lunes, 12 de octubre de 2015

LUIS CERNUDA




Todo esto por amor



Derriban gigantes de los bosques para hacer un durmiente,
derriban los instintos como flores,
deseos como estrellas
para hacer sólo un hombre con su estigma de hombre.

Que derriben también imperios de una noche,
monarquías de un beso,
no significa nada;
que derriben los ojos, que derriben las manos como estatuas vacías.

Mas este amor cerrado por ver sólo su forma,
su forma entre las brumas escarlata,
quiere imponer la vida, como otoño ascendiendo tantas hojas
hacia el último cielo,
donde estrellas
sus labios dan otras estrellas,
donde mis ojos, estos ojos,
se despiertan en otro.

 



MARGARITO CUÉLLAR





Interpretación del silencio (1)



Conocí a una mujer que iba por los pasillos del silencio.
En aquel tiempo la voz no era elemento necesario
y yo iba como náufrago en los ríos de su cuello
hasta que una sucesión de temblores terminaban habitándola.

Le pregunto si le agradan mis manos sobre sus hombros
delicados como el barro de una estatuilla,
mis labios recorriendo la corteza de su espalda
blanca como el álbum en el que escribo.

“Los torturadores –dice– se llevaron a mi padre,
le clavaron agujas para que dijera la verdad,
por eso mi piel es áspera como la memoria del sueño.
Probablemente hay algo de miel en mi interior
pero mi parte dulce habita las profundidades.
Si los años son suficientes
para calmar al animal que aúlla en mí
a causa de la muerte de mi padre
seré lo suficientemente bella para amarte
si aún es tiempo de admirar mi desnudez.”


Marzo 09 2014
 .


LUIS ENRIQUE BELMONTE




II



Esto no tiene por qué salir de aquí,
aunque se deje de creer en muchas cosas,
hay algo que no debería traicionarse,
no la insistencia en sogas y cuchillos,
sino ese bajo continuo
que marca un paso que no es fúnebre, sin astucia,
a la espera de que bajen los santos ebrios de luz
por las cortinas en donde se enhebran
los últimos trazos de la tarde.



EFRAÍN HUERTA

  


La noche de la perversión



El caracol del ansia, ansiosamente
se adhirió a las pupilas, y una especie de muerte
a latigazos creó lo inesperado.
A pausas de veneno, la desdichada flor de la miseria
nos penetró en el alma, dulcemente,
con esa lenta furia de quien sabe lo que hace.

Flor de la perversión, noche perfecta,
tantas veces deseable maravilla y tormenta.
Noche de una piedad que helaba nuestros labios.
Noche de a ciencia cierta saber por qué se ama.
Noche de ahogarme siempre en tu ola de miedo.
Noche de ahogarte siempre en mi sordo desvelo.

Noche de una lujuria de torpes niños locos.
Noche de asesinatos y sólo suave sangre.
Noche de uñas y dientes, mentes de calorfrío.
Noches de no oír nada y ser todo, imperfectos.
Hermosa y santa noche de crueles bestezuelas.

Y el caracol del ansia, obsesionante,
mataba las pupilas, y mil odiosas muertes
a golpes de milagro crearon lo más sagrado.
Fue una noche de espanto, la noche de los diablos.
Noche de corazones pobres y enloquecidos,
de espinas en los dedos y agua hirviendo en los labios.
Noche de fango y miel, de alcohol y de belleza,
de sudor como llanto y llanto como espejos.
Noche de ser dos frutos en su plena amargura:
frutos que, estremecidos, se exprimían a sí mismos.

Yo no recuerdo, amada, en qué instante de fuego
la noche fue muriendo en tus brazos de oro.
La tibia sombra huyó de tu aplastado pecho,
y eras una guitarra bellamente marchita.
Los cuchillos de frío segaron las penumbras
Y en tu vientre de plata se hizo la luz del alba.



FRANCISCO BRINES




Provocación ilusoria de un accidente mortal



He aquí el ciego, que sólo ve la vida en el recuerdo.
Era la playa estrecha e irregular, junto al mar sosegado
                                                              en el crepúsculo;
y el mundo va a morir, porque en la soledad y en la belleza
tendrá lugar el acto del amor dentro del agua.
Desnudos reposamos en la orilla
del sur del Adriático platino,
y aguardamos la noche en nuestros ojos.
Mas no vino la noche; sí el infortunio
(la vida sucedida desde entonces).
Y aquella brisa falsa, ya en el coche,
mientras los faros amarillos desunían la intimidad
                             de la fatiga y aquel país extraño.

Ahora acerco tu rostro hasta mi boca,
y quiero que mi vida y tu historia concluyan bruscamente.
Y así existe el poema, no fue escrito por nadie.


LUNA SILVA MUÑOZ




De agua.


I

No existe poesía en el mundo
                  que pueda describir
el tinte en tu mirada.
Ocre, mar profundo
                  agua en calma
De tus ojos bebo
                  la noble esperanza
de encontrarme
                  [ ¿o perderme? ]
a mi misma en otro ser.