"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 31 de mayo de 2016
JAVIER GALARZA
Pido
por esta noche sólo por esta noche
cierra con dulzura los ojos de mis muertos
apaga los ecos de los silencios y las voces
inyecta medidas de luna en una sustancia
que me permita vagar narcotizado
tu mirada
entrecierra los abismos para dejarme dormir
cúrame
hazme con tu cuerpo
una casita sin pastillas
por esta noche sólo por esta noche
cierra con dulzura los ojos de mis muertos
apaga los ecos de los silencios y las voces
inyecta medidas de luna en una sustancia
que me permita vagar narcotizado
tu mirada
entrecierra los abismos para dejarme dormir
cúrame
hazme con tu cuerpo
una casita sin pastillas
ALI CHUMACERO
Llegas,
amor, cuando la vida ya nada me ofrecía
sino un duro sabor de lenta consunción
y un saberse dolor desamparado,
casi ceniza de tinieblas;
llega tu voz a destrozar la noche
y asciendes por mi cuerpo
como el cálido pulso hacia el latir postrero
de quien a solas sabe
que un abismo de duelo lo sostiene.
sino un duro sabor de lenta consunción
y un saberse dolor desamparado,
casi ceniza de tinieblas;
llega tu voz a destrozar la noche
y asciendes por mi cuerpo
como el cálido pulso hacia el latir postrero
de quien a solas sabe
que un abismo de duelo lo sostiene.
Nada
había sin ti,
ni un sueño transformado en vida,
ni la certeza que nos precipita
hasta el total saberse consumido;
sólo un pavor entre mi noche
levantando su voz de precipicio;
era una sombra que se destrozaba,
incierta en húmedas tinieblas
y engañosas palabras destruidas,
trocadas en blasfemias que a los ojos
ni luz ni sombra daban:
era el temor a ser sólo una lágrima.
ni un sueño transformado en vida,
ni la certeza que nos precipita
hasta el total saberse consumido;
sólo un pavor entre mi noche
levantando su voz de precipicio;
era una sombra que se destrozaba,
incierta en húmedas tinieblas
y engañosas palabras destruidas,
trocadas en blasfemias que a los ojos
ni luz ni sombra daban:
era el temor a ser sólo una lágrima.
Mas
el mundo renace al encontrarte,
y la luz es de nuevo
ascendiendo hacia el aire
la tersa calidez de sus alientos
lentamente erigidos;
brotan de fuerza y cólera
y de un aroma suave como espuma,
tal un leve recuerdo
que de pronto se hiciera un muro de dureza
o manantial de sombra.
y la luz es de nuevo
ascendiendo hacia el aire
la tersa calidez de sus alientos
lentamente erigidos;
brotan de fuerza y cólera
y de un aroma suave como espuma,
tal un leve recuerdo
que de pronto se hiciera un muro de dureza
o manantial de sombra.
Y en
ti mi corazón no tiene forma
ni es un círculo en paz con su tristeza,
sino un pequeño fuego,
el grito que florece en medio de los labios
y torna a ser el fin
un sencillo reflejo de tu cuerpo,
el cristal que a tu imagen desafía,
el sueño que en tu sombra se aniquila.
ni es un círculo en paz con su tristeza,
sino un pequeño fuego,
el grito que florece en medio de los labios
y torna a ser el fin
un sencillo reflejo de tu cuerpo,
el cristal que a tu imagen desafía,
el sueño que en tu sombra se aniquila.
Olas
de luz tu voz, tu aliento y tu mirada
en la dolida playa de mi cuerpo;
olas que en mí desnúdanse como alas,
hechas rumor de espuma, oscuridad, aroma tierno,
cuando al sentirme junto a tu desnudo
se ilumina la forma de mi cuerpo.
en la dolida playa de mi cuerpo;
olas que en mí desnúdanse como alas,
hechas rumor de espuma, oscuridad, aroma tierno,
cuando al sentirme junto a tu desnudo
se ilumina la forma de mi cuerpo.
Un
mar de sombra eres, y entre tu sal oscura
hay un mundo de luz amanecido.
hay un mundo de luz amanecido.
AMANTE ELEDÍN
Digo
mañana de algún modo (1980)
Fui
condenado a la sentencia
De nacer,
Y a cumplir el sueño perpetuo
De la vida;
Ahora estoy cumpliendo mi cadena,
Libremente levanto mi poema,
Para alumbrar el rincón donde busco
Lo que tengo que hacer
Sobre la tierra.
De nacer,
Y a cumplir el sueño perpetuo
De la vida;
Ahora estoy cumpliendo mi cadena,
Libremente levanto mi poema,
Para alumbrar el rincón donde busco
Lo que tengo que hacer
Sobre la tierra.
Fui condenado
a la alegría más
Larga, y a la faena más dura:
Que haga de la hierba una flor,
Que haga de la piedra
Una esperanza.;
Que haga del árbol una historia.
Por eso nombro calles y polvo,
Por eso pongo perros y niños,
por eso cuando es amargo
Lo llamo dulce,
Por eso digo mañana de
algún modo.-
Larga, y a la faena más dura:
Que haga de la hierba una flor,
Que haga de la piedra
Una esperanza.;
Que haga del árbol una historia.
Por eso nombro calles y polvo,
Por eso pongo perros y niños,
por eso cuando es amargo
Lo llamo dulce,
Por eso digo mañana de
algún modo.-
BLANCA SANDINO
Plan
de ataque
Te recreaste despacio.
En los sentidos.
Despacio.
Muy despacio.
Suave como el zureo de las piedras,
en el fondo del cauce de todos nuestros ríos.
De la inocencia a la luz
Te recreaste despacio.
En los sentidos.
Despacio.
Muy despacio.
Suave como el zureo de las piedras,
en el fondo del cauce de todos nuestros ríos.
De la inocencia a la luz
JOSÉ MARTÍ
Pues
a vivir venimos...
Pues a vivir venimos -y es la ofrenda
Esta existencia
que los hombres hacen
A su
final pureza-aunque el veneno
De un
cruel amor la ardiente sangre encienda,
-Aunque
a su indómita bestia arnés echemos
De
ricas piedras persas recamado,-
--Aunque
de daga aguda el pecho sea
Con
herida perenne traspasado-
Vengan
daga, y corcel, y amor que mate:- --.
iEsó
es al fin vivir!-
El
bardo, como un pájaro, recoge
Pajas
para su nido- de las voces
Que
pueblan el silencio, de la triste
Vida
comun, en que las almas Iuchan~
Como
animadas perlas en los senos
Enclavadas
de un monte lucharían.
FRIEDRICH HÖLDERLIN
(fragmento)
I
Vengo en vano a buscar un cambio todos los días,
callan siempre a mi voz todas las sendas del campo;
fui a las gélidas cimas, las sombras todas me vieron,
y las fuentes; incierto vaga sin rumbo el espíritu,
paz buscando; así va por los bosques la herida alimaña
que a medio día de sombra segura gozó;
pero ya a su verde guarida no ha de tornar.
Insomne y dolida el dardo lleva doquier.
No el calor ni la luz, no la gélida noche la curan,
ni el frescor del torrente da a sus heridas alivio.
Y como la tierra sus triacas en vano
dale, y el céfiro no su fiebre logran aplacar:
tal, amigos, ¿a mí será imposible que nadie
pueda el fatídico sueño por fin apartar?
II
Sí, bien poco curáis del miserable que, oh dioses
de la muerte, apresáis en vuestras ávidas fauces,
y crueles hundís en la lúgubre noche;
para qué suplicar, o con vosotros reñir,
o con paciencia sufrir en pávido exilio viviendo
y sonriendo escuchar vuestra necia canción;
si ha de ser, tu salud olvida, duerme callado;
pero surge una voz de esperanza en tu pecho;
¡tú no puedes aún, pobre alma, no puedes
consentir, pues aguardas presa en tu sórdido sueño!
Y aún ambiciono la corona que adorna mis bucles;
bien sé que solo estoy, empero llega de lejos
sombra amiga, y sonríe, y me llena de pasmo,
pues me torna feliz en el dolor que me oprime.
III
¡Luz de amor! ¿Tu fulgor áureo llega también a los muertos
tal como en tiempo feliz brillas ahora en mi noche?
Dulces jardines, montañas rosas al sol del ocaso,
bienvenidas seáis sendas calladas del bosque,
sois testigos de un júbilo celestial; ¡lueñes astros
que santas miradas antaño me enviásteis!
Y vosotros, amables hijos de un día de mayo,
suaves rosas y lirios que siempre memoro;
primaveras fenecen, los años expulsan los años,
cambian y pugnan, el tiempo se cierne
sobre testas mortales, mas no en los ojos beatos
de amorosas parejas que nueva vida comparten.
Pues los días, los años estelares por siempre,
¡Diotima! Con nos íntimamente se unieron.
IV
Pero unidos en plácida paz, como cisnes amantes
que ante el lago reposan o son por las ondas mecidos,
viendo el fondo en que nubes de plata la linfa refleja,
y el etéreo azul que a su paso tremola;
de tal guisa fuimos los dos; alzábase el Bóreas
que persigue al amor, y que supo abatir
del ramaje el verdor, y la lluvia en el viento arrastrar;
mas tranquilos reíamos, nuestro dios vigilaba
el idilio con faz infantil y serena,
que en un canto común nuestras almas unía.
Mas hoy está vacía la casa; se han llevado
mis ojos, me he perdido también contigo al perderte.
Y así debo vagar, e igual a las sombras vivir;
vano y sin alma ya todo ha de ser para mí.
V
¿Qué festejar, con qué fin? ¿Cantar, y con quién?
Al solitario los dones divinos no llegan;
es este mi delito; yo sé que un signo aciago
paraliza mis miembros, mi espíritu anula,
y mudo, insensible, como un niño me torna.
Sólo a veces los ojos lágrimas gélidas lloran,
y me atristan las flores del campo, las aves alegres,
mensajeras de radiante canción celestial.
Pero el vívido sol en mi lúgubre pecho,
frío, estéril, declina y anuncia la noche.
¡Ay! Y vano y vacío como muros de cárcel, el cielo
ciérnese como curva guadaña sobre mi frente.(...)
Versión de Otto de Greiff
I
Vengo en vano a buscar un cambio todos los días,
callan siempre a mi voz todas las sendas del campo;
fui a las gélidas cimas, las sombras todas me vieron,
y las fuentes; incierto vaga sin rumbo el espíritu,
paz buscando; así va por los bosques la herida alimaña
que a medio día de sombra segura gozó;
pero ya a su verde guarida no ha de tornar.
Insomne y dolida el dardo lleva doquier.
No el calor ni la luz, no la gélida noche la curan,
ni el frescor del torrente da a sus heridas alivio.
Y como la tierra sus triacas en vano
dale, y el céfiro no su fiebre logran aplacar:
tal, amigos, ¿a mí será imposible que nadie
pueda el fatídico sueño por fin apartar?
II
Sí, bien poco curáis del miserable que, oh dioses
de la muerte, apresáis en vuestras ávidas fauces,
y crueles hundís en la lúgubre noche;
para qué suplicar, o con vosotros reñir,
o con paciencia sufrir en pávido exilio viviendo
y sonriendo escuchar vuestra necia canción;
si ha de ser, tu salud olvida, duerme callado;
pero surge una voz de esperanza en tu pecho;
¡tú no puedes aún, pobre alma, no puedes
consentir, pues aguardas presa en tu sórdido sueño!
Y aún ambiciono la corona que adorna mis bucles;
bien sé que solo estoy, empero llega de lejos
sombra amiga, y sonríe, y me llena de pasmo,
pues me torna feliz en el dolor que me oprime.
III
¡Luz de amor! ¿Tu fulgor áureo llega también a los muertos
tal como en tiempo feliz brillas ahora en mi noche?
Dulces jardines, montañas rosas al sol del ocaso,
bienvenidas seáis sendas calladas del bosque,
sois testigos de un júbilo celestial; ¡lueñes astros
que santas miradas antaño me enviásteis!
Y vosotros, amables hijos de un día de mayo,
suaves rosas y lirios que siempre memoro;
primaveras fenecen, los años expulsan los años,
cambian y pugnan, el tiempo se cierne
sobre testas mortales, mas no en los ojos beatos
de amorosas parejas que nueva vida comparten.
Pues los días, los años estelares por siempre,
¡Diotima! Con nos íntimamente se unieron.
IV
Pero unidos en plácida paz, como cisnes amantes
que ante el lago reposan o son por las ondas mecidos,
viendo el fondo en que nubes de plata la linfa refleja,
y el etéreo azul que a su paso tremola;
de tal guisa fuimos los dos; alzábase el Bóreas
que persigue al amor, y que supo abatir
del ramaje el verdor, y la lluvia en el viento arrastrar;
mas tranquilos reíamos, nuestro dios vigilaba
el idilio con faz infantil y serena,
que en un canto común nuestras almas unía.
Mas hoy está vacía la casa; se han llevado
mis ojos, me he perdido también contigo al perderte.
Y así debo vagar, e igual a las sombras vivir;
vano y sin alma ya todo ha de ser para mí.
V
¿Qué festejar, con qué fin? ¿Cantar, y con quién?
Al solitario los dones divinos no llegan;
es este mi delito; yo sé que un signo aciago
paraliza mis miembros, mi espíritu anula,
y mudo, insensible, como un niño me torna.
Sólo a veces los ojos lágrimas gélidas lloran,
y me atristan las flores del campo, las aves alegres,
mensajeras de radiante canción celestial.
Pero el vívido sol en mi lúgubre pecho,
frío, estéril, declina y anuncia la noche.
¡Ay! Y vano y vacío como muros de cárcel, el cielo
ciérnese como curva guadaña sobre mi frente.(...)
Versión de Otto de Greiff
lunes, 30 de mayo de 2016
JUAN DE DIOS PEZA
Mira ese árbol que a los cielos
sus ramas eleva erguido;
en ellas columpia un nido
en que duermen tres polluelos.
Ese nido es un hogar;
no lo rompas, no lo hieras:
sé bueno y deja a las fieras,
el vil placer de matar.
CELIA VIÑAS OLIVELLA
Tabla
de multiplicar
Dos
por una es dos;
dos por dos, cuatro;
tras de la ventana
un cielo claro.
Dos por una es dos;
dos por dos, cuatro;
cruza la ventana
un pájaro.
Silencio.
Dictado.
Las agudas se acentúan
cuando ... No sé cuándo.
dos por dos, cuatro;
tras de la ventana
un cielo claro.
Dos por una es dos;
dos por dos, cuatro;
cruza la ventana
un pájaro.
Silencio.
Dictado.
Las agudas se acentúan
cuando ... No sé cuándo.
ALI CHUMACERO
Cayó
desnuda, virgen, la palabra;
cayó la virgen desnudada
bajo mi cuerpo, trémulo latir
que hoy apenas si me pertenece
y me embriaga con cálido rumor,
rodea mi epidermis,
se introduce letal bajo mi lengua,
y mis párpados no lo miran
pero lo sienten desalado,
desolado que busca entre la noche
la amarga conjunción
de dos manos eternamente unidas
en el estrecho abrazo de la muerte.
cayó la virgen desnudada
bajo mi cuerpo, trémulo latir
que hoy apenas si me pertenece
y me embriaga con cálido rumor,
rodea mi epidermis,
se introduce letal bajo mi lengua,
y mis párpados no lo miran
pero lo sienten desalado,
desolado que busca entre la noche
la amarga conjunción
de dos manos eternamente unidas
en el estrecho abrazo de la muerte.
Calló
la voz. Mudos los labios
ciñéronse a la sombra
incendiando el incienso de su caída flor;
tan quietos como el sueño que también esperaban
con ansiedad de ciego sobre el tacto;
descansando angustiosos como el árbol sin fruto
bajo la primavera. Y mi cuerpo cayó
a un desesperado cuerpo,
y desde entonces siente
cómo crecen sus nervios en una dura ruina
hecha de sombra y voz estremecidas
por el vivo temor de estrecharse a la noche,
como el mar a las aguas que lo nutren
o la voz a los labios, fuente muda;
y en la quietud nacida
de este limpio silencio que por mi cuerpo corre,
destrozados los labios, la voz y la palabra,
anclado entre mí mismo,
el fuego de mi tacto se adormece
en esta soledad bajo la flor del sueño.
ciñéronse a la sombra
incendiando el incienso de su caída flor;
tan quietos como el sueño que también esperaban
con ansiedad de ciego sobre el tacto;
descansando angustiosos como el árbol sin fruto
bajo la primavera. Y mi cuerpo cayó
a un desesperado cuerpo,
y desde entonces siente
cómo crecen sus nervios en una dura ruina
hecha de sombra y voz estremecidas
por el vivo temor de estrecharse a la noche,
como el mar a las aguas que lo nutren
o la voz a los labios, fuente muda;
y en la quietud nacida
de este limpio silencio que por mi cuerpo corre,
destrozados los labios, la voz y la palabra,
anclado entre mí mismo,
el fuego de mi tacto se adormece
en esta soledad bajo la flor del sueño.
ESDRAS PARRA
¿Sobre
qué muros apoyaré mi cabeza?
Mi memoria no retiene aún la imagen de esa
casa cerrada prestada al abismo
un botín arrancado a mi ilusión
ahora me apodero de su gracia
mis brazos no tienen fin
¿qué significa para mí el silencio, la apretada mordaza?
lo imprevisible no es presa fácil
enfrento, como siempre, una nueva máscara.
Mi memoria no retiene aún la imagen de esa
casa cerrada prestada al abismo
un botín arrancado a mi ilusión
ahora me apodero de su gracia
mis brazos no tienen fin
¿qué significa para mí el silencio, la apretada mordaza?
lo imprevisible no es presa fácil
enfrento, como siempre, una nueva máscara.
EMILIO PRADOS
La Ciudad
Las numerosas aguas que tu frente circundan
hoy solamente mojan tu dolor y silencio;
ni un reflejo tan sólo la luz pone en tu orilla;
ni una lágrima brota de tu oculta tristeza.
Ciudad, yo he conocido la lumbre de tus barrios,
el fuego estremecido de tus amplios mercados,
el rumor de tus voces junto al sabor del vino,
el cotidiano drama de tus plazas redondas.
Junto con la fatiga que rinde en el trabajo
y atiranta las horas del sueño y de la angustia,
he pisado en tus calles la pasión de tu aurora
y el amor ya despierto por conocer su dicha.
Ahora que estoy lejano, quisiera conocerte,
como dentro del árbol ya conoce la savia
el fruto porque enciende la flor de su destino:
así quiere mi sangre conocer m victoria.
Cuando vine, dejando tan necesariamente
lo que nunca el olvido turbará con su sombra:
mi casa destruida, mi pan abandonado
y el ardor de la muerte ya abrasando tus venas,
¡ay! cómo recordaba los venturosos días
que aun cercanos me daban la bondad de otra suerte :
la hermandad de tus hombres y el calor de los campos
unidos ya en su vuelo con tus veloces máquinas.
La sombra de tus muelles abiertos a la luna
mostraban tus naranjas ya al borde del viaje,
mano a mano del plomo, con el dorado aceite,
el blanquísimo azúcar y la sal del pescado.
Tus más rápidos trenes, rodando por tus huertos,
te robaban las frutas maduras de los árboles;
desterrados, al viento los humos ascendían
de las triunfantes fábricas, a la luz, despeinados.
¡Qué batir en los élitros de tu vida profunda,
tu libertad, tan fácil, ciudad, al fin te abría!
En las fugaces horas que mis ojos te vieron,
aun dentro de la guerra, tu memoria cambiaba
y una nueva sonrisa tus labios encendían
al ajustarse al tiempo por pronunciar tu nombre.
Hoy yo sé que enmudeces sin tránsito perdida
bajo el dolor oscuro de tu triste abandono.
Desiertos tus hogares, arrancadas sus puertas,
al silencio te clavan con soledad de rumba.
Se aprietan en tus sienes tus altas chimeneas,
levantando su olvido por coronar tu muerte.
Desuncido el caballo junto al carro dormita.
Ni una voz se levanta, ni una brizna en el viento.
El motor ya no gira su fecundo engranaje
y la harina parada se ennegrece en la piedra.
En los atardeceres, el farol sin oficio,
paso a paso en la sombra busca refugio al tedio.
Ciudad, ¿qué mundo habitas? ¿En qué cielo padeces?
¿Sin pulsos y sin pájaros de tu suerte te olvidas?
Mira: yo bien conozco las alas del futuro
que sobre ti se cierne prometedor y hermoso,
No busques en tu espalda, que el haberle perdido
quizás más fuertemente haga nacer tu gloria:
roja flor da el granado y al perderse sus pétalos
crece el fruto jugoso que hace curvar la rama.
Pero acaso yo canto y en mi canto me olvido.
¿Sonámbula de angustia ni aun el llanto te mueve?
No, que el tiempo ha pasado y al pisar en tus ojos
levanta tu bandera rebelde de su entraña.
¡Gloria, gloria a ese fuego que en tu sangre se viste!
¡Ciudad, ciudad, espera, que mi canto se nubla!
Las numerosas aguas que tu frente circundan
hoy solamente mojan tu dolor y silencio;
ni un reflejo tan sólo la luz pone en tu orilla;
ni una lágrima brota de tu oculta tristeza.
Ciudad, yo he conocido la lumbre de tus barrios,
el fuego estremecido de tus amplios mercados,
el rumor de tus voces junto al sabor del vino,
el cotidiano drama de tus plazas redondas.
Junto con la fatiga que rinde en el trabajo
y atiranta las horas del sueño y de la angustia,
he pisado en tus calles la pasión de tu aurora
y el amor ya despierto por conocer su dicha.
Ahora que estoy lejano, quisiera conocerte,
como dentro del árbol ya conoce la savia
el fruto porque enciende la flor de su destino:
así quiere mi sangre conocer m victoria.
Cuando vine, dejando tan necesariamente
lo que nunca el olvido turbará con su sombra:
mi casa destruida, mi pan abandonado
y el ardor de la muerte ya abrasando tus venas,
¡ay! cómo recordaba los venturosos días
que aun cercanos me daban la bondad de otra suerte :
la hermandad de tus hombres y el calor de los campos
unidos ya en su vuelo con tus veloces máquinas.
La sombra de tus muelles abiertos a la luna
mostraban tus naranjas ya al borde del viaje,
mano a mano del plomo, con el dorado aceite,
el blanquísimo azúcar y la sal del pescado.
Tus más rápidos trenes, rodando por tus huertos,
te robaban las frutas maduras de los árboles;
desterrados, al viento los humos ascendían
de las triunfantes fábricas, a la luz, despeinados.
¡Qué batir en los élitros de tu vida profunda,
tu libertad, tan fácil, ciudad, al fin te abría!
En las fugaces horas que mis ojos te vieron,
aun dentro de la guerra, tu memoria cambiaba
y una nueva sonrisa tus labios encendían
al ajustarse al tiempo por pronunciar tu nombre.
Hoy yo sé que enmudeces sin tránsito perdida
bajo el dolor oscuro de tu triste abandono.
Desiertos tus hogares, arrancadas sus puertas,
al silencio te clavan con soledad de rumba.
Se aprietan en tus sienes tus altas chimeneas,
levantando su olvido por coronar tu muerte.
Desuncido el caballo junto al carro dormita.
Ni una voz se levanta, ni una brizna en el viento.
El motor ya no gira su fecundo engranaje
y la harina parada se ennegrece en la piedra.
En los atardeceres, el farol sin oficio,
paso a paso en la sombra busca refugio al tedio.
Ciudad, ¿qué mundo habitas? ¿En qué cielo padeces?
¿Sin pulsos y sin pájaros de tu suerte te olvidas?
Mira: yo bien conozco las alas del futuro
que sobre ti se cierne prometedor y hermoso,
No busques en tu espalda, que el haberle perdido
quizás más fuertemente haga nacer tu gloria:
roja flor da el granado y al perderse sus pétalos
crece el fruto jugoso que hace curvar la rama.
Pero acaso yo canto y en mi canto me olvido.
¿Sonámbula de angustia ni aun el llanto te mueve?
No, que el tiempo ha pasado y al pisar en tus ojos
levanta tu bandera rebelde de su entraña.
¡Gloria, gloria a ese fuego que en tu sangre se viste!
¡Ciudad, ciudad, espera, que mi canto se nubla!
LAURA FIOCCA
Mi
sombra sobre tu reflejo
Espero en un bar
y un agujero asoma
en mi vestido nuevo.
Detrás del humo
rostros que conocen
el lenguaje de las cosas
una secuencia de anécdotas
en segundo plano.
Y mientras no llegás
tu ausencia es un cuerpo
cada vez más cerca
mi sombra sobre tu reflejo
un adiós
en cámara lenta.
Espero en un bar
y un agujero asoma
en mi vestido nuevo.
Detrás del humo
rostros que conocen
el lenguaje de las cosas
una secuencia de anécdotas
en segundo plano.
Y mientras no llegás
tu ausencia es un cuerpo
cada vez más cerca
mi sombra sobre tu reflejo
un adiós
en cámara lenta.
domingo, 29 de mayo de 2016
ANGELAMARÍA DÁVILA MALAVÉ
Quise
sembrarme todas mis venas
en la
frente
y
ensurcarlas feroces en todos mis latidos
quise
ser yo en mi sueno,
quise
ser yo en mi viento,
quise
volcarme toda en un torrente.
quise
fugarme inmensa de fugas escapantes,
quise
nacerme nuevos conciertos
y
agrandarme,
y me
brotaron toscos, violentos,
rudos
y amontonándose.
así
estoy, espantada en mi siglo y mi vena,
conciertos
a montones y amontonadamente,
ciudades
como muertas de ruinas inconclusas
y la
muerte acechándome.
agitada
en lo intacto, convulsa
con
mis piedras,
recostada
de insomne y ojera en mi sonrisa,
recostada
en la risa,
aferrada,
abismada
en el borde de tantas carcajadas.
así,
con
mi destino fijo, convulso
y
arteriado.
arteriado
de sangre verde
y a
borbotones,
con
mis dolores rojos
y mis
dolores agrios.
me
llama a voz y a eco
la
voz de tantos pinos.
me
llaman alaridos, gritos
de
flamboyanes:
el
mar me tira ronco
de
mis manos y brazos doloridos.
me
llaman con voz vieja
voces
de adentro, ancianas
de
mis sueños inútiles.
aquí,
frente al abismo
de
siglos putrefactos,
frente
a mis hondonadas.
aquí,
frente a los llantos
de
manos que se agitan.
frente
a mí, con mi risa,
frente
a mí con mis riscos
y mis
llanos.
abriéndome
a empujones senderos y caminos
por
todas mis arterias.
De: Homenaje al ombligo
RAINER MARIA RILKE
Canción
de amor
¿Cómo sujetar mi alma para
que no roce la tuya?
¿Cómo debo elevarla
hasta las otras cosas, sobre ti?
Quisiera cobijarla bajo cualquier objeto perdido,
en un rincón extraño y mudo
donde tu estremecimiento no pudiese esparcirse.
Pero todo aquello que tocamos, tú y yo,
nos une, como un golpe de arco,
que una sola voz arranca de dos cuerdas.
¿En qué instrumento nos tensaron?
¿Y qué mano nos pulsa formando ese sonido?
¡Oh, dulce canto!
¿Cómo sujetar mi alma para
que no roce la tuya?
¿Cómo debo elevarla
hasta las otras cosas, sobre ti?
Quisiera cobijarla bajo cualquier objeto perdido,
en un rincón extraño y mudo
donde tu estremecimiento no pudiese esparcirse.
Pero todo aquello que tocamos, tú y yo,
nos une, como un golpe de arco,
que una sola voz arranca de dos cuerdas.
¿En qué instrumento nos tensaron?
¿Y qué mano nos pulsa formando ese sonido?
¡Oh, dulce canto!
JUAN DE DIOS PEZA
A mis hijas
Mi tristeza. es un mar; tiene su bruma
que envuelve densa mis amargos días;
sus olas son de lágrimas; mi pluma
está empapada en ellas, hijas mías.
Vosotras sois las inocentes flores
nacidas de ese mar en la ribera;
la sorda tempestad de mis dolores
sirve de arrullo a vuestra edad primera.
Nací para luchar; sereno y fuerte
cobro vigor en el combate rudo;
cuando pague mi audacia con la muerte,
caeré cual gladiador sobre mi escudo.
Llévenme así a vosotras; de los hombres
ni desdeño el poder ni el odio temo;
pongo todo mi honor en vuestros nombres
y toda el alma en vuestro amor supremo.
Para salir al mundo vais de prisa.
¡Ojalá que esa vez nunca llegara!
Pues hay que ahogar el llanto con la risa,
para mirar al mundo cara a cara.
No me imitéis a mí: yo me consuelo
con abrir más los bordes de mi herida;
imitad en lo noble a vuestro abuelo:
¡Sol de virtud que iluminó mi vida!
Orad y perdonad; siempre es inmensa
después de la oración la interna calma,
y el ser que sabe perdonar la ofensa
sabe llevar a Dios. dentro del alma.
Sea vuestro pecho de bondades nido,
no ambicionéis lo que ninguno alcanza,
coronad el perdón con el olvido
y la austera virtud con la esperanza.
Sin dar culto a los frívolos placeres
que la pureza vuestra frente ciña,
buscad alma de niña en las mujeres
y buscad alma de ángel en la niña.
Nadie nace a la infamia condenado,
nadie hereda la culpa de un delito,
nunca para ser siervas del pecado
os disculpéis clamando: estaba escrito.
¡Existir es luchar! No es infelice
quien luchando, de espinas se corona;
abajo, todo esfuerzo se maldice,
arriba, toda culpa se perdona.
Se apaga la ilusión cual lumbre fatua
y la hermosura es flor que se marchita;
la mujer sin piedad es una estatua
dañosa al mundo y del hogar proscrita.
No fijéis en el mal vuestras pupilas
que víbora es el mal que todo enferma,
y haced el bien para dormir tranquilas
cuando yo triste en el sepulcro duerma.
Nunca me han importado en este suelo
renombre, aplausos, oropeles, gloria:
procurar vuestro bien, tal es mi anhelo;
amaros y sufrir tal es mi historia.
Cuando el sol de mi vida tenga ocaso
recordad mis consejos con ternura,
y en cada pensamiento, en cada paso,
buscad a Dios tras de la inmensa altura.
Yo anhelo que, al morir, por premio santo,
tengan de vuestro amor en los excesos:
las flores de mi tumba vuestro llanto,
las piedras de mi tumba vuestros besos.
Mi tristeza. es un mar; tiene su bruma
que envuelve densa mis amargos días;
sus olas son de lágrimas; mi pluma
está empapada en ellas, hijas mías.
Vosotras sois las inocentes flores
nacidas de ese mar en la ribera;
la sorda tempestad de mis dolores
sirve de arrullo a vuestra edad primera.
Nací para luchar; sereno y fuerte
cobro vigor en el combate rudo;
cuando pague mi audacia con la muerte,
caeré cual gladiador sobre mi escudo.
Llévenme así a vosotras; de los hombres
ni desdeño el poder ni el odio temo;
pongo todo mi honor en vuestros nombres
y toda el alma en vuestro amor supremo.
Para salir al mundo vais de prisa.
¡Ojalá que esa vez nunca llegara!
Pues hay que ahogar el llanto con la risa,
para mirar al mundo cara a cara.
No me imitéis a mí: yo me consuelo
con abrir más los bordes de mi herida;
imitad en lo noble a vuestro abuelo:
¡Sol de virtud que iluminó mi vida!
Orad y perdonad; siempre es inmensa
después de la oración la interna calma,
y el ser que sabe perdonar la ofensa
sabe llevar a Dios. dentro del alma.
Sea vuestro pecho de bondades nido,
no ambicionéis lo que ninguno alcanza,
coronad el perdón con el olvido
y la austera virtud con la esperanza.
Sin dar culto a los frívolos placeres
que la pureza vuestra frente ciña,
buscad alma de niña en las mujeres
y buscad alma de ángel en la niña.
Nadie nace a la infamia condenado,
nadie hereda la culpa de un delito,
nunca para ser siervas del pecado
os disculpéis clamando: estaba escrito.
¡Existir es luchar! No es infelice
quien luchando, de espinas se corona;
abajo, todo esfuerzo se maldice,
arriba, toda culpa se perdona.
Se apaga la ilusión cual lumbre fatua
y la hermosura es flor que se marchita;
la mujer sin piedad es una estatua
dañosa al mundo y del hogar proscrita.
No fijéis en el mal vuestras pupilas
que víbora es el mal que todo enferma,
y haced el bien para dormir tranquilas
cuando yo triste en el sepulcro duerma.
Nunca me han importado en este suelo
renombre, aplausos, oropeles, gloria:
procurar vuestro bien, tal es mi anhelo;
amaros y sufrir tal es mi historia.
Cuando el sol de mi vida tenga ocaso
recordad mis consejos con ternura,
y en cada pensamiento, en cada paso,
buscad a Dios tras de la inmensa altura.
Yo anhelo que, al morir, por premio santo,
tengan de vuestro amor en los excesos:
las flores de mi tumba vuestro llanto,
las piedras de mi tumba vuestros besos.
ESDRAS PARRA
a S.
Por
ese rostro mío tuyo
que has olvidado
por ese recuerdo me llamas
y ya no es tu boca sino otra boca
y no son tus labios sino el viento
y tocas fondo hasta llegar
al gran problema
aquí bajo este cielo
sin herencia sin alma
aquí sobre esta tierra
sin sueños sin nieve.
que has olvidado
por ese recuerdo me llamas
y ya no es tu boca sino otra boca
y no son tus labios sino el viento
y tocas fondo hasta llegar
al gran problema
aquí bajo este cielo
sin herencia sin alma
aquí sobre esta tierra
sin sueños sin nieve.
FRIEDRICH HÖLDERLIN
Tanto
vale el hombre y tanto vale el esplendor de la vida,
Los hombres a menudo son amos de la naturaleza,
Para ellos la tierra hermosa no está escondida,
Sino que con dulzura se desnuda mañana y tarde.
Los campos abiertos son como los días de la siega,
Alrededor se extiende espiritual la vieja Leyenda,
Una vida nueva vuelve siempre a nuestra humanidad,
Y el año se inclina aún una vez silenciosamente.
Los hombres a menudo son amos de la naturaleza,
Para ellos la tierra hermosa no está escondida,
Sino que con dulzura se desnuda mañana y tarde.
Los campos abiertos son como los días de la siega,
Alrededor se extiende espiritual la vieja Leyenda,
Una vida nueva vuelve siempre a nuestra humanidad,
Y el año se inclina aún una vez silenciosamente.
Versión de Vicente Huidobro
JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO
Tacto
y aire fino...
Toda
la noche comenzaba todo,
toda la noche amor.
Toda la noche claridad y vehemencia,
toda la noche amor.
Toda la noche llama contra llama,
toda la noche amor.
Toda la noche fiesta en el espejo,
toda la noche amor.
Toda la noche amándose a sí misma
toda la noche amor.
Toda la noche tacto y aire fino,
toda la noche amor.
toda la noche amor.
Toda la noche claridad y vehemencia,
toda la noche amor.
Toda la noche llama contra llama,
toda la noche amor.
Toda la noche fiesta en el espejo,
toda la noche amor.
Toda la noche amándose a sí misma
toda la noche amor.
Toda la noche tacto y aire fino,
toda la noche amor.
sábado, 28 de mayo de 2016
ESDRAS PARRA
Escribir
sobre el silencio o sobre
sus trozos de vacío, pero volver a
la palabra o hacia su desaparición
volver a la claridad, a la duda,
a una vida sencilla
o a la ardua madurez del hierro
fuera de aquí, anclar en el asombro
esa inocencia del mutismo.
sus trozos de vacío, pero volver a
la palabra o hacia su desaparición
volver a la claridad, a la duda,
a una vida sencilla
o a la ardua madurez del hierro
fuera de aquí, anclar en el asombro
esa inocencia del mutismo.
CELIA VIÑAS OLIVELLA
Geografía
Pintaba
un mapa mi niño,
¡qué
color azul de mar!,
¡qué
verde tierno en los valles!,
¡qué
montes color de pan!
Pintaba
un mapa mi niño
de un
país... yo no sé cuál.
Vio
que el mar era muy grande
y
casi se echó a llorar;
¡oh
los pobres marineros
sin
un puerto do arribar!
Días
y días y días,
sin
ver color terrenal,
azules
serán sus ojos
de
tanto mirar el mar.
y si
sopla el viento cruel,
sus
labios llenos de sal
besarán
las frías olas,
naufragio
en la soledad.
Si
llegan a pisar tierra,
de
andar no se acordarán,
como
patos caminando
se
burlará la ciudad.
Pero
mi niño ahora es bueno
y se
pone a dibujar
un
collar de islas pequeñas
que
ahora acaba de crear.
¡ ya
podrán los marineros .
en
las islas descansar!
Pintaba
un mapa mi niño
de un
país, yo no sé cuál!.
ANA MUELA SOPEÑA
Existíamos sobre el filo de la navaja
y allí bailábamos nuestra particular experiencia
cada segundo de estar vivos.
Luego vino la institucionalización del tiempo,
la cuenta de resultados,
la insoportable pérdida
de la calderilla para comprar bono loto,
el deslumbramiento del cálculo
y el gambito de dama.
Permanecí en la sombra
como la primera vez,
pero tú seguiste deambulando
por los territorios imposibles
de la razón
y el lazo que te unía a mi matriz de loto
se cortocircuitó
cayendo en el absurdo.
Yo,
en cambio,
continué vinculada a tu esencia
de huérfano y licántropo.
Como señor de las bestias
me descuartizas en tu sueño.
Mas yo no habito en ese sueño
que es una proyección de tu pánico.
Yo sigo cabalgando quietamente
sobre tu cuerpo liviano
que abraza la montaña de jade.
Existíamos
sobre la cuerda de un funambulista
y todo era terriblemente bello.
Ahora,
contabilizas con un ábaco
todos tus movimientos
y crees que el ahorro
es lo más adecuado.
Has concebido la idea
de que el amor sin meta ni objetivo
es una pérdida de tiempo,
y tú, ignorante de todo,
te estás asfixiando
con los relojes que inundan
tus lugares habituales.
Sólo tus ojos navegan
por océanos de ámbar.
Tu cuerpo yace adormecido
con el licor de mandrágora,
poseído por las brujas de Salem
y torturado por la rueda del Samsara.
MARIANELA PUEBLA
Mujer,
resiste
Estás
en medio de una gran batalla,
has
dado el paso decidido,
la
primera mirada combativa, el grito
que
dormía la placidez de los siglos,
la
llamarada en la antorcha de la vida.
Contra las vicisitudes odiosas, resiste, llevas en ti
la
voz ahogada que te impulsa a seguir caminos tortuosos,
llenos
de pesares y dolores.
Pero
tú estás hecha de coraje, junto a ti
corre
un río caudaloso de fuerza que recorre
tu
cuerpo, hecho de fibra extraordinaria
para
resistir los embates de la incertidumbre.
Tú eres luz, fuego, la fuerza motora que impulsa
a tus
hijos a seguir hacia delante,
a no
desfallecer ante situaciones adversas
que
les empujan con una carga a cuestas
difícil
de sobrellevar.
Resiste, tu corazón está hecho de granito
endurecido
por los azotes del destino,
aunque
flaqueen tus piernas a punto de derribarte,
sacas
arrojo más allá del dolor
y
continúas en la batalla.
Te declaras adicta a la lucha,
a
combatir la nebulosa del temor, el miedo ancestral
que
circula en tu sangre.
Resiste, resiste,
eres
mujer, eres más que un ser humano
convertido
en lágrimas.
Llevas
en ti la marca de los tiempos
que
te han heredado el coraje,
como
símbolo de tu karma.
Sostienen
tus brazos el peso de la historia,
derramada
en miles de hijos
que
salen de tu fecundo y amoroso vientre.
Sensible y protectora madre,
lo
das todo sin importar la estatura.
Debes
seguir resistiendo con fuerza de gigante,
pues
la grandeza que posees, no sólo cobija a tus hijos,
también
abarca la ilusión del planeta.
EMILIO PRADOS
Alba
rápida
¡Pronto, deprisa, mi reino,
que se me escapa, que huye,
que se me va por las fuentes!
¡Qué luces, qué cuchilladas
sobre sus torres enciende!
Los brazos de mi corona,
¡qué ramas al cielo tienden!
¡Qué silencios tumba el alma!
¡Qué puertas cruza la Muerte!
¡Pronto, que el reino se escapa!
¡Qué se derrumban mis sienes!
¡Qué remolino en mis ojos!
¡Qué galopar en mi frente!
¡Qué caballos de blancura
mi sangre en el cielo vierte!
Ya van por el viento, suben,
saltan por la luz, se pierden
sobre las aguas...
Ya vuelven
redondos, limpios, desnudos...
¡Qué primavera de nieve!
Sujetadme el cuerpo, ¡pronto!,
¡que se me va!, ¡que se pierde
su reino entre mis caballos!,
¡que lo arrastran! , ¡que lo hieren!
¡que lo hacen pedazos, vivo,
bajo sus cascos celestes !
¡Pronto, que el reino se acaba!
¡Ya se le tronchan las fuentes!
¡Ay, limpias yeguas del aire!
¡Ay, banderas de mi frente!
¡Qué galopar en mis ojos!
Ligero, el mundo amanece...
¡Pronto, deprisa, mi reino,
que se me escapa, que huye,
que se me va por las fuentes!
¡Qué luces, qué cuchilladas
sobre sus torres enciende!
Los brazos de mi corona,
¡qué ramas al cielo tienden!
¡Qué silencios tumba el alma!
¡Qué puertas cruza la Muerte!
¡Pronto, que el reino se escapa!
¡Qué se derrumban mis sienes!
¡Qué remolino en mis ojos!
¡Qué galopar en mi frente!
¡Qué caballos de blancura
mi sangre en el cielo vierte!
Ya van por el viento, suben,
saltan por la luz, se pierden
sobre las aguas...
Ya vuelven
redondos, limpios, desnudos...
¡Qué primavera de nieve!
Sujetadme el cuerpo, ¡pronto!,
¡que se me va!, ¡que se pierde
su reino entre mis caballos!,
¡que lo arrastran! , ¡que lo hieren!
¡que lo hacen pedazos, vivo,
bajo sus cascos celestes !
¡Pronto, que el reino se acaba!
¡Ya se le tronchan las fuentes!
¡Ay, limpias yeguas del aire!
¡Ay, banderas de mi frente!
¡Qué galopar en mis ojos!
Ligero, el mundo amanece...
JAIME LABASTIDA
El
crecimiento
Con la palabra inauguramos, damos vida.
Yo te nombro la playa de mi cuerpo,
la bahía de mi boca,
el abra de mis brazos.
Yo te nombro callada,
yo te nombro vibrante.
Te digo aves, te digo remolinos.
Espeso ahora mi juventud, tú la adulteces.
Grave ahora mi corazón, tú me lo sanas.
Tú me haces crecer como la tierra plantas,
como la tierra uvas,
como la tierra creces.
Y yo crezco contigo.
Me haces crecer sobre tu cuerpo
y soy como una enredadera
tendido entre tus brazos.
Peso ahora tu corazón y el mío:
peso lo doble.
Con la palabra inauguramos, damos vida.
Yo te nombro la playa de mi cuerpo,
la bahía de mi boca,
el abra de mis brazos.
Yo te nombro callada,
yo te nombro vibrante.
Te digo aves, te digo remolinos.
Espeso ahora mi juventud, tú la adulteces.
Grave ahora mi corazón, tú me lo sanas.
Tú me haces crecer como la tierra plantas,
como la tierra uvas,
como la tierra creces.
Y yo crezco contigo.
Me haces crecer sobre tu cuerpo
y soy como una enredadera
tendido entre tus brazos.
Peso ahora tu corazón y el mío:
peso lo doble.
De "El descenso" 1960
viernes, 27 de mayo de 2016
AMANTE ELEDÍN
En
esta página
Mi
casa es esta página,
Que es ese camino cuando miro mis huellas;
Después de mis pasos.
Esta página que aun construyo
Y como una torre me alza y me esconde.
Siempre hay algo que agregar,
Una ventana, otra puerta;
Un balcón para esperar el tropiezo de la luna.
Mi casa es siempre una nueva casa,
Con las mismas alas y el mismo timón.
Y parece tan vacía sólo conmigo, y
Tan llena de fantasmas y ángeles.
Las palomas cuentan sus generaciones en el entretecho,
Más abajo, bajo el cielo de mi casa, me voy apagando.
Mis herramientas no cesan en mis manos,
Duermen si yo duermo, y al soñar,
A mi lado están construyendo.
Al hacer un alto para respirar de nuevo, me pregunto:
¿Cómo seguir levantando esta casa
y que tú estés conmigo siempre?
Esta página es un camino invisible;
Se ve sólo volviendo los ojos atrás:
.......................................A donde nadie vuelve.
Que es ese camino cuando miro mis huellas;
Después de mis pasos.
Esta página que aun construyo
Y como una torre me alza y me esconde.
Siempre hay algo que agregar,
Una ventana, otra puerta;
Un balcón para esperar el tropiezo de la luna.
Mi casa es siempre una nueva casa,
Con las mismas alas y el mismo timón.
Y parece tan vacía sólo conmigo, y
Tan llena de fantasmas y ángeles.
Las palomas cuentan sus generaciones en el entretecho,
Más abajo, bajo el cielo de mi casa, me voy apagando.
Mis herramientas no cesan en mis manos,
Duermen si yo duermo, y al soñar,
A mi lado están construyendo.
Al hacer un alto para respirar de nuevo, me pregunto:
¿Cómo seguir levantando esta casa
y que tú estés conmigo siempre?
Esta página es un camino invisible;
Se ve sólo volviendo los ojos atrás:
.......................................A donde nadie vuelve.
De: “El único lugar”, 2003
CONCHA NIETO
Incompleto
Desde niña me acostumbré a pasear
por calles solitarias,
a veces con un libro en las manos,
otras con la muerte.
Me acostumbré a doblar en dos la noche
y a vivir detrás de los visillos,
o en el sonido absolutorio
de las campanas de la iglesia.
Noche a noche mis ojos
se mezclaban con el agua
y mis pies subían a los árboles,
en busca de una nota, un acorde,
un mundo donde poder refugiarme.
Casi por diversión trepaba a los tejados
y con mi gorro blanco,
ordenaba iluminados trenes que silbaban
bajo un cielo de escarcha.
Después, encendía velas que ocultaba
debajo de las sábanas
para leer a los muertos mientras oía
los ruidos de la calle.
Los gritos de algún borracho maldiciendo,
el tiempo de las llaves felices,
la marcha alegre del agua calle abajo,
la risa de alguna muchacha enamorada,
la música, los besos,
los pasos apresurados, la música,
los besos, el silencio,
el roce de la piel, los besos.
Desde niña me acostumbré
al dolor y a la renuncia,
a los largos paseos sin nadie,
a buscar en mi mente la locura,
la mudez, el luto en la palabra.
Hice brotar sangre de un piano y recé,
sin éxito, a un dios de hierro.
Mi mejor amiga era una prostituta
que quiso, también sin éxito,
que un vientre abominable,
me cubriese de oro.
Pero mi oro eran los minutos,
que pasaba sola, mi oro,
eran las horas que bailaba
en el interior de una jaula, mi oro,
eran aquellas pequeñas ardillas,
frente a los jardines chinos.
Hay un silencio que me espera
después de ser la niña
que creció desnuda.
Han llegado las horas finales.
Abro el cajón de las llamas.
El habitante duerme en su esquina,
ignora el daño que ha dejado en mi nuca,
ignora el horroroso asesinato
que ha cometido.
Han llegado las horas finales.
El visitante ha llegado del norte,
y en lugar de zapatos, lleva en sus pies,
dos ánforas de hierro.
Lleva un reloj de papel en la muñeca
y promesas de azúcar
que se comen las hormigas.
Me arrastra,
hasta ese lugar donde desaparecen
los oídos, me arrastra, sin estridencias,
como un elefante buscando
la ruta de su propio cementerio.
Pero ya desde niña,
me acostumbré a pasear
por calles solitarias, a veces con un libro,
a veces con la muerte,
discretamente,
como quien acaricia las hojas de un libro
incompleto.
Y será difícil volver a ese estado
febril, a aquella inexplicable sensación
de plenitud de besar las hojas de un libro
con forma de soga.
Tengo las ventanas cerradas
y miro la luz que se derrama en la mesa,
el barro que forma este desorden,
en las estanterías donde muere
y vive mi vida.
Mis manos se alejan del rojo.
Mis manos se cierran.
No hay palacio que se encienda de nuevo.
En la otra esquina quemo palabras,
hojas, alabastros, plumas
que ya no tienen tinta, almanaques,
fotos. Destruyo tu nombre y el mío.
Elimino el quizá y el por qué.
Las inútiles promesas de siempre,
congelo las frases.
Las horas y el desasosiego cantan
como pájaros pequeños.
Tengo las cortinas cerradas
y levanto una copa de vino
mientras fumo tabaco de vainilla
y brindo por vosotros.
Por los amigos de efímeros
y por aquéllos que florecieron
mientras hubo fuego.
Por el que se bebió mi tiempo
mientras me mataba.
Por el que con palabras de sal
me impidió creer en nada.
Por el poeta demasiado borracho de amor
para reescribir, en una nueva hoja,
una nueva historia,
Por aquél que me oculta al amanecer.
Por aquél que no supo traspasar los límites
y se quedó al otro lado del palacio de las lunas.
Ahora el visitante y el habitante
duermen juntos en la misma cama,
se quitan las botas, se estiran,
beben de la misma botella,
miran mi retrato y me arrancan los labios.
Hoy mi sombra y yo estamos juntas,
celebrando en una hermosa playa,
las cenizas que vuelan y cambian,
del gris al verde pálido, del verde pálido
al púrpura mientras se ahoga en el mar
todo mi cuerpo.
Hace ya tanto tiempo que el viento no sopla,
que se me ha olvidado abrir la puerta.
Desde niña me acostumbré a pasear
por calles solitarias,
a veces con un libro en las manos,
otras con la muerte.
Me acostumbré a doblar en dos la noche
y a vivir detrás de los visillos,
o en el sonido absolutorio
de las campanas de la iglesia.
Noche a noche mis ojos
se mezclaban con el agua
y mis pies subían a los árboles,
en busca de una nota, un acorde,
un mundo donde poder refugiarme.
Casi por diversión trepaba a los tejados
y con mi gorro blanco,
ordenaba iluminados trenes que silbaban
bajo un cielo de escarcha.
Después, encendía velas que ocultaba
debajo de las sábanas
para leer a los muertos mientras oía
los ruidos de la calle.
Los gritos de algún borracho maldiciendo,
el tiempo de las llaves felices,
la marcha alegre del agua calle abajo,
la risa de alguna muchacha enamorada,
la música, los besos,
los pasos apresurados, la música,
los besos, el silencio,
el roce de la piel, los besos.
Desde niña me acostumbré
al dolor y a la renuncia,
a los largos paseos sin nadie,
a buscar en mi mente la locura,
la mudez, el luto en la palabra.
Hice brotar sangre de un piano y recé,
sin éxito, a un dios de hierro.
Mi mejor amiga era una prostituta
que quiso, también sin éxito,
que un vientre abominable,
me cubriese de oro.
Pero mi oro eran los minutos,
que pasaba sola, mi oro,
eran las horas que bailaba
en el interior de una jaula, mi oro,
eran aquellas pequeñas ardillas,
frente a los jardines chinos.
Hay un silencio que me espera
después de ser la niña
que creció desnuda.
Han llegado las horas finales.
Abro el cajón de las llamas.
El habitante duerme en su esquina,
ignora el daño que ha dejado en mi nuca,
ignora el horroroso asesinato
que ha cometido.
Han llegado las horas finales.
El visitante ha llegado del norte,
y en lugar de zapatos, lleva en sus pies,
dos ánforas de hierro.
Lleva un reloj de papel en la muñeca
y promesas de azúcar
que se comen las hormigas.
Me arrastra,
hasta ese lugar donde desaparecen
los oídos, me arrastra, sin estridencias,
como un elefante buscando
la ruta de su propio cementerio.
Pero ya desde niña,
me acostumbré a pasear
por calles solitarias, a veces con un libro,
a veces con la muerte,
discretamente,
como quien acaricia las hojas de un libro
incompleto.
Y será difícil volver a ese estado
febril, a aquella inexplicable sensación
de plenitud de besar las hojas de un libro
con forma de soga.
Tengo las ventanas cerradas
y miro la luz que se derrama en la mesa,
el barro que forma este desorden,
en las estanterías donde muere
y vive mi vida.
Mis manos se alejan del rojo.
Mis manos se cierran.
No hay palacio que se encienda de nuevo.
En la otra esquina quemo palabras,
hojas, alabastros, plumas
que ya no tienen tinta, almanaques,
fotos. Destruyo tu nombre y el mío.
Elimino el quizá y el por qué.
Las inútiles promesas de siempre,
congelo las frases.
Las horas y el desasosiego cantan
como pájaros pequeños.
Tengo las cortinas cerradas
y levanto una copa de vino
mientras fumo tabaco de vainilla
y brindo por vosotros.
Por los amigos de efímeros
y por aquéllos que florecieron
mientras hubo fuego.
Por el que se bebió mi tiempo
mientras me mataba.
Por el que con palabras de sal
me impidió creer en nada.
Por el poeta demasiado borracho de amor
para reescribir, en una nueva hoja,
una nueva historia,
Por aquél que me oculta al amanecer.
Por aquél que no supo traspasar los límites
y se quedó al otro lado del palacio de las lunas.
Ahora el visitante y el habitante
duermen juntos en la misma cama,
se quitan las botas, se estiran,
beben de la misma botella,
miran mi retrato y me arrancan los labios.
Hoy mi sombra y yo estamos juntas,
celebrando en una hermosa playa,
las cenizas que vuelan y cambian,
del gris al verde pálido, del verde pálido
al púrpura mientras se ahoga en el mar
todo mi cuerpo.
Hace ya tanto tiempo que el viento no sopla,
que se me ha olvidado abrir la puerta.
ANGELAMARÍA DÁVILA MALAVÉ
I
Gran
ritmo de huracán, que azota y lleva!
que
desgaja y arranca en torbellino,
un
ruego hirviente de volcán que ruge...
Ese
es mi corazón! Rompe y derrama
por
la intrincada selva de mi adentro!
Batir
de olas que rompe y desespera
queriendo
derribar la firme roca
y se
levanta altiva y dominante
sin
poder agrietar esa ribera.
Ese
es todo mi ser! Tiembla y se crispa
y
estruja con gran nafta mis dos ojos
para
que surja el llanto a borbotones
y
haga nacer un mar rugiente y trágico!
MARÍA GERMANÁ MATTA
Clandestino
Llora
el Ángelus Novus
de sus alas rasgadas brota
la sangre apocalíptica
de la catástrofe.
de sus alas rasgadas brota
la sangre apocalíptica
de la catástrofe.
Son
niños, hombres y mujeres en floración
han
atravesado la curva árida
de una vida sin tregua
y escalado la sed de todos los abismos
en su pecho
vibran las cuerdas
de una sinfonía
con los desacordes mudos
de sus cuatro movimientos
el hedor turbio
de la guerra
con sus alaridos de relámpago
proclamando
el diluvio de los huesos
sus espaldas arrastran
los azotes de una ciudad
fundida en ruinas
y un rocío
de pétalos marchitos
le escuece el corazón
en su estómago
cruje la cigarra del hambre
de sus labios aflora
el charco seco de la sed
y sus ojos recios
añoran semillas
para un suelo seco.
de una vida sin tregua
y escalado la sed de todos los abismos
en su pecho
vibran las cuerdas
de una sinfonía
con los desacordes mudos
de sus cuatro movimientos
el hedor turbio
de la guerra
con sus alaridos de relámpago
proclamando
el diluvio de los huesos
sus espaldas arrastran
los azotes de una ciudad
fundida en ruinas
y un rocío
de pétalos marchitos
le escuece el corazón
en su estómago
cruje la cigarra del hambre
de sus labios aflora
el charco seco de la sed
y sus ojos recios
añoran semillas
para un suelo seco.
Sopla
el viento
en la
huida
y como Orfeo
sabe
que no puede mirar atrás
y corre
.............corre
.......................corre
su aliento rastrea
el vestigio de algún paraíso
su voz no es una voz
es un chirrido de pájaro
volando hacia el ocaso
de todas las incertidumbres.
y como Orfeo
sabe
que no puede mirar atrás
y corre
.............corre
.......................corre
su aliento rastrea
el vestigio de algún paraíso
su voz no es una voz
es un chirrido de pájaro
volando hacia el ocaso
de todas las incertidumbres.
Ha
llegado
deposita
sus ojos húmedos
en tierra firme
pero la lluvia
sigue cayendo a chorros
sobre la planta reseca
de sus pies
apenas un soplo
para los harapos
de sus sueños
¿Cuándo terminará su huida?
¿Existirá algún lugar sin fosas
que lo aguarde?
en tierra firme
pero la lluvia
sigue cayendo a chorros
sobre la planta reseca
de sus pies
apenas un soplo
para los harapos
de sus sueños
¿Cuándo terminará su huida?
¿Existirá algún lugar sin fosas
que lo aguarde?
Detrás
de cada huida
hay
una luz
un cielo sin escombros
en la desembocadura de los sueños.
Existe un puerto
de todas las ternuras cobijándolo.
Grita la voz del instinto.
un cielo sin escombros
en la desembocadura de los sueños.
Existe un puerto
de todas las ternuras cobijándolo.
Grita la voz del instinto.
Sueña
con la hierba silvestre
brotando
a chorros
por su sangre
danzan con furia
sus párpados desamparados
con la voz de la promesa.
No sabe que en las ciudades
del norte
brillan glamurosos
los carteles
tras los focos luminosos
las sonrisas
espejismos de una dicha
a crédito
que se compra con visa o mastercard
el mundo navega
por las corrientes sin brújula
del gran mercado
chupando el humus
de sus precarios habitantes.
por su sangre
danzan con furia
sus párpados desamparados
con la voz de la promesa.
No sabe que en las ciudades
del norte
brillan glamurosos
los carteles
tras los focos luminosos
las sonrisas
espejismos de una dicha
a crédito
que se compra con visa o mastercard
el mundo navega
por las corrientes sin brújula
del gran mercado
chupando el humus
de sus precarios habitantes.
Soles
negros
en
los rostros sin nombre
las ciudades del norte
erigen sus torres de acero
amurallando todos los delirios
labios sellados
para sus ruegos sin refugio
paneles sin miel
para la intemperie de sus lágrimas
ellos, los sin rostro
deambulan por el pavimento indiferente
de la gran ciudad.
las ciudades del norte
erigen sus torres de acero
amurallando todos los delirios
labios sellados
para sus ruegos sin refugio
paneles sin miel
para la intemperie de sus lágrimas
ellos, los sin rostro
deambulan por el pavimento indiferente
de la gran ciudad.
ROSSANA ARELLANO
Incapacidad
de cadáver
No volveré a tu casa a calentarme los pies,
Descenderé al infierno por el revés de mis ojos.
Estos ojos
Que reflejan la amargura del alma
Y callan, incapaces de llorar
Su torrente de lágrimas.
Es cierto,
Son tantos los ojos
Que han menguado
La humedad del llanto, aguardamos.
No me quejaré, ante los monstruos,
Estrangularé mi vida frente a ellos.
Mañana pecaré como ayer
Fornicaré con la sombra
Le robaré el blanco de los ojos
Cuando jadee extasiada.
Deja que trague saliva
Y arráncame los labios
Con un beso impetuoso
Que me llene la boca de confusión.
Un canto incomprensible
Arrebata desde adentro, no cantaré.
De todas las palabras, hastío,
De la carne que no responde, hastío,
Del terror del sol posándose en tu miembro,
Aumentando la herida, dolor.
El secreto pasa, sobre mano libre.
De lo humano, déjame el consuelo,
Que en esta incapacidad de cadáver
Han sido las tinieblas mis hermanas.
Desprecio el afecto
Que tuve por la bestia y su camino.
He palpado la mentira
Que nos seca el asombro
Y no le puse límites,
Entonces fue que morí, mientras bebía.
Escondo una justificación, sin plazo,
Bajo mis pies
Pero me sangran las manos
Desde que la zurcí a mi huella.
Nada anima a volver,
Ni ese pliegue de tu falda, madre.
No volveré a tu casa a calentarme los pies,
Descenderé al infierno por el revés de mis ojos.
Estos ojos
Que reflejan la amargura del alma
Y callan, incapaces de llorar
Su torrente de lágrimas.
Es cierto,
Son tantos los ojos
Que han menguado
La humedad del llanto, aguardamos.
No me quejaré, ante los monstruos,
Estrangularé mi vida frente a ellos.
Mañana pecaré como ayer
Fornicaré con la sombra
Le robaré el blanco de los ojos
Cuando jadee extasiada.
Deja que trague saliva
Y arráncame los labios
Con un beso impetuoso
Que me llene la boca de confusión.
Un canto incomprensible
Arrebata desde adentro, no cantaré.
De todas las palabras, hastío,
De la carne que no responde, hastío,
Del terror del sol posándose en tu miembro,
Aumentando la herida, dolor.
El secreto pasa, sobre mano libre.
De lo humano, déjame el consuelo,
Que en esta incapacidad de cadáver
Han sido las tinieblas mis hermanas.
Desprecio el afecto
Que tuve por la bestia y su camino.
He palpado la mentira
Que nos seca el asombro
Y no le puse límites,
Entonces fue que morí, mientras bebía.
Escondo una justificación, sin plazo,
Bajo mis pies
Pero me sangran las manos
Desde que la zurcí a mi huella.
Nada anima a volver,
Ni ese pliegue de tu falda, madre.
ANA MUELA SOPEÑA
Al
límite del vértigo
Ella se sabe al límite del vértigo,
desciende hacia los túneles del mundo,
más allá de la sombra y el infierno,
para sobrellevar en el desastre
una vida carente de sentido.
Atempera una imagen
subiendo por los tonos del lenguaje,
sin cuerpo entre la música del alba
sobre los entramados de la luz.
Sin piel lívida de aire
atesorando espejos en el alma,
para tener un reino que imitar.
Sin peso que atormente en la locura.
Sin densidad de agua.
Ella se sabe nadie o sabe nada
y diluye su nombre en el umbral
de un laberinto sucio o derrumbado.
Ella llueve sin lágrimas de acero
sobre copias ocultas en las calles.
Ella disuelve el grito en las aceras
y rompe las esquinas de las aves
sobre las horas vanas del deseo.
Sin artificios hartos de fingir,
sin kilos aferrados a costumbres,
sin volumen de un tiempo ya caduco.
Ella se sabe algo o sabe alguien
y desciende en picado por la herida
de la pasión dispersa en gotas cálidas
en la hojarasca seca del otoño.
La misteriosa joven ya traslúcida
busca el instante amado de la muerte
que la devuelva al cúmulo perfecto
de la fusión de niebla y sol heroico.
Ella se sabe huesos
entretejidos siempre a la verdad,
para sobreponerse a los teatros.
Espacios intangibles de penumbra
donde la redención puede llegar,
mientras suenan sirenas
en las plazas
o un abrazo, por fin,
de protección.
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