viernes, 24 de junio de 2016


ANTONIO MACHADO




¿Mi corazón se ha dormido?...



¿Mi corazón se ha dormido?
Colmenares de mis sueños,
¿ya no labráis? ¿Está seca
la noria del pensamiento,
los cangilones vacíos
girando, de sombra llenos?

No, mi corazón no duerme.
Está despierto, despierto.
ni duerme, ni sueña, mira,
los claros ojos abiertos,
señas lejanas y escucha
a orillas del gran silencio.



AQUILINO DUQUE




Curriculum vitae



Fui feliz en los bancos de la escuela,
feliz en el cuartel y en el colegio,
y en aquellos veranos sin más agua
que la del pozo aquel del patio.
Si tuve sinsabores
supe olvidarlos al debido tiempo.
Viajé en un tren colgante sobre un río
entre bosques y fábricas,
y en vaporcitos entre los canales
de ciudades marinas.
Fue azul mi vida como el mar,
blanca como la nieve,
y tuve, cómo no, mis horas bajas,
de ésas que abren en el alma el surco,
difícil de llenar, de los remordimientos



ELENA SOTO




Métrica Alejandrina


Arden los alfabetos


“Pero el mundo al que vuelvo ya no es el de antes. Yo soy un extranjero, como los muertos sin sepultura cuando suben del Aqueronte, y aunque estuviera en mi isla natal, en los jardines de mi infancia, que mi padre me encierra, ¡ay!, aun en ese caso sería un extranjero en la tierra, y ya no hay ningún dios que pueda ligarme al pasado.”
Friedrich Hölderlin “ HIPERIÓN”



I

El resplandor del fuego brilla sobre el mástil de las naves fenicias,
la sabiduría se resiste a morir
cae en pavesas sobre las ánforas cargadas de vino y púrpura
filtrándose en la mirra con que ungirán su cuerpo las doncellas.
Hipérbolas y elipses
trazan volutas de humo sobre el cielo de Alejandría
mientras el aroma dulzón del pergamino se extiende por las calles.
Los triángulos de Euclides y el universo de Tolomeo
se aferran a las sandalias de los mercaderes del Sahara.
Arden los alfabetos
y el olor a verbo quemado se mezcla
con el sudor acre de los soldados macedonios,
sazonado con las especias de los mercaderes de Oriente.
Una brisa suave arrastra las deltas hasta el delta del río,
varando a las taus hasta anclarlas en los espigones del puerto.
Arden las palabras y con ellas el Cosmos
su brillo oscurece en la noche los destellos del Faro.
El resplandor del fuego mece con las olas
los paños, las esencias, los mapas de otros mares,
rompe las constelaciones calcinadas junto al cabo de Loquias.
Todo el conocimiento se disuelve en las aguas,
y las cenizas se mezclan con las conchas
en la arena de la isla de Pharos.
Arde Alejandría mientras miro la noche,
mis pupilas reflejan los rescoldos
y
se alejan en las naves que abandonan el puerto.
Todo lo que he visto viaja a la otra orilla,
en ésta sólo quedan los restos de la sombra,
solitarias sigmas perdidas entre el grano.
Bebo cerveza en las tabernas de la antigua Racotis
para olvidar que he perdido los ojos.


II

Cuando humea el corazón después de la catástrofe,
y los recuerdos se exilian
y sabemos que serán enterrados en una tierra extraña
o mecidos por las aguas que nunca han azotado nuestra carne,
sentimos que no hay alfabeto que pueda combinarse
para contar con verdad lo que sabemos.
Guardamos nuestro frágil corazón en la región donde moran
los frágiles corazones de los hombres.
Aguardamos con dicha el toque de trompeta
que despierte las imágenes perdidas,
aguardamos con las cuencas vacías
a que nos sean devueltas las visiones,
mientras llega ese día
bebemos vino dulce y perdemos el sentido con cerveza,
desgarrando nuestro cuerpo con las conchas afiladas de la playa.
Esperando que olvido y cicatrices
nos recuerden que habitamos la tierra.


Del libro: "Métricas del alma"


ESTHER GIMÉNEZ



  
Mar de pafos



Aquí me tienes, félido y esfinge.
Como el guardián tricéfalo ladrando
cadáveres de ti. No sé decirte.
Recuerdo otras palabras, otros partos

de otro primer dolor, reciente aún.
No se hace la pupila a la sorpresa,
a los claros celestes, a ese azul
valiente de entre nubes que te acecha

para esculpir siluetas conocidas.
Me da miedo buscarte, me das miedo
con tus fantasmas cárnicos, sofistas.
Tranquilos: yo nací para querernos.

Hay ganas de quererla entre las nubes;
hay claridad, azul, respuesta etérea
al corazón que sobra y que descubre
la pulsación sutil, la luz, la espera.


WASHINGTON DELGADO



  
El extranjero



Pregunto por mi patria,
por su noche inacabable y su leyenda.
Toco los ojos de los ancianos,
respiro en el sueño de las doncellas
y pregunto, pregunto por mi patria y mi niñez.

Los juegos secretos de mi infancia,
la sombra de mis antepasados muertos, la historia
llena de héroes y de músicas,
como una aurora inacabable,
las banderas, los himnos y los sueños de mi patria
yacen en una comarca callada para siempre.

Busco, busco en vano
un país sumergido en las sombras,
una mansión abandonada, un cadáver
rodeado por la noche, el lecho
de unos amantes evadidos.

Un viento invariable arrastra hacia el olvido,
cuya sombra es la muerte, los despojos
de una vida posible que me esperaba.

Soy el olvidado habitante de una patria perdida,
abandoné sin tocarla una niñez dichosa
y ningún día me dirá el secreto
que a veces ilumina la miseria de los hombres.
Pregunto por mi patria
y mi esperanza busca una palabra, el nombre 
de una ciudad antigua, de una calle pequeña,
de una fecha de victoria o desolación,
el hombre, el dulce nombre de un amor secreto.

Si toda esperanza surge del pasado
nada en verdad poseo, y sin embargo
pregunto por mi patria y mi niñez,
por los días que he vivido y la alegría.
Mas nadie me conoce
y yo nada conozco sino la muerte.

(Formas de la ausencia, 1955)


MIGUEL GONZÁLEZ GERTH



  
La cara del espejo 
                                                                           A Octavio Paz



No hay nadie allí
y sin embargo creemos entrever
un mundo de entidades
que explicarían un contenido en el vacío
un abecedario de apariencias
un conato de conformación
de inconsecuentes congéneres cautivos

antropoide atado / adán atirantado / ángel ardiente
belleza que se vuelve belcebú
crisálida de la quimera
chamuco / chulapo / chocarrero
desilusión / delirio / doppelgänger

¿es el espejo falsedad
en que se abre el abanico de la realidad?

engendro erótico / envidia / envanecimiento / enojo
ficción / figuración y fingimiento
gorgona de gloria gorgotera
halo sin santo (aquí = allí)
ilusión (hija del yo) / ícaro ahogado
judas jabberwocki
kairos y cronos
lacrima christi logarítmica y liliputiense
llave que abre pero que no cierra
maelstrón de melusina
nada que nada en la nada
ñiquiñaque ñoño
orfeo orante / orangután orondo
pitecántropo erigiéndose
¿quo vadis quantum brutus?
rêverie du revenant
simulacros simultáneos
tabula rasa (allí = aquí)
utopía
variación del ojo antojo
x / exquisita equis
yo y también tú =
zurdería del cero

y el impulso continúa
el esfuerzo por sobrepasar
por penetrar (¡oh penetración!)
el velo celestial
el himen de cristal
por perturbar la materia debajo de la espira
con cincel o con espada
cortar la curva sólida de geometría
de libre habilidad hasta matar
hasta los huesos subyacentes en cavernas sombrías
inexistentes carapachos tan sólo imaginados
que se desvanecen
hasta que la polla / pluma / pene / pincel
que pisa la página
sucumbe a los sentidos hondamente quebrantados
de la incapacidad estéril
preludio del silencio que presagia
la infinita soledad
en un revés de misa negra
que luego recomienza la lúgubre epopeya
dentro del tres veces insondable
laberinto loco de pensamiento palabreado
allí en el espejo
donde no se encuentra / nadie