martes, 18 de agosto de 2015

ALICIA SALINAS

 


12
 
 
mi endeblez se subleva
pero frágil me callo,
encinta
sin clase ni útero quise
con cáritas en las manos sucias
limpia me amaron
desclasada
sin cintas en el pelo
en flancos florece la pampa
y yo debajo,
como una necesidad de la tierra.

De La Sumergida


ÁNGELA FIGUERA AYMERICH

 

Éxodo

 
Una mujer corría.
Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.

Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.

Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.

Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.

Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.

Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo.

Y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.

 

 

AMANDA BERENGUER


 

La Invitación

 

Un adónde de sombra, un pozo vivo
graznando como un pájaro violento,
a veces me aparece a la hora incierta,
al alba fría, espantadora de otras
criaturas, y me empuja de nuevo.

Porque yo estoy demás entre los seres
que usan la alborada, estoy de sobra,
triste junto a la mesa recién puesta
de la resurrección. Ah! no podría
a mi antojo domesticar la angustia,
hasta hacerle sangrar la alternativa
de una estrella brillando sobre el día.
Acaso voy entre soñada y muerta,
arrastrando una historia donde tiembla
la cabeza muriente de la luna,
pero llevo el anillo, esa corona
del otro reino, para no olvidarme.

 

 

ANTONIO MURCIANO


 

El tiempo no existe

                                      «Si vienes por ejemplo a las cuatro...,
                                      comenzaré a ser feliz desde las tres.»
                                                                       Saint-Exupery

 
El tiempo no existe
cuando estás conmigo.
Tan sólo lo cuento,
lo peso y lo mido,
tan sólo lo sufre
mi carne y mi espíritu,
lo bendigo sólo
no sé o lo maldigo,
cuando estás viniendo
o cuando te has ido.
el mundo no existe
cuando estoy contigo.


 

 

BLANCA ANDREU


 

Hasta nosotros la infancia de los metales raros...

                              Corónate, juventud, de una hoja más aguda
                                                          Saint-John Perse

 

Hasta nosotros la infancia de los metales raros,
la muchedumbre de la plata que nos pudre en su espuma,
su larga espuma larga como una cinta que naciera en un
          cuaderno de Back el Joven
Y viniera a morir aquí,
en las aves que anidan en los discos,
mientras Rainer María ya no es tan joven como en la
          página 38,
no es ni siquiera un joven muerto,
un infante difunto sin pavana,
y yo lo sé,
y no desfallecemos entre sexos cerrados como libros
          cerrados,
pero desfallecemos,
yo me desmayo,
tú te desvaneces,
él siente un ligero mareo sin llegar a la náusea
escrita o no escrita.
Ay, bostezamos ante tazas de azul de metileno,
aspiramos con aire distante el amoníaco,
nos hastiamos frente al alto sonido del vitriolo,
nos coronamos de veronal,
pues no encontramos hoja más aguda.

Mi hermano busca el cetro de mil alas de Heliogábalo,
aquellos niños prefieren la tiara papel,
y estos pequeños cíclopes enfermos del pulmón
que bajan de autobuses o de la marihuana,
y son hermosos como hermafroditas,
se coronan con cipreses de silos color vino:
no han encontrado un árbol más agudo.
Pero qué más da, el vaivén de sus cuerpos es vano y
           terrible,
y en absoluto excesiva la droga seria que se teje en la
           sangre,
las inyecciones de grave savia,
el hierro y el mercurio en las arterias haciendo de
           armadura y filtro,
el casco negro y la zarza negra de ningún caballero andante.

Como en mi medieval historia,
cuando ardían las piedras colegiales
para las brechas en la frente
y el cuerpo me dotaba de opio recién nacido,
la hora propia nos confunde,
nos hace himnos o hijos del antiguo caballo mitológico
y de una niña triste con la vena extendida,
de una aguja levantada por nieve increíble,
por amarillo de palomas persas:
                                           hablemos de los caballos padres,
hagamos alusión a los cascos secretos que nos darán la paz
y a las bridas ningunas,
a las futuras crines delicadamente angustiadas,
hablemos de los caballos padres que nos traerán la
        muerte y de la luna de anfetamina,
hablemos de la vena madre que nos traerá la dicha del fin,
hablemos de la virgen bebida extrema,

no hablemos sino del litoral y las vertientes de la locura
que posee a los hombres en los parques y ordena,

sino del puñalito que coronará la arteria coronaria como
         diadema suma
con la hoja infantil del metal más raro y más agudo del
         mundo.


"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"


 

 

BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO


 

Al caminar parece que crujieran...

 
 
Al caminar parece que crujieran
las hojas de la noche y sus cristales.
Es tu hombro, tu pecho, tus rodillas
deshaciendo, esponjando, tu impermeable.

Tu impermeable te ciñe totalmente,
si llevas algo más nadie lo sabe...
Es un cilicio hecho de pliegues duros
sobre la rosa de tu cuerpo suave.