domingo, 18 de octubre de 2015

LUIS CERNUDA




Un muchacho andaluz



Te hubiera dado el mundo,
muchacho que surgiste
al caer de la luz por tu Conquero,
tras la colina ocre,
entre pinos antiguos de perenne alegría.

Eras emanación del mar cercano?
Eras el mar aún más
que las aguas henchidas con su aliento,
encauzadas en río sobre tu tierra abierta,
bajo el inmenso cielo con nubes que se orlaban de
                                                 rotos resplandores.

Eras el mar aún más
tras de las pobres telas que ocultaban tu cuerpo;
eras forma primera,
eras fuerza inconsciente de su propia hermosura.

Y tus labios, de bisel tan terso,
eran la vida misma,
como una ardiente flor
nutrida con la savia
de aquella piel oscura
que infiltraba nocturno escalofrío.

Si el amor fuera un ala.

La incierta hora con nubes desgarradas,
el río oscuro y ciego bajo la extraña brisa,
la rojiza colina con sus pinos cargados de secretos,
te enviaban a mí, a mi afán ya caído,
como verdad tangible.

Expresión amorosa de aquel mismo paraje,
entre los ateridos fantasmas que habitaban nuestro mundo,
eras tú una verdad,
sola verdad que busco,
mas que verdad de amor, verdad de vida;
y olvidando que sombra y pena acechan de continuo
esa cúspide virgen de la luz y la dicha,
quise por un momento fijar tu curso ineluctable.

Creí en ti, muchachillo.

Cuando el amor evidente,
con el irrefutable sol del mediodía,
suspendía mi cuerpo
en esa abdicación del hombre ante su dios,
un resto de memoria
levantaba tu imagen como recuerdo único.

Y entonces,
con sus luces el violento Atlántico,
tantas dunas profusas, tu Conquero nativo,
estaban en mí mismo dichos en tu figura,
divina ya para mi afán con ellos,
porque nunca he querido dioses crucificados,
tristes dioses que insultan
esa tierra ardorosa que te hizo y te hace.

 


MARGARITO CUÉLLAR




Interpretación del silencio (3)



Si preguntan a dónde voy
y creen que busco a una sombra
nada puedo responder ahora.
Dijeron
“el nombre de tu hijo no ilumina ninguna parte”
y si estaba segura
que podía ser el nombre de un fantasma.
Voy a donde el viento lleva las cenizas
donde los pájaros cantan bajo
para no helarse las alas,
el alfabeto de la muerte se dice bajo para no incomodar leyes
y los expedientes callan
como si lo que suscriben no tuviera manos y pies.
Tienen razón: un hijo es un fantasma
un fantasma que canta aunque le vuelen la música de un tiro.
Veo un desfile de fantasmas con el rostro cubierto como el mío
para que sus perseguidores no los alcancen,
algunos traen un libro bajo el brazo y un poema de amor en la camisa;
hablan lenguas extrañas, pero sé que respiran.
Si tienen paciencia esperen que anochezca,
es largo el día, mas hay caminos
que los perseguidores desconocen.


Marzo 09 de 2014


LUIS ENRIQUE BELMONTE



  
IV



Es tarde, el sol se quiebra en las ondulaciones de un agua oscura.
Voces tardías devuelven el eco
del caminante extraviado.
Abajo los portales, las sillas, la madera, el fuego abajo.
Ya el dolor siempre amarillo,
ya el umbral, el bostezo, el aroma del cansancio
en los gestos que te animan.
Es tarde y se podría decir que no de tiempo
sino de alas, de boca, de manos voladoras.




EFRAÍN HUERTA



  
La estrella



Labios como el sabor del viento en el invierno,
dientes jóvenes de luna consentida en la llama
                                                   del abrazo.
Se endurecía la noche en tu garganta.
Espacio duro de tus senos. Amarilla y quemada,
la inesperada sombra de tus piernas en la alas
                                              de los pájaros
cuando tus dedos en un juego de látigos
hendían prisas de frío.
Que nos perdonen las sábanas lunares de los árboles
y el sueño arrebatado a las estatuas,
y el agua estremecida con la caída
del deseo. Tenías los ojos limpios, Andrea.
La estrella de tu frente como herida de vino,
enferma, detenida en mi boca.
Había un mundo de silencio en tu cuerpo,
como si la muerte se hubiera mirado en un espejo
o varias rosas en agonía hubieran imaginado
un paraíso de nieve o de cristales.
(Ahí perdura solamente lo desconocido
que nuestros labios apagaron.
El recuerdo es materia de belleza poseída y escrita
en páginas en las que un poco de amor pasó rozando.
Como el recuerdo gritarían las cabelleras
mojadas en acuarelas de angustia.
Así serían las voces de os aires helados fundiéndose
en las aristas de una montaña de bronce.)

Te corría por la espalda una gota de sangre
de mis venas. La noche, con la niebla
y el silencio en medio de los senos, nos veía y
                                                              procuraba
cambiar su propia ruta.
Que nos perdonen las mismas pinceladas de la aurora.

Exprimidas las horas como cerezas en nuestros labios,
apenas un instante de tus hombros
se deslizó en mi sueño.


FRANCISCO BRINES




Madrigal nocturno



Tus nocturnos cabellos de oro, racimillos de uva,
vericuetos de la paciencia y asombros del espejo,
¿cómo usar de ellos, pues que sin pensamiento, aún vano,
existen?

Tentación de la mano, si no desenredara presas plumas
de siniestras aves: encanalladas risas
callejeras, gestos mohines, escándalos domésticos;
tentación de los ojos, para enjugar sus blandos hilos
el apócrifo llanto de un alba más cercana,
con más copas bebidas;
ardiente tentación de hacer caer en ellos
el tedio de las horas, la dormida ceniza del cigarro.

¿De qué podrá servir, en esta noche, tu artificiosa adolescencia?



LUNA SILVA MUÑOZ



  
De agua.



IV

Ella se cuela en mis sueños
en las raíces de mis pensamientos
Un rayo de luz apenas
                       una esperanza
y mis letras caen sobre el papel,
                       como agua para ella.