viernes, 23 de diciembre de 2016


GERARDO DIEGO




Siempre abiertos tus ojos...



Siempre abiertos tus ojos
(muchas veces se dijo) como un faro.
Pero la luz que exhalan
no derrama su chorro en los naufragios.
Enjuto, aunque desnudo,
voy derivando orillas de tu radio.
Soy yo el que giro
como un satélite imantado.
Y dime. Esta luz mía - tuya - que devuelvo,
¿a qué te sabe muerta en tu regazo?
¿Puede aumentar tu lumbre
este selenio resplandor lejano?



VINICIUS DE MORAES




Soneto del amigo



En fin, después de tanto error pasado,
tantas represalias, tanto peligro,
resurge en otro el viejo amigo
nunca perdido, siempre reencontrado.

Es bueno sentarlo nuevamente al lado
con ojos que contienen la mirada antigua
siempre conmigo un poco atribulado
y como siempre singular conmigo.

Un bicho igual a mí, simple y humano
sabiendo moverse y conmoverse
y a disfrazar con mi propio engaño.

El amigo: un ser que la vida no explica
que sólo se va al ver otro nacer
y el espejo de mi alma multiplica.


Versión de César Conto

 


RAUL ORLANDO ARTOLA




Fabla viril



Pasolini me ha hecho leer y yo lo quiero
como al padre que nos señalaba la página perfecta
los canales venecianos y el capitel corintio
la belleza de la rama de glicinas
que cae sobre el muro y evocamos
una mañana neblinosa al ir a clase
sin saber la lección
las manos ateridas y los pies mudos
sobre las baldosas húmedas, desparejas.
Me hace leer Pasolini esa página
y yo le agradezco en silencio
acompañado por su sombra
y su mirada de padre que no quiso ser patrón
pero voló por olímpicas alturas.
Me contagia un ensalmo evolvente
para soportar el recuerdo
de aquellas mañanas impiadosas
y los atardeceres turbios
de regreso a la casa del amor arrinconado.
Y Pasolini no estaba todavía
para decirme: muchacho,
esto pasará, ya tendrás
tus horas de sueño y de vigilia ensoñada,
aguanta el invierno de la infancia,
yo te miro y a mi modo te cuido.
Y aunque no lo dijera aún
yo oía su voz en otras bocas,
en el aire adverso
se abría un canal amistoso
con el piano que me devolvía
una paz ignorada,
rescoldo que siento en mi pecho
tantos años después.



MIGUEL ÁNXO FERNÁN-VELLO

  


Terra Cha I



     Analizo el cóncavo milagro de la luz trazada sobre las últimas
líneas de la llanura.

     Inscribo un surco de texturas doradas en los ojos enlazados a
la insuperable franja donde la tierra es un volumen de bóvedas
construidas en el aire de un posible abismo.

     Indefenso frente a esa distancia triunfante sobre el inmóvil
cuerpo que se embriaga en las láminas transparentes de la brisa,
persisto y fragmento el misterio que me da el contemplar la
hendidura luminosa y oval que se extingue vulnerando la dúctil e
interminable forma del horizonte.

     Repentinos perfiles, dimensiones submersas, aristas
ondeantes, pausados filos de arcos velocísimos, quebradas
pulsaciones de un perímetro extinto, arquitectura inmóvil de un
óvulo de llamas, sequedad recurva de la llanura suave, irisaciones
continuas de un declive invisible, entrevista locura de este
espacio de viento y soledad.

     Ah que lentísimos soplos de claridad tan lisa, sonámbula
levedad de un fulgor deslizado lácteamente sobre esta tierra llana
que destila en el viento altos navíos mansos de ceniza.


De: Entre agua efogo. Cantos da terra posuída.



JORGE GUILLÉN

  


Ya se alargan las tardes, ya se deja...



Ya se alargan las tardes, ya se deja
despacio acompañar el sol postrero
mientras él, desde el cielo de febrero,
retira al río la ciudad refleja

de la corriente, sin cesar pareja
-más todavía tras algún remero-
a mí, que errante junto al agua quiero
sentirme así fugaz sin una queja,

viendo la lentitud con que se pierde
serenando su fin tanta hermosura,
dichosa de valer cuando más arde

-bajo los arreboles- hasta el verde
tenaz de los abetos y se apura
la retirada lenta de la tarde.




SANDRA CORNEJO




Contextos



Una torre cilíndrica de hormigón.
Es lo primero que puede verse en la distancia.
Luego las casas precarias
los muros
y por fin
las rejas.
Después, el alambre de púa
la basura sobre el barro
y un poco más lejos
la villa
los carros
los perros flacos y sedientos.
Dentro
en un mundo parecido al nuestro
me aguardan
amigas de otra vida
reencontradas
no sé muy bien, todavía, por qué.


De: “Bajo los ríos del cielo”