"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 11 de enero de 2016
ANGÉLICA HOYOS GUZMÁN
Fiebre
de sentir
(En una ruta hacia Lisboa pensando en
Fernando Pessoa)
Hay
en el cielo más galaxias de las que pudieras contar. Ya lo sabías, porque
viniste a verme aunque yo sé que ya te habías ido. Lo sabías cierto en el
idioma y en la incredulidad del paisaje, incierto. Me viste pasar por tu
Galaxia y supiste que era yo, esperando el bus que me llevaría a Lisboa, no la
tuya, no tu lengua, ni la lengua del poeta que quería cambiar el mundo con una
hoja de hierba, sino esta que los hombres y mujeres gloriosos van
dejando cuando sienten la calle pesada, el ritmo les quita más sentir que
pensar y los hace caer de la cuerda.
Tú
que sabías estar en nosotros y nosotros en ti, que sabías también que la
perfección era un decir, que conocías el camino del centro hacia la cabeza y el
camino de regreso de todos nosotros, fuiste más que esos pocos que pudiste ser,
y ¡qué bueno! Ahora también fuiste yo, y te sentí triste y feliz al mismo
tiempo, cuando te busqué me aligeraste el rocío de los ojos. He dicho que he
sentido, pensado, que estabas aquí entre mis letras, como estuviste en todos
tus visitantes. Te enteraste muy bien que las estrellas y el destino es más
complejo que los nueve planetas, que hay más elementos de
los que podemos mencionar, pues solo estando, infinito y único, pudiste
saber el punto exacto en el horizonte donde se levantaba matemáticamente la
supernova de cualquiera que es nadie, como yo, en esta vía láctea en donde me
quemo.
VIOLETA OROZCO
Aquí
no tocó vivir
La
dureza de este suelo
la pesadez
de este aire
la indiferencia
de esta gente
lo inhóspito
de esta calle.
Lo
infinito de este duelo
lo inacabable.
¿De
quién es esta tierra,
esta tierra
de nadie?
¿de dónde
este desierto
con oasis
culpables?
¿de dónde
este silencio
insoportable?
¡Que
de una vez reviente
el tímpano
de atrofia!,
la voz
llena de angustia
denuncie lo
imperdonable:
en este
estado de sitio
la vida
no tiene cabida,
en este
estado de coma
sólo llega
la carcoma
a comer
ansias de pobre.
¡Tierra
de nieblas perpetuas,
precaria aridez
de leguas
se ve
que de ti nada nace!
¿Quién
dice que mi madre
me ha
parido aquí?
¿en esta
casa escasa
que nunca
hogar será?
¿Quién
afirma
que esta
raza
de sequías
es la mía
que estos
hombres sin amor
habrán de
amarme?
¿Qué
defensa,
qué protección,
qué impermeable
puede tener
nadie,
contra la
nada abierta
la muerta
que celebra
su avidez
de niebla,
su gusto
de anular
lo que
despuebla?
¡Que
en balde hayas nacido
terreno baldío!
cobarde abandono
de agobio
y de frío
que tu
ruina expandes
como un
denso río.
Tierra
yerma, estéril, muerta:
¿qué culpa
tienes de ser infértil?
Hierbas
que espigan pronto
con pocas
lluvias y en poco tiempo
matando a
la belleza de otras
plantas que
quieren ser flores
en un
terreno incierto.
Aquí
no le toca vivir
a nadie,
solo queda
emigrar hacia
otra tierra
para respirar
otro aire.
MIGUEL FLORIANO TRASEIRA
Primitiva
elegía
A
Luis Llorente
En
esta mansa noche de verano
en que la brisa y su manera de acoger la mirada
acercan el recuerdo, en ti
pienso de nuevo, inquieto niño
de ambiciones furtivas, desarmada
criatura de alas primorosas.
en que la brisa y su manera de acoger la mirada
acercan el recuerdo, en ti
pienso de nuevo, inquieto niño
de ambiciones furtivas, desarmada
criatura de alas primorosas.
Si
miro al horizonte, casi puedo
distinguir tu silueta: estás sentado
al borde de la orilla, con una caracola
pajiza entre las manos, esperando quizá
la caricia gentil de la marea.
En ese ayer, la tarde soleada
e inmortal nunca conserva para tus ojos
ángulos tristes: no es posible
descuidar la alegría si se es
aún enteramente asombro.
distinguir tu silueta: estás sentado
al borde de la orilla, con una caracola
pajiza entre las manos, esperando quizá
la caricia gentil de la marea.
En ese ayer, la tarde soleada
e inmortal nunca conserva para tus ojos
ángulos tristes: no es posible
descuidar la alegría si se es
aún enteramente asombro.
Saber
quisiera
en qué rincón extinto de mi vida
exhalaste tu último suspiro
para dar paso al hombre que hoy habría
de ofrendar su tiempo a esta inquietud,
en qué recodo
lúgubre se apagó tu maravilla,
discreta y noble como el pulso de los álamos.
en qué rincón extinto de mi vida
exhalaste tu último suspiro
para dar paso al hombre que hoy habría
de ofrendar su tiempo a esta inquietud,
en qué recodo
lúgubre se apagó tu maravilla,
discreta y noble como el pulso de los álamos.
Saber
quisiera en qué momento,
en qué momento abandonaste
las lindes de mi cuerpo. Ya sin ti
el porvenir es solo una plegaria.
en qué momento abandonaste
las lindes de mi cuerpo. Ya sin ti
el porvenir es solo una plegaria.
De: Quizá el fervor
HÉCTOR DE PAZ
Medirá
mi corazón
otra
vez el rastro de la noche
sonámbulo
de cansancio repito:
una
cama sin dueño fijo
me consolará en silencio
una cama de otros tantos
se tragará mis quejas
me consolará en silencio
una cama de otros tantos
se tragará mis quejas
llegan
sueños quebrantadores
visiones turbación delirio
visiones turbación delirio
la
noche comienza
y es mi corazón
guardián perpetuo.
y es mi corazón
guardián perpetuo.
De: Pondrás tu boca en el polvo
MOISÉS VEGA
Para Alí Calderón
Alguien escribe por mí
grandes golfos de pútrido vértigo,
peñascos de espuma bajo el árbol de los huesos,
estatuas esculpidas por fantasmas.
grandes golfos de pútrido vértigo,
peñascos de espuma bajo el árbol de los huesos,
estatuas esculpidas por fantasmas.
Sobre
un abismo de claridades
corrige la naturaleza,
dicta antologías
igual que un relámpago lascivo.
corrige la naturaleza,
dicta antologías
igual que un relámpago lascivo.
La
noche le heredó en el ojo
la arqueología del ritmo
no el sueño del cenzontle
la arqueología del ritmo
no el sueño del cenzontle
Mientras
escribo
alguien más aprehende de la escritura
sólo fábricas de aire,
pero no es mi tema fijar vértigos
por desgracia tengo la carne triste,
la lujuria me ha enseñado más
que todas las bibliotecas de la Ciudad de México,
creo en los cerdos no en el alma,
en la tierra de mis viejos
aunque sea festín de los buitres,
en mi mujer que no es rubí
ni huele a sándalo.
alguien más aprehende de la escritura
sólo fábricas de aire,
pero no es mi tema fijar vértigos
por desgracia tengo la carne triste,
la lujuria me ha enseñado más
que todas las bibliotecas de la Ciudad de México,
creo en los cerdos no en el alma,
en la tierra de mis viejos
aunque sea festín de los buitres,
en mi mujer que no es rubí
ni huele a sándalo.
Soy
un hombre perezoso,
que alguien más escriba por mí
los libros que han incendiado al mundo
que alguien más escriba por mí
los libros que han incendiado al mundo
CARMEN INÉS PERDOMO
Réquiem
Desde
el crepúsculo,
Llegan
pájaros blancos a mi cuerpo.
Cesa
el silencio.
Entre
nocturnos restos
el
resplandor del canto.
De: Silencio en Llamas
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