domingo, 7 de junio de 2015

FERNANDO PESSOA

 
 

El viento, el viento alto


El viento, alto en su elemento
Me hace más solo -no me estoy
Lamentando, él se tiene que lamentar.

Es un sonido abstracto, insondable
venido del elusivo fin del mundo.
Profundo es su significado.

Me habla el todo inexistente en él,
Cómo la virtud no es un escudo, y
Cómo la mejor es estar en silencio.


(27.12.33)
Versión de Rafael Díaz Borbón


 

ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR


 

Duerme, sueña, haz

                              «Duerme bajo los Angeles, sueña bajo los Santos»
                                                                                     Rubén Darío

 
Echan abajo muros que nunca debieron existir
Y levantan o refuerzan otros que no deben existir tampoco
Y un día serán a su vez abajados con estruendo.
Avanzan tanques en la sombra.
Derriban estatuas de gallardos combatientes
Cuyas imágenes verdaderas fueron erigidas para siempre en
                  el alma.
Desaparecen o aparecen o se desgarran países
Y otros son invadidos, mutilados,
Y hay lugares donde se celebra con fiestas de colores el
                  crimen
Que denuncia una vocecita de niña sola entre altos
                  cristales.
Cambian de rumbo armas que ahora sólo apuntan al Sur.

Y tú,
Príncipe, campeon, pirata, capitán, copo de plumas,
Robin por ahora de bosques de lino,
Tigre rojo
En quien tras muchas décadas han reaparecido
Los nombres de los hijos mayores
De quienes se alegrarían tanto de saberlo
Si no fueran ya polvo en la sombra, sombra en el polvo;
Tú,
Deseado en largas noches de Africa,
Concebido en Cuba por amor, para el amor,
Sin saber que en tus hombros hoy de rosa
Debes sostener las constelaciones de fuego y la historia,
Más rigurosa, más implacable que las constelaciones,
Estás cumpliendo tus primeros dos meses de haber venido
A este extraño planeta, a esta increíble casa en llamas.
Y como naciste águila y no serpiente de cascabel,
Potro libre en la llanura y no borrego,
Te toca rehacerla y engrandecerla
Palmo a palmo,
Trino a trino,
Flor a flor.

Perdónalos,
Perdónanos,
Perdóname,
Phocás.

Playa de Jibacoa, 28 de agosto de 1991

 

CHARLES BAUDELAIRE


 

La estéril


Con su veste ondulante, de visos nacarados
-aún cuando camina parece que danzara-
cual ágiles serpientes que en la mágica vara
y en cadencias concitan los juglares sagrados;

Como la arena fosca y el azul inclemente
-una y otro impasibles ante el dolor humano;
como la red sin fondo del artero océano,
va desplegando Ella su mirar indolente.

Tersos, fingen sus ojos un metal agorero
-amalgama de oro, gemas, lampos de acero-
suma del ángel puro y la esfinge profunda,

y en su naturaleza simbólica y extraña
esplende para siempre, con su inútil entraña,
la fría majestad de la hembra infecunda.


 
Versión de Carlos López Narváez

 

ÓSCAR ACOSTA

 
 

El fuego


Frotó el indio la yesca,
el pedernal, el pino
con otro pino viejo,
la madera, las hojas
de roble, la corteza
de los ceibos caídos,
el cuerpo del animal
salvaje, el carbón
mineral endurecido.

El mundo cambió entonces
otro espejo movible
que no era el del agua,
alzó su brazo rojo
en la espesa maleza,
en el ámbito crudo
de miles de años
a la sombra, iluminados
solamente por el rayo
o por el centelleo
de los lúcidos ojos
de las fieras.

Tú te callaste entonces
viendo crecer la lengua
clarísima, la llama
que levantó su lanza,
su corona de espinas
y que lamió la noche
como animal salvaje.
Ante tu limpio rostro
de indígena doncella
nacía otro milagro:
el milagro del fuego.
 

JOSÉ LEZAMA LIMA


 

Los fragmentos de la noche

 

Cómo aislar los fragmentos de la noche
para apretar algo con las manos,
como la liebre penetra en su oscuridad
separando dos estrellas
apoyadas en el brillo de la yerba húmeda.
La noche respira en una intocable humedad,
no en el centro de la esfera que vuela,
y todo lo va uniendo, esquinas o fragmentos,
hasta formar el irrompible tejido de la noche,
sutil y completo como los dedos unidos
que apenas dejan pasar el agua,
como un cestillo mágico
que nada vacío dentro del río.
Yo quería separar mis manos de la noche,
pero se oía una gran sonoridad que no se oía,
como si todo mi cuerpo cayera sobre una serafina
silenciosa en la esquina del templo.
La noche era un reloj no para el tiempo
sino para la luz,
era un pulpo que era una piedra,
era una tela como una pizarra llena de ojos.
Yo quería rescatar la noche
aislando sus fragmentos,
que nada sabían de un cuerpo,
de una tuba de órgano
sino la sustancia que vuela
desconociendo los pestañeos de la luz.
Quería rescatar la respiración
y se alzaba en su soledad y esplendor,
hasta formar el neuma universal
anterior a la aparición del hombre.
La suma respirante
que forma los grandes continentes
de la aurora que sonríe
con zancos infantiles.
Yo quería rescatar los fragmentos de la noche
y formaba una sustancia universal,
comencé entonces a sumergir
los dedos y los ojos en la noche,
le soltaba todas las amarras a la barcaza.
Era un combate sin término,
entre lo que yo le quería quitar a la noche
y lo que la noche me regalaba.
El sueño, con contornos de diamante,
detenía a la liebre
con orejas de trébol.
Momentáneamente tuve que abandonar la casa
para darle paso a la noche.
Qué brusquedad rompió esa continuidad,
entre la noche trazando el techo,
sosteniéndolo como entre dos nubes
que flotaban en la oscuridad sumergida.
En el comienzo que no anota los nombres,
la llegada de lo diferenciado con campanillas
de acero, con ojos
para la profundidad de las aguas
donde la noche reposaba.
Como en un incendio,
yo quería sacar los recuerdos de la noche,
el tintineo hacia dentro del golpe mate,
como cuando con la palma de la mano
golpeamos la masa de pan.
El sueño volvió a detener a la liebre
que arañaba mis brazos
con palillos de aguarrás.
Riéndose, repartía por mi rostro
grandes cicatrices.

 

MARÍA ROSAL


  

Casandra


Desmedida en tu huella,
eres hija inocente
del desierto y las olas.
Azul incandescencia.
Remota en tus senderos,
en la cumbre perfecta
del racimo y los labios,
cíngulo de tu aliento,
dormido en las adelfas.

           ¿Eres diosa o camino?
           Mujer acaso. Y basta.