miércoles, 25 de mayo de 2016


JOSÉ MARTÍ



  
Entre las flores del sueño



Entre las flores del sueño
Oigo una música vaga:
iOigo un silencio de playa!
El remordimiento asoma
Su cabeza desgreñada :
El desorden (tempestuoso)
turba y enciende las aguas
En el corazón que duele
Un dulce puñal se clava:
El cerebro enfurecido
Calla de una cuchillada:
En las nubes grises y oros
Vuelan serenas las palomas:
Una corona de rizos
En la sombra se desata:
En el cuerpo transparente
La línea eterna se marca:
iAsí se queda dormido
El que vive en tierra extraña!

La delicia del olvido
Sobre la cabeza baja:
Luego Jesús aparece
Andando sobre las agua.





JAVIER GALARZA




Muelle



Invadido el corazón
de la noche,
soy Uno
con las barcas
Canto
por las sacrificadas
del eclipse.
El faro del mundo,
en la bruma, desvanece
su sentido.
A veces la luna
maravilla este paisaje.
He malherido la sombra
del viajero.
Estoy parado
en la rompiente.
Aquí alumbran
y relumbran
tempestades
Asolan la luz
de los barcos
en silencio.



ALI CHUMACERO



  
Responso del peregrino



I

Yo, pecador, a orillas de tus ojos
miro nacer la tempestad.

Sumiso dardo, voz en la espesura,
incrédulo desciendo al manantial de gracia;
en tu solar olvida el corazón
su falso testimonio, la serpiente de luz
y aciago fallecer, relámpago vencido
en la límpida zona de laúdes
que a mi maldad desplega tu ternura.

Elegida entre todas las mujeres,
al ángelus te anuncias pastora de esplendores
y la alondra de Heráclito se agosta
cuando a tu piel acerca su denuedo.

Oh, cítara del alma, armónica al pesar,
al luto hermana: aíslas en tu efigie
el vértigo camino de Damasco
y sobre el aire dejas la orla del perdón,
como si ungida de piedad sintieras
el aura de mi paso desolado.

María te designo, paloma que insinúa
páramos amorosos y esperanzas,
reina de erguidas arpas y de soberbios nardos;
te miro y el silencio atónito presiente
pudor y languidez, la corona de mirto
llevada a la ribera donde mis pies reposan,
donde te nombro y en la voz flameas
como viento imprevisto que incendiara
la melodía de tu nombre y fuese,
sílaba a sílaba, erigiendo en olas
el muro de mi salvación.

Hablo y en la palabra permaneces.
No turbo, si te invoco,
el tranquilo fluir de tu mirada;
bajo la insomne nave tomas el cuerpo emblema
del ser incomparable, la obediencia fugaz
al eco de tu infancia milagrosa,
cuando, juntas las manos sobre el pecho,
limpia de infamia y destrucción
de ti ascendía al mundo la imagen del laurel.

Petrificada estrella, temerosa
frente a la virgen tempestad.

II

Aunque a cuchillo caigan nuestros hijos
e impávida del rostro airado baje a ellos
la furia del escarnio; aunque la ira
en signo de expiación señale el fiel de la balanza
y encima de su voz suspenda
el filo de la espada incandescente,
prolonga de tu barro mi linaje
-contrita descendencia secuestrada
en la fúnebre Pathmos, isla mía-
mientras mi lengua en su aflicción te nombra
la primogénita del alma.

Ofensa y bienestar serán la compañía
de nuestro persistir sentados a la mesa,
plática y plática en los labios niños.
Mas un día el murmullo cederá
al arcángel que todo inmoviliza;
un hálito de sueño llenará las alcobas
y cerca del café la espumeante sábana
dirá con su oleaje: "Aquí reposa
en paz quien bien moría".

(Bajo la inerme noche, nada
dominará el turbio fragor
de las beatas, como acordes:
"Ruega por él, ruega por él...")

En ti mis ojos dejarán su mundo,
a tu llorar confiados:
llamas, ceniza, música y un mar embravecido
al fin recobrarán su aureola,
y con tu mano arrojarás la tierra,
polvo eres triunfal sobre el despojo ciego,
júbilo ni penumbra, mudo frente al amor.
 
Oleo en los labios llevarás mi angustia
como a Edipo su báculo filial lo conducía
por la invencible noche;
hermosa cruzarás mi derrotado himno
y no podré invocarte, no podré
ni contemplar el duelo de tu rostro,
purísima y transida, arca, paloma, lápida y laurel.
Regresarás a casa, y si alguien te pregunta,
nada responderás: sólo tus ojos
reflejarán la tempestad.

III

Ruega por mí y mi impía estirpe, ruega
a la hora solemne de la hora
el día de estupor en Josafat,
cuando el juicio de Dios levante su dominio
sobre el gélido valle y lo ilumine
de soledad y mármoles aullantes.

Tiempo de recordar las noches y los días,
la distensión del alma: todo petrificado
en su orfandad, cordero fidelísimo
e inmóvil en su cima, transcurriendo
por un inerte imperio de sollozos,
lejos de vanidad de vanidades:

Acaso entonces alce la nostalgia
horror y olvidos, porque acaso
el reino de la dicha sólo sea
tocar, oír, oler, gustar y ver
el despeño de la esperanza.

Sola comprenderás mi fe desvanecida,
el pavor de mirar siempre el vacío
y gemirás amarga cuando sientas que eres
cristiana sepultura de mi desolación.

Fiesta de Pascua, en el desierto inmenso
añorarás la tempestad.


AMANTE ELEDÍN



  
Taza de té



En la taza de té que bebo
Reposa todo lo que me importa.
Está mi tiempo evaporando los instantes
Que volverán a ser nube
       Y volverán a ser lluvia.

Todo lo que me hace, está quieto en el fondo
Esperando batirse como ráfaga de viento
        Y caer sobre mi mismo.

Sobre la mesa descanso yo contenido,
Espero a mis propios ojos
Que me busquen en el vaho.
Busco mis historias revueltas
         Para armarlas sobre mis recuerdos.
Encuentro sueños detenidos como fósiles.
Hallo caminos extraviados.
Descubro jardines olvidados y plazas
         Que quise conquistar con besos y abrazos.

Todo lo que soy se abre en este pozo
Y aunque me remece como verdugo,
A mano vaporosa me acaricia.
          En este espejo tibio sacio mi cansada sed.
En este trozo de agua remojada en hojas
           Deposito mis carencias
Para que mis ojos retomen su luz
Y mi rostro amanezca con más días por delante.

Todo lo que me importa
  Se levanta en el vapor de esta taza.
Huelo la profundidad del descanso.
Acaricio el costo de la vida,
          Me estremezco en el instante fortuito.

Para vivir nuevamente, bebo.
En el sorbo silencioso
Me trago la vida bulliciosa y mi cansancio;
         El cigarrillo que desata melodías y la infancia.

Resucito de mi cansada muerte.
Vuelvo desde el fondo de la fatiga y la tristeza.
Renazco como la Luna nueva o la madrugada.

La taza que bebo es la que todos bebemos
Cuando nada tenemos,
La leche oscura del pobre
          Que nos devuelve la vida.

Todo lo encuentro en este pozo
           Que contiene la sangre y sus penas.
En el fondo de mis huesos
            Despierta la esperanza.
 


BLANCA SANDINO




Cuenta cerrada 



Suicido recuerdos en mi memoria:
el tacto de tus manos esbozando,
apresurando -agitadas mareas, besos alisios-
la urgencia de mis labios por saberte,
y mientras me miras, uno tras otro
tus jugadores de campo
lanzan palabras al vacío: primera base, segunda;

y me precipito en el silencio de tu cuerpo.


De la inocencia a la luz


FRIEDRICH HÖLDERLIN




Diotima
(Después de 1800)



Callas y sufres, no te comprenden,
¡oh noble espíritu! Miras abajo y callas
al claro día, pues vanamente,
bajo el sol buscas los tuyos, hijos

de reyes, que antes como hermanos,
como en los bosques las cimas gemelas,
de amor y patria jubilosos
gozaban al recuerdo de su origen

bajo el abrazo infinito del cielo;
fieles y gratos llevaron sin duda
aun a la sima del Tártaro la alegría,
libres criaturas, hijos de los dioses,

almas henchidas de gracia, y ya extintas;
a ellas en estos años luctuosos
y al cotidiano clamor de estrellas
que fueron, llora nuestro corazón,

y este fúnebre trueno nunca fin habrá.
Mas el tiempo sana. Los seres divinos son fuertes
y raudos. Recobra la naturaleza
su antiguo y alegre dominio

¡Mira, amor! Aun antes de que nuestra colina
se hunda, un canto mortal ha de ver
el día, oh Diotima, que en pos de los dioses
y en pos de los héroes te nombre su igual.


Versión de Otto de Greiff