sábado, 22 de agosto de 2015

DAMSI FIGUEROA




Historia del hombre de Occidente



Hizo cosas muy sencillas
bajar del árbol
encender la chimenea
dar la espalda al brillo de las llamas
caminar en la penumbra

Perdido dentro de sí mismo
inventó una pequeña teoría
fabricó un avión de papel con un boleto de micro
lo lanzó por la ventana

Buscó la clave, la razón de todo esto

Miró el reloj
y entre dos brillos apagados
destruyó su mundo
tan pequeño
solitario y tan sencillo.



PEDRO SALINAS




Se te está viendo la otra...



Se te está viendo la otra.
Se parece a ti:
los pasos, el mismo ceño,
los mismos tacones altos
todos manchados de estrellas.
Cuando vayáis por la calle
juntas, las dos,
¡qué difícil el saber
quién eres, quién no eres tú!
Tan iguales ya, que sea
imposible vivir más
así, siendo tan iguales.
Y como tú eres la frágil,
la apenas siendo, tiernísima,
tú tienes que ser la muerta.
Tú dejarás que te mate,
que siga viviendo ella,
embustera, falsa tú,
pero tan igual a ti
que nadie se acordará
sino yo de los que eras.
Y vendrá un día
-porque vendrá, sí, vendrá-
en que al mirarme a los ojos
tú veas
que pienso en ella y la quiero:
tú veas que no eres tú.


VICENTE ALEIXANDRE



  
Si miro tus ojos...



Si miro tus ojos,
si acerco a tus ojos los míos,
¡oh, cómo leo en ellos retratado todo el pensamiento de mi
                                                                          soledad!
Ah, mi desconocida amante a quien día a día estrecho en los
                                                                             brazos.
Cuán delicadamente beso despacio, despacísimo,
                                                        secretamente en tu piel
la delicada frontera que de mí te separa.
Piel preciosa, tibia, presentemente dulce, invisiblemente
                                                                             cerrada
que tiene la contextura suave, el color, la entrega de la fina
                                                                       magnolia.
Su mismo perfume, que parece decir: "Tuya soy, heme
                                                 entregada al ser que adoro
como una hoja leve, apenas resistente, toda aroma bajo sus
                                                                   labios frescos".
Pero no. Yo la beso, a tu piel, finísima, sutil, casi irreal bajo el
                                                             rozar de mi boca,
y te siento del otro lado, inasible, imposible, rehusada,
detrás de tu frontera preciosa, de tu mágica piel inviolable,
separada de mí por tu superficie delicada, por tu severa
                                                                        magnolia
cuerpo encerrado débilmente en perfume
que me enloque de distancia y que, envuelto rigurosamente,
como una diosa de mí te aparta, bajo mis labios mortales.
Déjame entonces con mi beso recorrer la secreta cárcel de mi vivir,
piel pálida y olorosa, carnalidad de flor, ramo o perfume,
suave carnación que delicadamente te niega,
mientras cierro los ojos, en la tarde extinguiéndose,
ebrio de tus aromas remotos, inalcanzables,
dueño de ese pétalo entero que tu esencia me niega.



AMADO NERVO




4. El hielo



Para cubrir los peces del fondo, que agonizan
de frío, mis piadosas ondas se cristalizan,
y yo, la inquietuela, cuyo perenne móvil
es variar, enmudezco, me aduermo, quedo inmóvil.
¡Ah! Tú no sabes como padezco nostalgia
de sol bajo esa sábana siempre fría.
Tú no sabes la angustia de la ola que inmola
Sus ritmos ondulantes de mujer –su sonrisa-
al frío, y que se vuelve –mujer de Loth- banquisa:
ser banquisa es ser como la estatua de la ola.

Tú ignoras esa angustia: mas yo no me rebelo,
y ansiosa de que todo en mi Dios sea loado,
desprendo radiaciones al bloque de mi hielo,
y en vez de azul oleaje soy témpano azulado.

Mis crestas en la noche del polo con fanales,
reflejo el rosa de las auroras boreales,
la luz convaleciente del sol, y con deleites
de Seraphita, yergo mi cristalina roca
por donde trepan lentas las morsas y la foca,
seguidas de lapones hambrientos de su aceite . . .

¿Ya ves como se acata la voluntad del cielo?
Y yo recé: -¡Loemos a Dios, hermano hielo!


De: La hermana agua



ANTONIO MACHADO




Preludio



Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero
poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
Acordaré las notas del órgano severo
al suspirar fragante del pífano de abril.

Madurarán su aroma las pomas otoñales,
la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
exhalarán su fresco perfume los rosales,
bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.

Al grave acorde lento de música y aroma,
la sola y vieja y noble razón de mi rezar
levantará su vuelo suave de paloma,
y la palabra blanca se elevará al altar.


De: Del camino


JULIA GALEMIRE




Vulnerable



Así
surge inesperado en el paisaje
abierto
un cambio de las cosas.
Vemos figuras que se
tornan ruedas, peñas, follies
imaginadas
en el enigma presuntuoso de la
realidad.
En esa combinación de rara audacia
cambian los
espacios
y escuchamos atemorizados
cómo arden las palabras bajo la
tierra.
Libre entonces
vulnerable
todo lo creado.
Para quién será
el destino
si nadie lo
retiene definitivamente
en sus ojos.

De: La Escritura o el sueño