lunes, 25 de abril de 2016


LIVIO RAMÍREZ




Escrito sobre el amanecer (1990)

A mis hijos
Francisco José y
Livio César

“Amado mundo podrido”
“País asesinadísimo”


Cavando en las palabras.
Metido en ellas como si fueran minas,
pozos peligrosísimos,
arenas movedizas
donde espero encontrarme,
hincándoles el diente
con voluntad animal,
arrancándomelas de la boca
como algas abominables,
abriéndolas en dos,
enterrándolas,
reviviéndolas a golpes de poesía,
a puntapiés que doy con el corazón;
metido en las palabras
miro mis armas fatigadas:


El cansancio explicable
de mis instrumentos de trabajo:

Un ojo encendido,
una mano reventada de mundo,
explosionada por vivir.
Mi tacto de elefante.
Esta selva sanguínea de papeles,
las hojas que son campos de batalla.


Mirando el curso de mis días,

hoy me he detenido a estallar,
a crecer duramente
entre reglas de juego.
A mis espaldas ruge Madrid.

Veo su cielo aún invicto entre la polución
y el veneno de los anuncios luminosos.

Está a punto de hundirse
sobre el amanecer.
Tengo un poco de fiebre.
(Casi es nada, me digo,
con la amabilidad de un fantasma.)


Y escribo:
¿Cuántos puños convergen en mi mano?
¿cuántas voces confluyen
en mi monólogo feroz?

Quiero fundir la vida y las palabras.
Apresar sus raíces, aquí,
bajo este océano
donde no hay más que insomnio

Escribo:
No sé si hago una autopsia,
o giro en la borrasca de un gran autorretrato,
o combato en un óleo de todos o de nadie.

Sueño activamente
como una piedra que se incendia de júbilo
a pleno mediodía.
En mis manos dan saltos las imágenes.
La realidad del mundo es mi realidad,
pero no consigo escribir
mi profunda verdad animal,
la tempestad que arrecia aquí mis sienes.


Escribo:    Montañas de palabras:
                grandes bloques
                que quiero desbastar.

Silencios que me esperan
en mi taller de lunas enrabiadas.
Trabajo en mi caverna civil atropellada:
Me enfantasmo. Me enguerro.

Vibra el mundo en mi mesa de trabajo.

El invierno golpea las puertas de Europa.
Oigo sus largos pasos sobre el asfalto.

El país tiembla de acontecimientos:


Huelga en el metro.
Huelga de ciegos en La Puerta del Sol
y su pancarta que me rompe el alma:
Los ciegos españoles
no somos españoles ciegos.
Dos millones de obreros paran la construcción.
Los exiliados vuelven.
He aquí que han regresado
PEDRO ROJAS, DOLORES,
RAFAEL, JUANA VÁZQUEZ:
No cabe el pecho en el pecho.
La ciudad hace trizas su mortaja.
Miro las avenidas colear como cometas.
El día es un gran lienzo de Picasso.


Escribo:
Estoy solo a la orilla de estos textos.
¿Qué precipicio he de cruzar?
¿Quién soy en esta incadencia total?
¿Quién ordena el asalto del fulgor?
¿Quién ha muerto esta noche
sobre mis páginas?
¿Cuándo colocaré la última piedra
de esta casa agitada y viceral?


Digo que la poesía
es el único documento personal que poseo.
Carezco de otro medio de identidad.
Digo que eres mi centro enllamarado.
Mi código de fuego.
Mi texto de aullidos.
Explosión queridísima donde escucho la vida
Arma para vivir.


Digo que eres
mi atigrada columna que fluye.
Árbol de guerra. Árbol que embiste y aletea.
Sol absoluto, nuestro, que devoras los ojos
para poder seguirte.
Largo río de fuegos
donde al verme contemplo y soy la multitud.
Lava donde sí corre mi verdadera imagen.
Lectura y escritura de uno mismo
Eres el resplandor que emana
de esta hondonada.
Efulgencia invencible de las entrañas.
Domicilio de toda nuestra rabia.


Quiero escribir la vida de golpe.
Quiero que griten mis amigos muertos
que salgan de la tierra,
puros, como relámpagos.
“Quiero escribir pero me sale espuma”
Así es César Vallejo,
pero me salen los asesinados
y más espuma
y mas asesinados
y más país de muerte atravesado.


¿Y el lenguaje vivísimo que no puede
                                                    [escribirse?
¿Y todas las palabras que se niegan a ser
                                             [sólo palabras?
¿Y la canción total?
Sueño con páginas
realmente viscerales,
sueño escribir un libro huracanado,
algo como un zarpazo.
Sueño con un canto de actos
que no me necesite
y salga al mundo,
y viva
igual que un gavilán de ojos metálicos.


Es tarde.
El amanecer se aproxima
como un jaguar.
Los obreros comienzan
a levantar el día.
A estas horas
la soledad acaricia mi cabeza.
Su mano es áspera,
aunque percibo
algo muy parecido a la piedad,
pero mi ojo es materia en combustión:
Llama.
Dardo que fluye.
Hoguera casi triste.


Queridos, detestables vecinos
de este edificio
donde aún leo la post-guerra:
Mañana seremos nuevamente
las piezas
que la gran máquina exige
Mañana habrá que llegar puntuales
a los respectivos mataderos.
Que descanses Madrid, reposa
estás rendido.


Buenas noches América.
Atlántico que me unes y me separas.
Buenas noches país descuartizado.
Patria vencida en el mercado negro.
Ciudad que trituraste mis sueños
y mis nervios.
Barrio desdibujado,
patio de Nina Lincho,
casa donde nací.
Apartamentos, cuartos:
Increíbles cavernas donde he vivido.
Sepulcro de mi padre.
Ferocísimo amor que me consumes.
Estoy solo, impotente
ante los estallidos
de mi propia memoria.
Es como si un animal salvaje
revoloteara en mi sangre.
Como si un clavicordio
rodara en mis entrañas.


Hasta mañana
seres humanos.
Que descanses
casa degenerada:
planeta que debieras nacer de nuevo.
Hasta mañana, ciudad,
ciudades.
Buenas noches
Amado mundo podrido.


FRANCISCO GRANIZO RIBADENEIRA



  
Este es mi amor y nada más, acodo
recurriéndote, así, terriblemente,
nacido, desnacido, adolescente
en las albas dulcísimas del lodo.

Sólo de esta mi suerte, de tu modo,
talud de sangre, cántaro cayente,
ordenarás dolor, asiduamente,
zafado peso, acaecer de todo.

Abierto a mi hambre de tus hambres. Duro
pájaro, por la piel, enfurecidos
acúdenme tu olor y ligereza.

¡Tacto! Desde la carne del conjuro,
atacado de todos tus sonidos,
vuélame el corazón, alto, tu presa.



ALFONSO REYES



  
Emanación de ti



Emanación de ti, prenda tardía
un blando sol doraba el alto muro,
y yo me preguntaba, ya inseguro,
si vería tus ojos todavía.

Y para adivinar si te quería,
junté mi voluntad en un conjuro;
pero mi voluntad huyó de suyo,
como la derramada luz del día.

…Una última ceja de la tarde,
última libertad, último gozo
última paz, última fortaleza…

Llega la noche y me defiende en balde,
porque tus zapatitos cautelosos
ya venían pisando mi conciencia.



(EMANACIÓN DE TI, OC X).




HÉCTOR DE PAZ




DESDE LA PROFUNDA CÁRCEL DE LA NOCHE
extiendo ahora las manos
palpo mis huesos
y mis carnes
-reconozco las cuatro esquina de la casa-
invoco tu nombre
(amanece).


De: Pondrás tu boca en el polvo (2002)



EUGENIO DE NORA




Último sueño



Aquí hubo un hombre. Aquí, sobre este borde mismo,
yo vi su chorro erguido cesar, caer de pronto.
En esta misma esquina del tiempo estaba, estuvo.
Pero aquí ya no hay nadie. El silencio y mi llanto.

Yo miré con fijeza los ojos que aún brillaban
en el borde. Y me dieron su secreto de pronto.
Despertaba, aquel hombre. Había dormido mucho,
en un profundo ensueño semejante a la vida.

Lo recordaba todo como un largo viaje:
había tibios valles, grandes y frías lunas,
o estrellas perfumadas de azahares y almendros;
y agua entre guijas, dulce, donde posar los labios.

Otras veces el viento se ceñía con ansia
sorbiendo tristes hojas amarillas; la lluvia
que desnuda y empapa lo viviente, caía.
Mas la belleza hiere, deja el dolor, y huye.

Y los hombres... Pasaban, más veloces que el mundo.
Cruzaban sin mirarse. Corrían de prisa, ciegos,
brutalmente asediados por fábricas, o barcos,
o un olor repentino a dura hembra mojada.

¡Cómo tus tristes muros, soledad, levantaste!
Sólo antes, cuando el niño fue pétalo en la aurora,
oh fuente del ser, clara, la madre remotísima
dio amor, beso que aún dura, separación aún viva.

Sólo alguna vez, luego, fugaces, unos ojos
que dulcemente hicieran recordar los primeros.
...¡Oh triste, triste sueño! La soledad por siempre,
y ahora que ya despierto, que como niebla olvido...

Porque todo fue sueño, porque despierto y miro
la luz, la luz. He sido. ¡Porque ya nada quiero!
Porque hace tres mil años que tú me acariciabas,
¡mimosa, honda, vacía!, para que me despierte...

Como dormidos viven los hombres. No lo saben.
¡Yo acuso, yo golpeo, yo clamo! Aquí fue un hombre.
Antes de tres mil años otro vendrá: ¡miradlo!
Mirad. Este es el borde. Nadie responde aquí.


De: "Cantos al destino" 1945


LÊDO IVO




La generación del 45



En 45
éramos una legión.
Hoy soy, yo sólo,
una generación
y a lo que antes fui
-si es que fui cuando era
mi quimera-
digo siempre no.