viernes, 30 de octubre de 2015

LUIS CERNUDA




Si el hombre pudiera decir lo que ama...



Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero,  porque no he vivido.


  

MARGARITO CUÉLLAR




Interpretación del silencio (2)



Si tomas mi mano, besas mi vientre
y navegas ligeramente a mis piernas aquí estaré.
Si no te asustan las cicatrices de mi piel,
amargas flores abiertas en noches en las que los ladrones
se llevaron árboles, plazas, el país entero,
si hay tiempo para caminar en las ruinas
y no te espanta que en vez de piel tersa
encuentres anatemas,
si no te extraña que camine con dificultad
a causa del tormento al que fui sometida
para delatar a mi padre,
sigo aquí, en un campo al que apenas llega el sol,
sobre un baldío que desconoce la palabra lluvia.
Probablemente mi voz pierda suavidad
y te suenen bruscas mis cadenas:
fui sometida a duros castigos
para que confesara los delitos de un padre.
Eran tiempos en que la muerte hablaba otros idiomas
y el silencio crecía en las grietas
como pequeñas flores de papel.


Marzo 09 de 2014


LUIS ENRIQUE BELMONTE



  
III



Limpiar la sangre que brota de tus sienes no consuela.
No encuentro en la penumbra del cuerpo mortificado
el boquete de la ascensión.
El aleteo de un ángel precipitado en el abismo,
en la orilla última de las cosas, donde el principio
y el fin no se encuentran, donde el filo no anuncia retorno,
donde te he dejado masacrado por una fe que no te pertenece.
Y te digo que soltar las amarras
no te dará el sosiego de los muertos sin resurrección,
ni ésa sombra que parte huyendo de su cruz.




EFRAÍN HUERTA




La paloma y el sueño



Tú no veías el árbol, ni la nube ni el aire.
Ya tus ojos la tierra se los había bebido
y en tu boca de seda sólo un poco de gracia
fugitiva de rosas, y un lejano suspiro.

No veías ni mi boca que se moría de pena
ni tocabas mis manos huecas, deshabitadas.
Espeso polvo en torno daba un sabor a muerte
al solemne vivir la vida más amarga.

Había sed en tus ojos. Suave sudor tu frente
recordaba los ríos de suave, lenta infancia.
Yo no podía con mi alma. Mi alma ya no podía
con mi cuerpo tan roto de rotas esperanzas.

Tus palabras sonaban a olas de frágil vuelo.
Tus palabras tan raras, tan jóvenes, tan fieles.
Una estrella miraba cómo brilla tu vida.
Una rosa de fuego reposaba en tu frente.

Y no veías los árboles, ni la nube ni el aire.
Parecías desmayarte bajo el beso y su llama.
Parecías la paloma extraviada en su vuelo:
la paloma del ansia, la paloma que ama.

Te dije que te amaba, y un temblor de misterio
asomó a tus pupilas. Luego miraste, en sueños,
los árboles, la nube y el aire estremecido,
y en tus húmedos ojos hubo un aire de reto.

No parecías la misma de otras horas sin horas.
Ya sueñas, o ya vuelas y ni vuelas ni sueñas.
Te fatigan los brazos que te abrazan, paloma,
y, al sollozar, a un lirio desmayado recuerdas.

Ya sé que estoy perdido, pero siempre ganado.
Perdido entre tu sombra, ganado para nunca.
Mil besos son mil pétalos protegiendo tu piel
y tu piel es la lámpara que mis ojos alumbra.

¡Oh geografía del ansia, geografía de tu cuerpo!
Voy a llorar las lágrimas más amargas del mundo.
Voy a besar tu sombra y a vivir tu recuerdo.
Voy a vivir muriendo. Soy el que nunca estuvo.



FRANCISCO BRINES




Los actos



Rubores, rostros, movimientos, cuerpos,
la línea transparente que desune
la piel y el aire; los sedientos humos
que aniquilan los labios, las mejillas,
y en donde el uso se consume en fuegos:
los negros resplandores, la mirada;
el tacto abrasador, de tan voraz
helado; la tramoya deshonesta,
feliz; y el bienestar de la ceniza.

Cuantas veces el acto se ha cumplido
hizo bello el vivir, y emocionante
saberlo en el olvido; porque es niebla
siempre lo que perdemos, sucesión
de fantasmas los seres y los días.
Mas sin carne, la luz no hubiera sido;
sin deseo, la vida fría noche.




LUNA SILVA MUÑOZ




De agua.



II

¿Has visto alguna vez cómo crecen las ramas?
Así creciste tú, y tus hojas son letras
………………………………….Ríos tus venas
Eres historia escrita con agua

………………………………….Y también silencio.