"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 17 de noviembre de 2016
DIEGO JESÚS JIMÉNEZ
A Francisco Fernández
Al borde del estanque se apresura
por derramar un pájaro su idioma;
roza a las flores, sufre con su aroma
la levedad de ser substancia pura.
Inclínase la flor en la amargura
de ser sólo el reflejo al que se asoma;
agua, por fin, que del estanque toma
sólo la soledad de su agua obscura.
En negras transparencias y humedades
por sonidos y sombras dibujadas
brilla fa luz de un pájaro en su vuelo;
luz que en la tarde rompe las verdades
de la flor en el agua reflejadas
al deshacer su imagen y su cielo.
por derramar un pájaro su idioma;
roza a las flores, sufre con su aroma
la levedad de ser substancia pura.
Inclínase la flor en la amargura
de ser sólo el reflejo al que se asoma;
agua, por fin, que del estanque toma
sólo la soledad de su agua obscura.
En negras transparencias y humedades
por sonidos y sombras dibujadas
brilla fa luz de un pájaro en su vuelo;
luz que en la tarde rompe las verdades
de la flor en el agua reflejadas
al deshacer su imagen y su cielo.
De:
"Itinerario para naúfragos"
SALVADOR ESPRIU
El jardín de los cinco árboles
Luego, cuando ya me había
causado mucho daño y casi
tan sólo podía sonreír,
escogí las palabras
más sencillas, para decirme
cómo pasó un momentáneo
oro de sol sobre la hiedra
del jardín de los cinco árboles.
Brevísimo amarillo, de puesta,
en invierno, en tanto caían
los últimos dedos del agua
serpentina, de altas nubes,
y el extraño tiempo me entraba
en prisiones de silencio.
Versión de José Batlló
Luego, cuando ya me había
causado mucho daño y casi
tan sólo podía sonreír,
escogí las palabras
más sencillas, para decirme
cómo pasó un momentáneo
oro de sol sobre la hiedra
del jardín de los cinco árboles.
Brevísimo amarillo, de puesta,
en invierno, en tanto caían
los últimos dedos del agua
serpentina, de altas nubes,
y el extraño tiempo me entraba
en prisiones de silencio.
Versión de José Batlló
VINICIUS DE MORAES
Mensaje a la poesía
No puedo
No es posible
Díganle que es totalmente imposible
Ahora no puede ser
Es imposible
No puedo
Díganle que estoy tristísimo, pero esta noche no puedo ir a su encuentro.
Cuéntenle que hay millones de cuerpos por enterrar
Muchas ciudades por reconstruir, mucha pobreza en el mundo;
Cuéntenle que hay en alguna parte del mundo una criatura llorando
Y las mujeres están volviéndose locas y hay legiones de ellas que tortura
la nostalgia de sus hombres; cuéntenle que hay un vacío
en los ojos de los parias, cuya inanición es extrema; cuéntenle
que la vergüenza, la deshonra, el suicidio, rondan el hogar
y que se quiere reconquistar la vida.
No puedo
No es posible
Díganle que es totalmente imposible
Ahora no puede ser
Es imposible
No puedo
Díganle que estoy tristísimo, pero esta noche no puedo ir a su encuentro.
Cuéntenle que hay millones de cuerpos por enterrar
Muchas ciudades por reconstruir, mucha pobreza en el mundo;
Cuéntenle que hay en alguna parte del mundo una criatura llorando
Y las mujeres están volviéndose locas y hay legiones de ellas que tortura
la nostalgia de sus hombres; cuéntenle que hay un vacío
en los ojos de los parias, cuya inanición es extrema; cuéntenle
que la vergüenza, la deshonra, el suicidio, rondan el hogar
y que se quiere reconquistar la vida.
JOSÉ LUPIÁÑEZ
Huida
A la mitad del día
corrimos hacia el mar, hacia la oscura
ola de azul y de vaivén,
de brisa y de pequeños mensajes
extendiéndose lejos o viniendo quizás
hasta la roja estampa
De la orilla sin huellas.
A la mitad del día, nuestros cuerpos,
recibiendo la luz,
se hundieron en la informe
oquedad sin estela. Blancos,
dejáronse llevar de una corriente,
de algún latido hermoso,
de algún curso fugaz,
y aquí se encuentran hoy,
tendidos para siempre,
en la inquieta y más tensa
longitud de este verso.
A la mitad del día
corrimos hacia el mar, hacia la oscura
ola de azul y de vaivén,
de brisa y de pequeños mensajes
extendiéndose lejos o viniendo quizás
hasta la roja estampa
De la orilla sin huellas.
A la mitad del día, nuestros cuerpos,
recibiendo la luz,
se hundieron en la informe
oquedad sin estela. Blancos,
dejáronse llevar de una corriente,
de algún latido hermoso,
de algún curso fugaz,
y aquí se encuentran hoy,
tendidos para siempre,
en la inquieta y más tensa
longitud de este verso.
JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS
JUAN CALZADILLA
Estética
De Bolsillo
Si todo está permitido, nada es imprevisible.
Por tanto, no hay secreto, no hay misterio,
No hay enigma, no hay originalidad.
Apenas un catálogo a la mano.
Por tanto, no hay secreto, no hay misterio,
No hay enigma, no hay originalidad.
Apenas un catálogo a la mano.
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