lunes, 8 de febrero de 2016


MARCELO DANIEL FERRER







Una musa sisea en los árboles
Canto de despertares.
En sus capullos
Los crisantemos perfuman el aire.

Las aves dejan huella en consortes viajes.
Con sigilo
Mil ángeles colorean paisajes.

La tierra bulle bajo el tibio sol de la tarde...
En reverde romance
La vida hace su alarde.

Plenitud y despertares
Como fauces voraces,
Igual que mi suelta boca
En tus labios procaces.



RAMÓN VALDEZ



  



No me digas que no, te pones fea
Se te arruga la frente y en la boca,
Ese gesto de enojo que provoca
Amargura que duele y que golpea.

No me digas que no, no es la manera
Que debieras usar al castigarme,
Porque cuida no vayas a matarme,
Hay castigos que un hombre no tolera.

Y por eso y aunque sea por un rato
En el bien de este amor es que lo digo.
Deja ya tu rencor y tu mal trato.

Hazme caso, mujer, y si te pido,
Si mi alma está sedienta de tu abrazo
¡Deja todo, por Dios, y ven conmigo!




OTILIO VIGIL DÍAZ




Profesión de fe



Cansado de alambicar mi arte y mi vida, aspiro a simplificar mi vida y mi arte;
quiero realizar este milagro sin reducir mis desequilibrios
ni suprimir mis cálcinomas interiores;
hacer la cifra sin contarla;
tener lo mismo:
uno,
cien,
mil,
que un millón o nada;
vivir cerca de los animales, y muy lejos de los hombres;
tener por música, la música del mar, la música de las estrellas y la música de mis clavicordios interiores...



JULIO FLÓREZ ROA



  
Oye, tus ojos tan profundas huellas dejaron
(LXII de Gotas de Ajenjo)



Oye, tus ojos tan profundas huellas
Dejaron para siempre en mis entrañas,
Que en las noches tranquilas
Suelo mirar absorto las estrellas
Sobre la cresta azul de las montañas,
Tan solo porque en ellas
Me parece que miro tus pupilas
Rodar tras de la red de tus pestañas.
Presa, entonces, de trágica agonía,
Pierdo toda mi calma,
Y hasta el fondo del alma
Torno azorado la mirada mía;
Y al contemplar de tus desdén los rastros,
Por no ver más tus ojos, bien quisiera,
Con ira de pantera,
Rasgar los cielos y extinguir los astros.



JORGE DEBRAVO




Esta canción amarga



Sufro tanto que a veces ni siquiera
sé si sufro por mí o por el obrero.
El sufrimiento nace, simplemente.
Es como un árbol ciego.

No lo busco, lo llamo ni lo aguardo.
Nace cuando lo quiere.
Es como un chorro de alcohol, como una
almohada de alfileres.

Es amargo y sangriento a medianoche
y a veces -sin permiso- en las aceras.
Me anuda la camisa hasta asfixiarme.
Me riega ácidos malos en las venas.

Sin embargo, hermanos, cuando falta
es como si mi carne estuviera vacía.
Como si no corriera el jugo de mi sangre.
Como si a chorros, roja, se me huyera la vida.


MANUEL ALTOLAGUIRRE



  
Las sendas que me obligo a recorrer por ti...



Las sendas que me obligo
a recorrer por ti,
no las borra la vida,
y en vez de flores, una venda,
dura como una máscara,
va dividiendo el campo.
Quisiera haber nacido junto a ti,
vivir de rama en rama, sin caminos,
pero veo la distancia, el no alcanzarte
y peregrina el corazón pisando rosas
y llega al tuyo cuando sueña
dentro de una ciudad donde aplastado
quedó el verdor, la risa, las colmenas.
En ellas se enredaron los caminos
y la tierra ofendida quedamente
lanza leves suspiros, sus jardines;
sus torres que desprecios a la brisa
hacen inmóviles
voces de bronce dan
para anunciar las nuevas tumbas.
Yo sé por qué la tierra enfurecida
a veces tiembla y rompe las ciudades:
alguien responde al llanto de las yerbas
que no pueden nacer bajo las losas.
Las pisadas del hombre van dejando
su estéril huella, firme que divide
con una seca herida el prado verde
y más endurecido y seco implora
sostén a sus pisadas, que se calle
el color, que no pronuncie
en tallos de alegría
su gesto el campo;
mas impasible quiere su dominio,
con mármol sueña lapidar llanuras.
No así mi amor, tu mundo, otro planeta,
la flor intacta con ocultos ríos:
por sus venas iré sin ser notado,
soy de tu corazón dócil corriente.