lunes, 4 de julio de 2016


MARÍA ELENA WALSH




Oración a la justicia



Señora de ojos vendados
que estás en los tribunales
sin ver a los abogados,
baja de tus pedestales.
Quítate la venda y mira
cuánta mentira.

Actualiza la balanza
y arremete con la espada,
que sin tus buenos oficios
no somos nada.

Lávanos de sangre y tinta,
resucita al inocente
y haz que los muertos entierren
el expediente.

Espanta a las aves negras,
aniquila a los gusanos
y que a tus plantas los hombres
se den la mano.

Ilumina al juez dormido,
apacigua toda guerra
y hazte reina para siempre
de nuestra tierra.

Señora de ojos vendados,
con la espada y la balanza
a los justos humillados
no les robes la esperanza.
Dales la razón y llora
porque ya es hora.



OLINDO GUERRINI




Las lucientes cabelleras...



Las lucientes cabelleras
de las amantes queridas
son lujuriosas banderas
desplegándose guerreras
sobre las carnes vencidas.

¡Ni redecillas ligeras,
ni diademas brillantes!
Las lucientes cabelleras
de las jóvenes amantes
son lujuriosas banderas.

Y cuando chocan crujientes
las secas bocas ardientes,
se tuercen estremecidas
las cabelleras lucientes
de las amantes queridas.


Versión de Manuel Reina




RAÚL RENAN




Soneto para rima izquierda



Carcomida pasión impuso
marino con la mar adentro,
salino el verso de su oleaje,
barco que en abordaja queda

parco, sin vigía, con el am-
barino timbre de sirena,
al tino con la que nos llama:
marco de trépido durmiente.

Iremos de la mano de Neptuno,
callado el tiempo, casi ronco el yodo.
Viremos contra el haz de la tormenta,

llamado que obedece porque abrasa.
Tiremos de los hilos horizontes,
flamado el sol, quemada la ceguera.


De: De las queridas cosas (1982)



AMANTE ELEDIN




Poemas inéditos



I

No soy poeta de mercado
De escaparates de vitrinas
No tengo representantes ni guardaespaldas
Soy de este silencio
Y me presento con mi rostro sin máscara
A lo más me refugio entre palabras
Pero más desnudo me quedo en sus cristales.
Trabajo solo y me busco en mi socavón,
     Ahondo en mi soledad y extraigo
Más hojas secas más vacío bruñido de espera
Porque  cada vez estoy más hondo y
Ya no me encuentro en cualquier dicho y
No le temo a la oscuridad
       Como le temía cuando niño.
Dejo las luces apagadas no enciendo letreros
                                   Ni avisos
Ni las palabras me llevo en mi búsqueda
    Vienen solo las que quieren
Que yo sea un desconocido.
No soy poeta de grandes círculos
   Más bien giro sobre mí mismo
Como una ola y
Regreso al mar
A perderme y quedarme dormido
            En el estruendo.-


EDUARDO GARCÍA



  
Casa en el árbol



En la copa de un árbol construiré nuestra casa,
con tablones y clavos e ilusión y un martillo
alzaré entre las ramas suelos, techos, paredes,
cuartos en espiral, secretos pasadizos
donde obra el azar el don de los encuentros
y de pronto amanece si me miras al fondo
por donde el viento corre a refugiarse,
madera en la madera, crujen las estaciones,
pasan a visitarnos los amigos,
huele a café, huele al árbol en que nos acogemos,
al rumor de las hojas, a la tierra
donde brota su impulso, su sed de los espacios,
se siente allí el verdor de las promesas,
casa y árbol fundidos, una sola criatura,
se es feliz de algún modo impreciso y vital,
con los años al árbol le van creciendo ramas,
gana cuerpo, se inclina hacia las nubes
y de pronto la casa ha ascendido unos metros
y hasta el aire es más puro, más ancho el horizonte,
las estrellas fugaces proliferan, ahora
vigila la espesura, hay luz en la ventana,
a cubierto de todo, suspendida,
luz de hogar en la noche, resplandor,
y una escala de cuerda entre las ramas,
si subes por la escala no hay retorno,
en la cima del viento hallarás nuestra casa.


De: "La vida nueva"  Visor, Madrid, 2008



HEBERTO PADILLA




Día tras día



Cada noche me libras
de la corona turbia
que amenaza las horas de mi felicidad
y llegas en puntillas lentamente
y me arrancas los ojos de humanista
susceptibles al sueño
de modo que la muerte no puede seducirme
Definitivamente soy tu modelo azul
temblando en cualquier agua en que tú me sumerjes
La flor monumental para el salón de té
de las embajadoras que ignoran nuestros nombres


De: "El hombre junto al mar" 1981