viernes, 18 de septiembre de 2015

ALFONSO REYES OCHOA




A Eugenio Florit



Florit, la primavera se desborda
Y vuelca Flora el azafate henchido,
Y la naturaleza en cada nido
Lanza un temblor y hace la vista gorda,

¿Qué pasa entonces, cuando el viento asorda
Y el campo es todo asombro y todo ruido,
Y aún el más recatado y retraído
Toma el alma y la echa por la borda?

¿Qué arcaico rito o gresca dionisíaca,
Qué endiablada, o mejor, paradisíaca
Celebración de las celebraciones?

Es que el poeta cumple el mandamiento:
Hacer razones con el sentimiento
Y dar en sentimiento las razones.


SALVADOR NOVO



  
Este perfume intenso



Este perfume intenso de tu carne
No es nada más que el mundo que desplazan y mueven los globos azules de tus ojos
Y la tierra y los ríos azules de las venas que aprisionan tus brazos.
Hay todas las redondas naranjas en tu beso de angustia
Sacrificado al borde de un huerto en que la vida se suspendió por todos los siglos de la mía.
Qué remoto era el aire infinito que llenó nuestros pechos.
Te arranqué de la tierra por las raíces ebrias de tus manos
Y te he bebido todo, ¡oh fruto perfecto y delicioso!
Ya siempre cuando el sol palpe mi carne
He de sentir el rudo contacto de la tuya
Nacida en la frescura de un alba inesperada,
Nutrida en la caricia de tus ríos claros y puros como tu abrazo,
Vuelta dulce en el viento que en las tardes
Viene de las montañas a tu aliento,
Madurada en el Sol de tus dieciocho años,
Cálida para mí, que la esperaba.




JAIME SABINES GUTIÉRREZ




La luna



La luna se puede tomar a cucharadas
O como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
Y también alivia
A los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo
Es mejor amuleto que la pata de conejo:
Sirve para encontrar a quien se ama,
Para ser rico sin que lo sepa nadie
Y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
Cuando no se han dormido,
Y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
Ayudan a bien morir.

Pon una hoja tierna de la luna
Debajo de tu almohada
Y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
Para cuando te ahogues,
Y dale la llave de la luna
A los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
Y para los condenados a vida
No hay mejor estimulante que la luna
En dosis precisas y controladas.



JAIME MARIO TORRES BODET




Confianza



Esta tarde ya sé que me quieres.
Me lo dicen tus ojos dormidos,
Que el silencio es, en ciertas mujeres,
Una fronda cargada de nidos...
Hay palabras que el alma retiene
En tus ojos brumosos y vagos
Como el cielo de otoño que viene
A morir en la paz de los lagos.
Esta tarde tu amor me penetra
Como llanto de lluvia en negrura,
O, más bien, ese ritmo sin letra
Que de un verso olvidado perdura.
Y me torna profundo y sencillo
Como el oro de un sol tamizado
Que renueva, en las tardes, el brillo,
Del barniz de algún mueble apagado.



JORGE CUESTA PORTE-PETIT




Dibujo



Suaviza el sol que toca su blancura,
Disminuye la sombra y la confina
Y no tuerce ni quiebra su figura
El ademán tranquilo que la inclina.

Resbala por la piel llena y madura
Sin arrugarla, la sonrisa fina
Y modela su voz blanda y segura
El suave gesto con que se combina.

Sólo al color y la exterior fragancia
Su carácter acuerda su constancia
Y su lenguaje semejanza pide;

Como a su cuerpo no dibuja y cuida
Sino la música feliz que mide
El dulce movimiento de su vida.


ALBERTO RUY SÁNCHEZ LACY




Marabunta



Cuando te miro
me crece
un ejército de hormigas.
 
Avanza rumoroso por mis manos.
Me estira la piel.
Se anuncia, no me deja.
Desde mis piernas respiran
un aire diminuto, entrecortado.
 
Desde el fondo
de mi vientre
presienten la obscuridad
más húmeda
del tuyo.
Como un sol negro
las hipnotizas.

Te huelo y
mis hormigas
se trastornan,
se tambalean.
Te toco
¿o sueño que te toco?
y corren enloquecidas.
 
Desde el fondo
de mi sangre
apresuradas,
sueñan
que hunden sus dientes
en tu carne,
y en la mordida sienten
tu parpadeo.

Crece en el aire
la anchura palpitante
de labios largos
entre tus piernas,
enrojecidos.
 
Tu más bella flor
carnívora
saborea sin cesar
el paso tenaz
demorado y repetido
de todas mis hormigas.
 
Adentro
te descubro
hecha de hormigas negras
desquiciadas,
tan necias como las mías.
 
En el espejo doble
de hambre y sed
y sed y hambre
que ilusamente llamamos
nuestros cuerpos,
tus hormigas y las mías,
se topan boca a boca.
Se reconocen o se imitan,
se devoran o se extravían
confundidas
entre tantas hormigas
tan mordidas.