jueves, 9 de julio de 2015

JULIÁN DEL CASAL


 

5. Paxanimae


No me habléis más de dichas terrenales
que no ansío gustar. Está ya muerto
mi corazón, y en su recinto abierto
sólo entrarán los cuervos sepulcrales.

Del pasado no llevo las señales
y a veces de que existo no estoy cierto,
porque es la vida para mí un desierto
poblado de figuras espectrales.

No veo más que un astro oscurecido
por brumas de crepúsculo lluvioso,
y, entre el silencio de sopor profundo,

tan sólo llega a percibir mi oído
algo extraño y confuso y misterioso
que me arrastra muy lejos de este mundo.


 

De "Mi museo ideal":

 

SALVADOR DÍAZ MIRÓN


 
 
Despedida al piano


Tristes los ojos, pálido el semblante,
de opaca luz al resplandor incierto,
una joven con paso vacilante
su sombra traza en el salón incierto.

Se sienta al piano: su mirada grave
fija en el lago de marfil que un día
aguardó el beso de su mano suave
para rizarse en olas de armonía.

Agitada, febril, con insistencia
evoca al borde del teclado mismo,
a las hadas que en rítmica cadencia
se alzaron otra vez desde el abismo.

Ya de Mozart divino ensaya el estro,
de Palestrina el numen religioso,
de Weber triste el suspirar siniestro
y de Schubert el canto melodioso.

-¡Es vano! -exclamó la joven bella,
y apagó en el teclado repentino
su último son, porque sabía ella
que era inútil luchar contra el destino.

-Adiós -le dice-, eterno confidente
de mis sueños de amor que el tiempo agota,
tú que guardabas en mi edad riente
para cada ilusión alguna nota;

hoy mudo estás cuando tu amiga llega,
y al ver mi triste corazón herido,
no puedes darme lo que Dios me niega:
¡la nota del amor o del olvido!


 

 

 

DELMIRA AGUSTINI


 

Fue al pasar


Yo creí que tus ojos anegaban el mundo...
Abiertos como bocas en clamor... Tan dolientes
que un corazón partido en dos trozos ardientes
parecieron... Fluían de tu rostro profundo

como dos manantiales graves y venenosos...
fraguas a fuego y sombra, ¡tus pupilas!... tan hondas
que no sé desde dónde me miraban, redondas
y oscuras como mundos lontanos y medrosos.

¡Ah, tus ojos tristísimos como dos galerías
abiertas al Poniente!... ¡Y las sendas sombrías
de tus ojeras donde reconocí mis rastros!...

¡Yo envolví en un gran gesto mi horror como en un velo,
y me alejé creyendo que cuajaba en el cielo
la medianoche húmeda de tu mirar sin astros!


 

 

MANUEL F. MESA SECO

  


Vuelo

 

Y muertos seguimos desde adentro
con esta pasión de convertirnos
en mágico bosque renaciente.

Historia que verdea desde tronos
y quemaduras. Rostros que se abren
en floraciones rotundas.

Ala
dolorosa y plena
fue la muerte.

 

 

 

 

JOSÉ MARÍA HINOJOSA


 

Canción final
                                             A Rafael Alberti

 
 

Y qué se me importa a mí,
que la helada se deshiele.

Y qué se me importa a mí,
que los pájaros no vuelen.

Y que los barcos mas barcos,
solo por la mar naveguen.

Si tengo en ciernes un campo
de margaritas de nieve.

 

 

 

PAZ MOLINA




Ayuda de cámara

 

Momento de quietud en que el espíritu
desciende de su olimpo confortable
y alcanza las humildes proporciones de una ayuda de cámara

Oscila en su envoltura pretenciosa
(cuelgan sus pies desnudos, deseables
como frutas maduras)
y luego se despoja de lo inútil
mostrándose desnudo , complaciente.

Su cuerpo alcanza forma semi humana
hermano e inocencia con la aurora
radiante , virginal y se aproxima
al pensamiento agudo que lo intuye.

Mas sólo es un vestigio de confianza
se enrosca, se desplaza, se perfila
distinto de sí mismo, incomprensible.

Elude el buen abrazo.
Se refugia en su antigua pasión,
vuelve al olimpo.