martes, 27 de diciembre de 2016


ALEJANDRO DUQUE AMUSCO




Comunión



Ahora
que he visto
y he tocado,
en medio del invierno,

la llaga
devorante,

el festín de la muerte,

no me pidáis
metáforas de luz.

Madrid, ciudad de amor,
rosa de sangre.

Oigo con pavor
el silencio
de los que no gritan.


De: "Lírica solar"  



ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ







A veces una hoja desprendida
De lo alto de los árboles, un lloro
De las ninfas que pasan un sonoro
Trino de ruiseñor, turban mi vida.

Vuelven a mí medrosos y lejanos
Suaves delirios, éxtasis supremos;
Aquella estrella y yo nos conocemos,
Ese árbol, esa flor son mis hermanos.

En el abismo del dolor penetra
Mi espíritu, bucea, va hasta el fondo,
Y es como un libro misterioso y hondo
En que puedo leer letra por letra.

Un ambiente sutil un aura triste
Hacen correr mi silencioso llanto,
Y soy como una nota de ese canto
Doloroso de todo lo que existe.

Me cercan en bandada los delirios...
¿Es alucinación... locura acaso?
Me saludan las nubes a su paso
Y me besan las almas de los lirios.

¡Divina comunión! Por un instante
Son mis sentidos de agudeza rara...
Ya sé lo que murmuras, fuente clara;
Yya sé lo que me dices, brisa errante.

De todo me liberto y me desligo
A vivir nueva vida, de tal modo,
Que yo no sé si me difundo en todo
O todo me penetra y va conmigo.

Mas todo huye de mí y el alma vuela
Con torpes alas por un aura fría,
En una inconsolable lejanía,
Por una soledad que espanta y hiela.

Por eso en mis ahogos de tristeza,
Mientras duermen en calma mis sentidos,
Tendiendo a tus palabras mis oídos
Tiemblo a cada rumor, naturaleza;

Y a veces una hoja desprendida
De lo alto de los árboles, un lloro
De las linfas que pasan, un sonoro
Trino de ruiseñor, turban mi vida.



OLIVERIO GIRONDO

  


Dietética



Hay que ingerir distancia,
lanudos nubarrones,
secas parvas de siesta,
arena sin historia,
llanura,
vizcacheras,
caminos con tropillas
de nubes,
de ladridos,
de briosa polvareda.
Hay que rumiar la yerba
que sazonan las vacas
con su orín,
y sus colas;
la tierra que se escapa
bajo los alambrados,
con su olor a chinita,
a zorrino,
a fogata,
con sus huesos de fósil,
de potro,
de tapera,
y sus largos mugidos
y sus guampas, al aire,
de molino,
de toro...
Hay que agarrar la tierra,
calentita o helada,
y comerla
¡comerla!


VÍCTOR-JACINTO FLECHA

  


Deseo



Higo maduro
sobre el barranco del río
-al atardecer-
lejos de mi mano


LUIS ALBERTO DE CUENCA

  


6. Deseada



Era su turno. Cuidadosamente
dobló la gabardina sobre el brazo.
Se echó el pelo hacia atrás, y su mirada
se cruzó con la mía. Con los ojos
le devolví la calma. Se marchaba,
pero regresaría, y todo aquello
terminaría bien. Cerró la puerta.
Yo me quedé sentado, acariciando,
tembloroso, su ropa interior verde.


De: "La caja de plata"



OLGA OROZCO




El jardín de las delicias




         ¿Acaso es nada más que una zona de abismos y volcanes en
plena ebullición, predestinada a ciegas para las ceremonias de la
especie en esta inexplicable travesía hacia abajo? ¿O tal vez un
atajo, una emboscada oscura donde el demonio aspira la inocencia
y sella a sangre y fuego su condena en la estirpe del alma?¿ O tan
sólo quizás una región marcada como un cruce de encuentro
y desencuentro entre dos cuerpos sumisos como soles?
No. Ni vivero de la Perpetuación, ni fragua del pecado original,
ni trampa del instinto, por más que un solo viento exasperado
propague a la vez el humo, la combustión y la ceniza. Ni siquiera
un lugar, aunque se precipite el firmamento y haya un cielo que
huye, innumerable, como todo instantáneo paraíso.
          
           A solas, sólo un número insensato, un pliegue en las membranas
de la ausencia, un relámpago sepultado en un jardín.
  
           Pero basta el deseo, el sobresalto del amor, la sirena del
viaje, y entonces es más bien un nudo tenso en torno al haz de
todos los sentidos y sus múltiples ramas ramificadas hasta el
árbol de la primera tentación, hasta el jardín de las delicias y
sus secretas ciencias de extravío que se expanden de pronto
de la cabeza hasta los pies igual que una sonrisa, lo mismo
que una red de ansiosos filamentos arrancados al rayo, la
corriente erizada reptando en busca del exterminio 0 la salida,
escurriéndose adentro, arrastrada por esos sortilegios que son
como tentáculos de mar y arrebatan con vértigo indecible
hasta el fondo del tacto, hasta el centro sin fin que se desfonda
cayendo hacia lo alto, mientras pasa y traspasa esa orgánica
noche interrogante de crestas y de hocicos y bocinas, con
jadeo de bestia fugitiva, con su flanco azuzado por el látigo
del horizonte inalcanzable, con sus ojos abiertos al misterio
de la doble tiniebla, derribando con cada sacudida la nebulosa
maquinaria del planeta, poniendo en suspensión corolas como
labios, esferas como frutos palpitantes, burbujas donde late la
espuma de otro mundo, constelaciones extraídas vivas de su
prado natal, un éxodo de galaxias semejantes a plumas girando
locamente en el gran aluvión, en ese torbellino atronador que
ya se precipita por el embudo de la muerte con todo el universo
en expansión, con todo el universo en contracción para el parto
del cielo, y hace estallar de pronto la redoma y dispersa en la
sangre la creación.

                     El sexo, sí,
                     más bien una medida:
                     la mitad del deseo, que es apenas la mitad del amor.