jueves, 21 de julio de 2016


MARÍA ELVIRA LACACI




La palabra



Yo te quiero sencilla. Acaso pobre.
A veces,
vas a brotarme de organdí vestida (sin querer
me florece el lenguaje de otros seres).
Con amor te desnudo.
Quedas como mi carne.
Como mi corazón y sus latidos.

A menudo,
igual que los pequeños
ante una tienda de juguetería,
pego la cara
a las brillantes lunas
donde se venden las palabras bellas.
Las admiro.
A otros les sientan bien. Si me las colocara…
Las aparto al momento
porque a mí no me sientan.

Y de nuevo voy cogiendo brazados de palabras
entre la hierba fresca
y bajo el cielo.


Al este de la ciudad, 1963



ELA CUAVAS



  
Alejandra Pizarnik



Ha amanecido nuevamente,
pero el mundo ya no es lo que antes fue.
Todo está agrietado y disperso como mi alma.
Estoy sentada en una piedra,
solo conservo mi boca y mis mordidas uñas,
lo demás se perdió en el naufragio.
Los peces lo comieron tímidamente.
Leo sin ojos mis poemas,
me las arreglo para que sea memoria mi boca.
¿De qué me servirá mi verbo en este mundo que me inaugura?
Es como comprar  un vestido roto.
Siempre soñé este Apocalipsis
conmigo sobreviviendo a sus sombras.
Ahora debo inventar un nuevo lenguaje para nombrarme.
Intentaré un canto de ave,
pero aquí no hay aves, tendré que inventarlas.
Pero primero inventaré el bosque.



UMBERTO SENEGAL




Ningún secreto
entre la neblina
y la montaña.


ALFONSO REYES



  
El dios del huerto



Esto que voy a contar
lo vine soñando
por unos besos traidores
que se me fugaron
de junto a los labios.
                               
¡Mal haya mi astro!
Que se me fugan los besos
de junto a los labios!

Al pilar de un viejo Término
-espanto de robadores-
enredó una vid el tallo,
y fue trepando hasta donde,
privada de más apoyo,
coronó la frente noble.

Hojas soltaba la vid
y racimos de colores;
de modo que en tanta pompa
el dios Término adornóse,
que a poco desaparece
y entre el follaje se esconde.

¡Mas no! Que el rostro surgía,
asomado entre verdores,
para vigilar el huerto
de pájaros y ladrones.

En tanto, la vid soltaba
sus racimos de colores;
y, por virtud de la suerte,
sobre los labios inmóviles
del dios, suspendió un racimo:
¡racimo de tentaciones! 

¿Fue verdad o fue mentira?
¿Lo inventaron los pastores?
¿O tal vez los caminantes?
¿O quien los versos compone?
No, que lo vio quien canta:
créalo, pues, quien lo oye.
A tanto el ansia llegó,
que el viejo Término, entonces,
hasta movía los labios,
hasta lanzaba clamores;
y esto el cuitado decía
con amarguísimas voces: 

¡La vid desdeñosa!
¡Me tienta y se mofa!
En muy mala hora
me vino a tentar.
¡Y a mucho anhelo,
y nada que puedo,
y aínas que muero
de tanto anhelar! 


Y el racimo desdeñoso
-¡racimo de tentaciones!-
iba nutriendo su jugo,
concentrando sus dulzores.
Hasta que, a influjo del año
-buena la sazón-, cayóse
la primer perla de mosto
sobre los labios temblones.
Y a su vez todas las uvas
(creedlo, quien lo conoce
lo cuenta), dulces, hinchadas,
deshechas, cayeron sobre
la boca del dios de higuera
que guarda la linde al bosque.

Unos besos prometidos,
pero con engaño,
ha un año que me tenían
confuso y huraño.
¡Me río del daño,
y ya ni me plaño,
pues que maduran los besos
a influjos del año!

(Obras Completas Tomo X Constancia Poética, México, octubre, 1908.)


ROSSANA ARELLANO



  
Mata ki te rangi


A mi madre por aceptar que naciera de ella.



Mata ki te rangi, ojos mirando al cielo
atisbando la sensibilidad de todo el planeta.
... Tu misión en la tierra, Rapa Nui.
cura del mundo, centro del mismo.
Maravillosa energía
que permite alcanzar los instantes.
Cálido y vivo, corazón ancestral
piedra perfecta de raíz jerárquica.
Dentro de ti, escalera al cielo
en el ascenso.
Columna vertebral del viaje
al equilibrio.
Nombre que combina
el conocimiento auténtico.
Me acerco a ti,
árbol primero y último,
ojos que alimentan el paso, revelación.
Flor del tiempo, hacia el camino derecho.
medito y no cesa el femenino, al intelecto,
indicio que percibo,
civilización, consejo.
Te intuyo, energía,
en la unidad de mi existencia.
Esencial te me has hecho
en el extremo interior.
Grado cierto, del grado de conciencia,
sin ego, despertar espiritual.
¡Oh! Gran belleza de la gloria, emocionas,
amable, concibiendo en los triángulos,
en tus manos, el hogar infinito,
árbol hijo, eterno, de los siglos,
permaneces latiendo
ante nosotros, tus discípulos.
Testamento de Dios, atribuido.

Mata ki te rangi, Mata ki te rangi…



ORIETTA LOZANO



  
Poema agonizante



Déjame agonizar en el centro de tu carne.
Delgada casi etérea aparezco
como en una sesión de espiritistas
para translucir mi pesadilla.
He terminado mi ronda, entre purpúreas vasijas
oxidando mi garganta, recogiendo el vuelo de los pájaros,
exhibiendo milímetro a milímetro mi cuerpo,
desplegando mis olores.
Mi tiempo no medido por relojes
corre húmedo, grasiento
a finalizar la curva peligrosa.
En el antiguo espejo de mi casa de arcilla
ya no veré mi rostro tatuado por el agua.