulada.

Veladme con la niebla temerosa
que por la noche ciega a los mortales,
y en vuestros puros brazos fraternales
llevadme allá donde mi bien reposa.

Conducidme hasta el sol donde se asienta
bajo el dosel de reluciente oro
el bien querido por quien tanto lloro,
genio de la pasión que me atormenta.

¡Ay! Transportad mi corazón al cielo,
y si os place después darme castigo,
destrozadme en los aires y bendigo
vuestra piedad y mi dichoso vuelo.


 

 

JAIME SILES

 


Biografía


Mi ayer son algas de pasión,
luces de espuma.
Y una arena insaciable que devora
los cuerpos submarinos.
Un cielo blando donde beben
las palomas sin rumbo del estío.

 

De "Biografía sola"

 

 

 

RUBÉN DARÍO


 


¡Oh, terremoto mental!


¡Oh, terremoto mental!
Yo sentí un día en mi cráneo
Como el caer subitáneo
De una Babel de cristal.

De Pascal miré el abismo,
Y vi lo que pudo ver
Cuando sintió Baudelaire
El ala del idiotismo.

Hay, no obstante, que ser fuerte;
Pasar todo precipicio
Y ser vencedor del vicio
De la locura y la muerte.



LEOPOLDO LUGONES

 

Salmo pluvial
 


Tormenta:

Érase una caverna de agua sombría el cielo;
El trueno, a la distancia, rodaba su peñón;
Y una remota brisa de conturbado vuelo,
Se acidulaba en tenue frescura de limón.

Como caliente polen exhaló el campo seco
Un relente de trébol lo que empezó a llover.
Bajo la lenta sombra, colgada en denso fleco,
Se vio el cardal con vívidos azules florecer.

Una fulmínea verga rompió el aire al soslayo;
Sobre la tierra atónita cruzó un pavor mortal,
y el firmamento entero se derrumbó en un rayo,
Como un inmenso techo de hierro y de cristal.

Lluvia:

Y un mimbreral vibrante fue el chubasco resuelto
Que plantaba sus líquidas varillas al trasluz,
O en pajonales de agua se espesaba revuelto,
Descerrajando al paso su pródigo arcabuz.
Saltó la alegre lluvia por taludes y cauces;
Descolgó del tejado sonoro caracol;
y luego, allá a lo lejos, se desnudó en los sauces.
Transparente y dorada bajo un rayo de sol.

Calma:

Delicias de los árboles que abrevó el aguacero.
Delicia de los gárrulos raudales en desliz.
Cristalina delicia del trino del jilguero.
Delicia serenísima de la tarde feliz.

Plenitud:

El cerro azul estaba fragante de romero,
y en los profundos campos silbaba la perdiz.

 

 

 

DELMIRA AGUSTINI

  
 
El surtidor de oro


Vibre, mi musa, el surtidor de oro
la taza rosa de tu boca en besos;
de las espumas armoniosas surja
vivo, supremo, misterioso, eterno,
el amante ideal, el esculpido
en prodigios de almas y de cuerpos;
debe ser vivo a fuerza de soñado,
que sangre y alma se me va en los sueños;
ha de nacer a deslumbrar la vida,
y ha de ser un dios nuevo!
Las culebras azules de sus venas
se nutren de milagro en mi cerebro...

Selle, mi musa, el surtidor de oro
la taza rosa de tu boca en besos;
el amante ideal, el esculpido
en prodigios de almas y de cuerpos,
arraigando las uñas extrahumanas
en mi carne, solloza en mis ensueños:
-Yo no quiero más vida que tu vida,
son en ti los supremos elementos;
déjame bajo el cielo de tu alma,
en la cálida tierra de tu cuerpo!-
-Selle, mi musa, el surtidor de oro
la taza rosa de tu boca en besos! 

 

LUIS G. URBINA


 
 

Mañana de sol



Palpitan, como alas de pájaros en fuga,
las velas que sacude la brisa matinal,
y el aire, a flor de onda, menudamente arruga
la seda azul, tramada de estambres de cristal.

De la dorada costa la placidez subyuga,
y tiene el viento puro delicadeza tal,
que al refrescarme el rostro, parece que me enjuga
las lágrimas pueriles, el beso maternal.

Una bandada de aves por los espacios sube;
decora la brillante blancura de la nube
y mancha el inviolado zafir de la extensión .

Y en la solemne calma de estas horas divinas,
esparcen a lo lejos, dos voces femeninas,
quién sabe qué ternura que moja el corazón...