sábado, 12 de noviembre de 2016


ENRIQUE MORÓN



Presencia



Cerca de mí tus ojos,
tu cintura de mimbre,
tu valor de quererme
y tu frágil anhelo
de brisas venideras.

Rotunda estás y eres
para mis labios curvos.

Cerca de mí tus venas
cantando como pájaros.

¡Qué delicada fuerza
me das cuando suspiras!

¡Qué multitud de naves
se alejan por tu frente
cuando en el aire piensas
melancólica y cierta!

¡Oh, tus pechos de novia,
circulares y prietos
como un canto campestre!

Cerca de mí pareces
un horizonte verde,
una esperanza tibia,
un dolor apagado.

Vienes y vas y vienes
para ser siempre nueva
realidad de la tarde
enervada en mis labios.

Vienes y vas y eres
la brisa que despierta
mi estambre. y mi silencio
cálido. Y mi sonrisa.




JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS




Oda a la belleza del dato inesperado

                                                la cultura está hecha de sorpresas
                                                                              Bruno Munari


Poesía que conviertes el saber
en una fiesta: pido que me dejes
describir la belleza en términos exactos
de biodiversidad.

Debería movernos a lágrimas el hecho
de que los animales polares sean blancos.
El oso, por ejemplo:
porque en algún momento hasta la nieve
vino, tiene un contorno de blancura
independiente de los copos, puro
hermano de los hielos que nunca se derriten.

Los biólogos saben que debajo
de ese manto esplendente
la piel del oso es negra, íntegramente negra.
Su blancura, miríada que nadie le acaricia
está hecha de translúcidos filamentos, pelaje,
suaves cables de fibra óptica que trasladan
la energía solar hasta la piel que guarda
la leve luz del ártico, su calor impalpable.



JUAN CUNHA




Vine para decir tu primavera...



Vine para decir tu primavera
Digo para nombrar dulce tus aves
Por abrirte las flores que tú sabes
Para hacerte de todas la primera

Era hermosa la tarde y cómo era
Si la evoco de pronto ya ni cabes
Eres tarde infinita ya sin llaves
Estás en donde esté y yo te quiera

Que estás en donde estoy hoy y te quiero
Ya no me importará decir me muero
Porque no será cierto de seguro

Pero vine no más para decirte
Que ya no podrás irte ni morirte
Por más que se haga triste y ponga oscuro


De: "A eso de la tarde"








ÁNGEL CRUCHAGA



  
Es amor



Abeja de mi tarde y de mi muerte,
anticipo del sol, bien de mis ojos,
deja que en tu cruz grabe mi día
como en la gloria de un bajo relieve.
Ancha de mirra, música de arcángel
en toda latitud tu cuerpo vive,
como la rueda leve de este mundo
que de los cielos a los mares gira.
Tú llevas el rocío en las pestañas
y en los cabellos el matiz dorado
de un caracol que se quedó dormido.
Todo esto es el amor entre retoños,
entre resinas, olas y relámpagos.
Este es el amor que se desprende
como un lento cometa de tus hombros
Éste es el mundo para tu garganta,
erguido ventanal de las palomas.
Ésta es la noche de fulgor de esencia
en donde el mar detiene su caballo.
Eres la dueña de las golondrinas,
del azahar que atrae al moribundo.
Tú tienes el vestido de la tierra,
verde y dorado con encajes de agua.
Si te mueves de súbito, el rocío
moja la tarde porque estás colmada.
Si levantas los brazos inauguras
una grave y doliente geometría.
Dueña del gnomo que embrujó la selva
donde duerme y suspira la avellana.
Para tu hechizo lloran los pastores
en los oteros de marfil y de ámbar.
En ti doblega el día su corola
y tú la meces en tus pulsos finos.
Y si viene la noche con los ojos
cerrados te adelantas a la muerte.
Entre el cielo y la tierra, detenido
está el amor con túnica de mirra...


ALEJANDRO DUQUE AMUSCO

  


En el último día



¿Cuántas veces morimos? ¿Cuántas veces,
desde que caímos
del precipicio de la eternidad,
hemos muerto? Muerte tierna y florida
fue nacer, ser engendrados
por el tiempo. Como una exhalación
entramos a otra muerte, dulce y punzante,
con el primer amor, nunca olvidado.
Y el valle de la juventud pronto marchito
por borbotones de deseos y sombras,
y el exterminio tibio de los días:
un río que se cumple al no cumplirse
por todas las edades, arrasando y menguando,
añadiendo más muertes a la muerte.
No, no es verdad: en el último día
no morimos. La muerte encuentra sólo
los brazos del vacío, la sombra de una ausencia.


De: "Donde rompe la noche"



LUIS ZALAMEA BORDA



  
Ínsula

                                            Ay, many flowering isles lie
                                            in the waters of wide agony
                                                                         Shelley



Mujer mía:
quiero que tú y yo limitemos
a una isla,
unidas, nuestras dos vidas
para descubrir las razones
de Dios
dentro de sus confines,
para cantar nuestra pasión
en cada cresta
del limpio oleaje matutino
y dejar en cada promontorio
la huella de una caricia apresurada.
Para que nuestro amor
tenga en el mar una muralla
contra los hombres,
contra todos sus odios,
y su envidia.

Quiero que conozcas
y llegues a hacer tuyas
las cosas básicas,
de todo adorno limpias
y de toda doblez ya cercenadas:
el mar, la tierra, el hambre,
el sexo, la muerte y el dolor.
Yo sé que siempre has vivido
en la penumbra de las grandes ciudades,
pero tienes el corazón lleno de espigas
y colmadas tus venas
de una ansiedad bucólica.
Quiero que te enseñen
su canto los alisios
y que te enamores del mar.
Quiero que dejes a un lado las sandalias,
que tus pies desnudos a toda hora sientan
el roce de la tierra,
el latigazo de los guijarros ocultos en la playa,
la caricia empalagosa de las algas
escapadas del mar a las arenas.

Te haré conocer todo lo que es el agua:
el agua masculina del mar,
violando escollos.
El agua que deforma el litoral
con su tenaz abrazo.
Agua feraz flotante,
salpicada de flora, de residuos.
Agua toda mar, toda sal, toda crustáceo.
También conocerás, como tu única doncella,
el agua hembra de los arroyuelos
y en su mirada contemplarás tu rostro,
junto a su fondo mismo,
y sentirás su confidencia de silencio.
También hay agua que brotará
del manantial de tus ojos,
bajo la leve insurrección de tus pestañas,
cuando sientas que los límites de tu cuerpo
no pueden sujetar ya todo tu amor
y quieras explotar como una fuente,
de agua también,
y de agua arrolladora.
En la soledad; al acercarse mi presencia,
percibirás el terciopelo del agua miel
que dilata tus pétalos completos.
Y, después, la catarata de las aguas madres
al romper tus contornos la huida de mi hijo.

Aprenderemos la lengua vegetal
para olvidar la zozobra del idioma de los hombres.

Lanzaremos voces a los manglares
para hablar con las lianas en su fuga,
enterneciéndonos ante el senil ronquido
de los ancianos de la selva,
zapados por el abrazo de orquídeas concubinas.
No tendrán entonces, en el alba,
secreto alguno el tamboril discurso
de hongos parlanchines,
ni nos será extraño el quejido angustioso
del árbol de la cera al fustigarlo el vendaval.

Nos alimentaremos de las cosas del mar,
de los frutos moluscos que hierven en la arena,
y exprimiremos el jugo de las palmas
para acosar la sed y endulzar las veladas.
De luz y mar embriagaremos nuestros días,
en duales festivales dionisíacos,
respirando esencial libertad,
libertad libre de toda angustia,
de la civilización ya para siempre separada.
"Éste es el universo", te diré
mostrándote un grano de arena.
En sus contornos de lechosa perla
verás el reflejo de movimientos cósmicos,
conocerás las nebulosas que en voluta se escapan
y aprisionarás en tu mirada
el lento paso de las constelaciones.
"Ésta es la vida plena", te diré
enseñándote una hoja de higuera.
En los capilares donde corre la savia, juguetona,
mezclándose con el obsequio del sol,
observarás la maravilla de lo eterno
y en sus distintos verdes fondearás en la laguna
de la vida,
anclada al recio atolón
de Dios.

En esa isla quiero que tú y yo,
en esencial conjugación,
asistamos al paso imperceptible de los días,
en mezcla de azul, miel, cielo, agua y arena,
hasta que surja, también del mar,
la muerte,
que habrá de ser un cómplice en la huida.