"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 10 de enero de 2016
JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO
Todo
fue muy sencillo:
ocurrió que las manos
que ella amaba,
tomaron por sorpresa
su piel y sus cabellos;
que la lengua
descubrió su deleite.
¡Ah! detener el tiempo!
Aunque la historia
tan sólo ha comenzado
y sepa que la noche
le es propicia,
teme que con el alba
continúe su sed
igual que siempre.
Ahora el amor la invade
una vez más. ¡Oh tú
que estás bebiendo!
Apiádate de ella,
su garganta está seca,
ni hablar puede.
Pero escucha su herido,
respira la agonía
de un éxtasis y el ruego:
¡no te vayas, no, no te vayas.
¡Quiero beber yo!
ocurrió que las manos
que ella amaba,
tomaron por sorpresa
su piel y sus cabellos;
que la lengua
descubrió su deleite.
¡Ah! detener el tiempo!
Aunque la historia
tan sólo ha comenzado
y sepa que la noche
le es propicia,
teme que con el alba
continúe su sed
igual que siempre.
Ahora el amor la invade
una vez más. ¡Oh tú
que estás bebiendo!
Apiádate de ella,
su garganta está seca,
ni hablar puede.
Pero escucha su herido,
respira la agonía
de un éxtasis y el ruego:
¡no te vayas, no, no te vayas.
¡Quiero beber yo!
MÓNICA LANERI
El
día final
Cuando
el día termina
las caras amigas
se vuelven enemigas,
mi animo tranquilo
muta en asesino.
Ya no soy
un Yo naciente.
Estoy muriendo,
y a la par del sol,
me hundo.
las caras amigas
se vuelven enemigas,
mi animo tranquilo
muta en asesino.
Ya no soy
un Yo naciente.
Estoy muriendo,
y a la par del sol,
me hundo.
ALEJANDRO PALIZADA
Elegimos
una mentira
Elegimos
una mentira: que todo sea posible.
Elegimos
tirar una piedra al río
Quedarnos
al borde contemplándola.
Hace
frío.
Podemos
contar una historia que nos incluya
Un
mito que nos desnude, una canción triste para cantar.
Voy a
buscar el verdadero rostro de las palabras
Voy a
lavarlas de la pesadez de días y noches.
Elijo
una línea de mi mano.
La
extiendo, la desplazo, la parto.
Elijo
el centro que se disipa.
FÁTIMA VÉLEZ GIRALDO
Promesa
del día muerto
El
día congela mis párpados ante la espera
pero
la mañana no nos besa las manos
ni
traza con firmeza sus líneas
y una
luz no se instala en nosotros
con
voz propia mostrándonos el camino,
y un
grito no traspasa el instante del abandono
de
todo lo que habita y nació muerto entre nosotros
Pues
donde había corazón
sólo
una piel que se resiste a tomar forma,
y la
complicidad del silencio
extendió
sus dominios
con
raíces oscuras,
y
nosotros
contemplando
la lluvia
cuando
ciegamente creíamos en el cielo azul de esta mañana.
BRENDA RÍOS
Queriendo
morir
Ya
que lo preguntas, la mayoría de los días no puedo recordar
camino
con la ropa puesta, sin marcas por ese viaje.
Entonces
la casi innombrable lujuria regresa.
Incluso
entonces no tengo nada contra la vida,
conozco
bien las hojas de hierba que dices,
el
mobiliario que has puesto bajo el sol.
Pero
los suicidas tienen un lenguaje especial.
Como
carpinteros quieren saber qué herramientas.
Nunca
preguntan por qué construir
Dos
veces me he confesado de manera sencilla,
he
poseído al enemigo, he comido al enemigo;
he
tomado su oficio, su magia.
De
esta manera, tan seria y considerada,
más
caliente que agua o aceite,
descansé,
babeando por el agujero de la boca.
No
pensé mi cuerpo como encaje de aguja,
habían
desaparecido incluso la córnea y los restos de orina.
Los
suicidas ya han, de hecho, traicionado al cuerpo.
Nacidos
muertos, no siempre mueren,
pero
deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce
que
hasta los niños mirarían sonriendo.
¡Meterse
toda esa vida bajo tu lengua!
Toda
ella por sí sola se vuelve una pasión.
La
muerte es un hueso triste, estropeado, dirías.
y aún
así me espera, año tras año,
para
deshacer cariñosamente una vieja herida,
para
vaciar mi aliento de su mala prisión.
Balanceados
ahí los suicidas algunas veces se encuentran,
rabiosos
ante el fruto, una luna inflada,
dejando
el pan que confundieron con un beso.
Dejando
abierta, con cuidado, la página del libro,
algo
sin decir, el teléfono descolgado,
y el
amor, lo que haya sido, una infección.
RENÉ MORALES HERNÁNDEZ
I
Un
día antes del fin del mundo
nos
levantaremos temprano
a ver
a los pájaros
y nos
sorprenderemos
escuchando
nuestra respiración
a la
mitad de la hierba fresca
en
ese momento no sentiremos nada
sólo
esa pequeña gota de lluvia que se estrella
en
contra de algo que no puedo definir
y la
vida no será más que arena que cae
un
fragmento de pan viejo en la alacena
que
comerán con paciencia las ratas más pequeñas
en
ese momento ya sólo seremos un poco de tiempo y sangre
en un
lugar inadecuado
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