martes, 28 de febrero de 2017


CARLOS BARRAL




Porque conocía el nombre de los peces...



Porque conocía el nombre de los peces,
aún de los más raros,
y el de los caladeros, y las señas
de las lejanas rocas submarinas,
me dejaban revolver en las cestas,
tocarlos uno a uno, sopesarlos,
y comentaban conmigo abiertamente
las sutiles cuestiones del oficio.
Porque entendía de nudos y de velas
y del modo de armar los aparejos,
me llevaban con ellos muchas veces;
me regalaban el quehacer de un hombre.
Sentía con orgullo
enrojecérseme las manos al contacto del cáñamo,
impregnarme
un fuerte hedor a brea y a pescado.
Sabía casi todo de aquella vida simple,
de aquel azar diario y primitivo.

Sólo que aquella ciencia era lujosa.
No supieron contarme
o no pude entender cómo era aquello
en los días peores, las amargas
semanas de paciencia,
cuando el viento del norte
roe las entrañas y se harta la pupila
de escudriñar los cielos,
en los días confusos,
cuando el mar de borrosos contornos
es sólo como un cascote de vidrio
semienterrado en el fango,
un desagradable incidente o una trampa
para los que pasan corriendo
ciegos bajo la lluvia.



ALDOUS HUXLEY





Magnánimos romanos



Columnas y fuentes eternas,
chorros de escarcha y viva espuma,
desde las siete montañas dejémoslas saltar,
Las siete colinas de Roma.

Por resonantes arcos y bóvedas flanqueadas,
dejemos las calles marchar triunfales;
mandemos a los acueductos marchar
por la llanura de abajo infatigables.

Elevados como columnas hacia el aire azul,
dejemos a los Césares de mármol estar;
dejemos a los dioses, que en vida eran
romanos, una mano dorada levantar.

Muchos, pero cada uno solo, una multitud,
aunque de romanos, atestan sus sepulcros;
ellos mismos divinos fieles,
dioses ante dioses suntuosamente inclinados;

los romanos se inclinaban ante figuras que ellos,
escultores de la mente, liberaban;
suplicando poder ser
iguales que aquellos a quienes oran.


Versión de Jesús Isaías Gómez López


ANIBAL NÚÑEZ




Bien que te gustaría confiésalo lanzarte...



Bien que te gustaría confiésalo lanzarte
de bruces al abismo devorar para siempre
esas terribles ganas que humedecen tus sueños
y en tus pechos habitan enjauladas...

Dale suelta a ese inmenso poder embalsamado
momia viviente abre las compuertas:
verás cómo florecen dos volcanes
en el lugar que el hielo
cerrara la clausura y perdiera la llave...
Encárate al ariete que reclama en tu puerta
la entrada por lo menos en cada primavera:
verás cómo te llenas de caballos salvajes
y de luz que produzcan tus turbinas de sangre...

Pero, antes, mastica la medalla
de dirección prohibida que cuelga de tu cuello.


Marzo, 1970


ARMANDO ROA VIAL





Alcantarillados. Relectura de Celine.



Lascivos alcantarillados
para corazones en desague:
la solidez de los buenos sentimientos
empozada en arsenales de retórica en descomposición
para acuñar falsas monedas
por los traficantes del amor.
Y entonces el maquillaje comienza a apestar.


CARLOTA CAULFIELD

  


Carta de Camilla de Pisa a Francesco del Nero



Traducción libre

¡Que Dios castigue con toda clase de castigos a esa mujer que en este mismo instante posee aquello que me es más querido en este siglo XVI! Maldigo las noches y todos los instantes que pasas en otros brazos que no son los míos. Malditos sean los besos y todos los actos que me causan tanto dolor. Dios mío, dame paciencia.

No hay nada que yo pueda hacer.



CINDY JIMÉNEZ VERA



  
Audífonos



Cuando aquel niño de ocho años entró a la biblioteca a buscar libros de origami para revelar los secretos del adivino, supe que debía aprender a leer los labios. No dije nada. En su lugar, le ofrecí un libro para dibujar dragones y otros animales fantásticos. Aceptó. Aliviada, levanté el auricular del teléfono más cercano e hice una cita con el audiólogo. Tanta poesía de golpe puede ser letal para los oídos.


De: 400 nuevos soles



lunes, 27 de febrero de 2017


JOSÉ LUPIÁÑEZ




There she goes...



Mi amor va a la deriva como un barco sin rumbo;
su corazón heridas, sin par, lleva marcadas...
Mi amor se va alejando de sus horas gastadas
y alivio busca sola por los puertos del mundo.

Qué estela tan amarga va dejando en mi vida
su celeste congoja, que curar quise en vano;
no pude retenerla, se soltó de mi mano
y a su destino corre, sin que yo se lo impida.

"Matamos lo que amamos", le recordé algún hora;
"no hieras con tu daga mi pobre pecho inerme",
pero siguió en su lance, queriendo o sin quererme,
hasta romperme el alma, por donde sufre agora.

Adiós, amor, le ha dicho mi corazón maltrecho;
adiós, aguardan tiempos de oscuro desconsuelo:
tú te marchas y, airosa, ya has levantado el vuelo,
yo me quedo escondiendo esta herida en mi pecho.



JUAN ANTONIO MASOLIVER




Calla un momento, Luis, escucha...



Calla un momento, Luis, escucha
el sueño de los pájaros
muertos, son como las raíces
(¿no lo oyes?) del día
negro en que vivimos todos
menos tú. Ven
a la pared de los dibujos
borrados por el sol:
mira en la mica.
¿O son alas de insectos?
¿O son vidrios o el espejo
hecho añicos, como piedras
que arrojan contra el cielo?
Toca esta ropa rota,
esta crin en la boca de los besos
como el vello suavísimo
de las estatuas. Lame
la fruta que te ha herido
tanto, y cuando vuelvas,
si es que vas a volver
(¿en qué olvido andas ocupado?
¿qué ceniza te ciega?
¿qué palabras no sabes en la muerte?)
búscame en esta vida donde estoy,
pon la boca en mis párpados,
rescátame de este día de alimañas.


De: "En las rejas del tiempo"



JOSE LUIS CANO




Tengo tus labios



Quizá perdí mi juventud, quizá
perdí Lloridas increíbles.
Quizá perdí otras cosas, pero tengo
la sal ardiente de tus labios.

Una infancia perdí, quizá un deseo
de una luz entre pinos y el mar puro.
Perdí el cielo del sur, pero ahora tengo
la sal y el fuego de tus labios.

Perdí aquel mar, y aquel afán eterno
de en él perderme y olvidarme.
Perdí más: a mi madre, pero tengo
la rosa oscura de tus labios.

Perdí hace tiempo aquel ocio andaluz,
puro y tranquilo como el aire.
Perdí la paz, pero ahora tengo
la gracia honda de tus labios.

De aquella primavera, de aquel ocio
sólo el recuerdo y el perfume quedan.
Estoy solo y herido, y sólo tengo
una luz que besar: la de tus labios.

Sí, perdí mi bahía, donde el tiempo
no parecía existir sino soñando.
Unos sueños perdí, pero te tengo
y contigo a tus labios

¿Perdí a Dios? Una noche sentí oscura
la soledad, la muerte entre los brazos.
Y helado el corazón. Mas luego tuve
la honda caricia de tus labios.

Ya no estaré más solo. Quiera el mundo
herir con frío o con puñal mi alma,
ya no estaré más solo porque tengo
la compañía de tus labios.


JOSÉ ÁNGEL VALENTE




Ahora no tienes, corazón, el vuelo...



Ahora no tienes, corazón, el vuelo
que te llevaba a las más altas cumbres.

Lates, reptante, entre las hojas secas
del amarillo otoño.

¿Y hasta cuándo en la secreta larva de ti?

¿ Volverás a nacer en la mañana,
a respirar la frialdad del aire
donde hay un pájaro?
                                              ¿Lo oyes?

Canta arriba, en las cimas,
como tú, como entonces.

Tú eres sólo latir cobijado en lo oscuro.

Al pájaro que fuiste dedicas este canto.

                                                                                 (El vuelo)



JENARO TALENS




Paraíso clausurado

                                                       A Pedro J. de la Peña



Y es esta luz (los sueños de la infancia,
el vozarrón acuoso de los ómnibus,
la melancólica decrepitud
con que las olas vierten su murmullo)
tímida luz, dureza de agonía,
no la oquedad sin límites
tras los escombros del amanecer.

La voz al labio acude,
y se rompe, y resbala,
y no sabe cuánta culminación duerme en la noche
su plenitud: pupila
inmensa transcurriendo
entre unos grises párpados sin fondo.

Todo ante ti es silencio, a cuyo tacto,
áspero, el tiempo acrece su gemido.
El chamariz, que es aire (un fogonazo
de oscuridad, la cálida estampida
de los sollozos), gime, desnudez
de un azul que agoniza entre los álamos.
Agonizar, qué triste maniobra
del corazón.
                      Canta, amor mío,
canta las hojas de los parques,
este sabernos que tampoco sacia,
pero que ofrece dulce compañía;
y tu vivir, hoy lluvia, ya no tierna
erosión, resplandezca
bajo esta humanizada soledad
que tu quietud penetra y convulsiona.
Los sueños que aún perduren
olvídalos, son máscara,
antifaces de sombra para el dolor. Escúchame,
mírame ser: sobre mi rostro adviene
la telaraña humosa de los días.

Aunque ahora vuelvan a cantar, qué calmo
este mítico edén, los gnomos y las hadas,
tanta historia de príncipes
y de princesas que en abanico trenzan su sofoco,
tanto incansable pájaro dormido
de lo que un sueño fue.
                                          Tú continúas
ante la clara umbría del otoño,
frío sopor de isla sin peces ni sosiego,
bajo una luna en paz.

Amor, tu lucidez
qué torpe todavía.
Qué serena la escarpia resbalando
donde, con un chasquido, la luz asoma entre los árboles
y una música fulge
                                    en el silencio.


De: "Ritual para un artificio"


FRANCISCO CERVANTES




Ojos por teléfono



Al rasurarse, vio que tenía los ojos de otro.
Y, por su parte, los ojos le miraban con reproche. No
    obstante,
salió a la calle. En su despacho, su secretaria lo saludó
sin mirarle.
Cuando el primer cliente acudió a hablar
con él y empezó a exponerle su caso, se detuvo en seco,
tras las primeras palabras. No era alguien que
lo conociera demasiado, mucho menos un amigo.
—¿Qué le sucedió en la cara? —preguntó.
No supo qué contestar.
Así sucedió con todas las personas que fueron
a verlo. Pero sentía terror por la hora de la salida,
cuando llegara Berenice.
Tomó el teléfono. Muy despacio marcó los números.
La escuchó.
—No vengas por mí. Por favor espérame —le dijo.
Berenice estaba a la expectativa.
—¿Qué te ocurre? —habló por fin—. Se te oye
una voz distinta, como si algo te hubiera pasado
en los ojos. 


domingo, 26 de febrero de 2017


JUAN CUNHA




De pronto emerge y sobresale un nombre



Hoy anda Cármelo en el aire
No sé de golpe escucho Cármelo
y Cármelo otra vez al poco rato
Pues claro que no es más que el solo nombre
Que me entresuena hoya tantos años
Ya tantísimas leguas transcurridas

Cármelo le decían por Carmelo
A cierto muchachón que hacía parte
Del personal de estancia de mi abuelo
En Molles del Pescado allá en mi tiempo
De chiquilín ya premocito
Ay en benditos breves días

Cármelo allí ensillaba un pangaré
y rumbeaba pa el puesto de Las Chilcas
Por ejemplo o salía a echar las vacas
Y a lo lejos ya Cármelo llegaba
Y de vuelta otra vez por los caballos
Y galopando irrumpe la tropilla
De variados pelambres y relumbres
Y ya entre polvaredas y tropeles
O que adónde fue Cármelo
Lo mandaron temprano hoy hasta el pueblo
Y regresaba Cármelo a la noche
Con el flete sudado hasta la cola
y era Cármelo siempre al otro día

Era aindiadito el mozo y medio tuerto
Con una nube blanca por lo menos
En un ojo que usaba entrecerrado
Y no le daba un muy airoso aspecto
Mas entre el personal hacía juego
Que era algo así de tres a cinco peones
Entre los pardos y negros y otros tonos

Bueno pero por qué me vuelve el nombre
Que lo escucho decía como náufrago
En este aire hoy tan de otra época
Y Cármelo a esta altura quién lo dice
Quién lo pronuncia que lo escucho nítido
y en más de una ocasión lo oí esta tarde
Como llegando de distintos rumbos
Entre otras cosas que la tarde nombra

Cármelo que decían por Carmelo
Pero hoy ya es sólo el nombre sin el hombre
Con otra dimensión y en otro orden
Justo las siete letras recompuestas
Las que reordena el aire y ratifica
y por decir Carmelo insiste en Cármelo


De: "Palabra cabra desmandada"


GASTON BAQUERO




Preludio para una máscara



El rocío decora los restos de un naufragio
Donde sólo la muerte palpita débilmente.
Los astros ya no agitan sus tiernas cabelleras
Sobre el rostro invisible que decora el rocío.

Sin color se adelanta por la muerte un recuerdo
Que aprisiona en sus alas la forma que mi cuerpo
Tendrá cuando sea el tiempo de que la muerte quede
Enterrada en el rostro que decora el rocío.

Yo no quiero morirme ni mañana ni nunca,
Sólo quiero volverme el fruto de otra estrella;
Conocer cómo sueñan los niños de Saturno
Y cómo brilla la tierra cubierta de rocío.

Algo visible y cierto me arrastra por el alma
Hasta un balcón vastísimo donde nada aparece.
Allí me quedo inmóvil escuchando que muero;
Presintiendo aquel rostro que decora el rocío.

El árbol que mi sombra levanta cada día
Sediento de los cielos devora sus raíces;
Toca en las puertas blancas del naufragio lejano
Y florece en el rostro que decora el rocío.

Con el sol que solloza por la muerte que un día
Le hará rodar oscuro debajo de la tierra,
De súbito ilumina mi estancia venidera
Donde deslumbra el rostro que decora el rocío.

No soy en este instante sino un cuerpo invitado
Al baile que las formas culminan con la muerte.
Dondequiera que al tiempo me disimulo o niego
Surge radiante el rostro que decora el rocío.

Ahora me reconozco como un huésped que llega
A una estación extraña a pasar breves días.
Mi patria se desnuda serena entre las nieblas:
Su extensión es el rostro que decora el rocío.

No importa que la muerte sea una nieve eterna
Que a la forma en el tiempo aprisiona y exige.
Un valle silencioso florece en mi recuerdo,
Y siento que a mi rostro lo decora el rocío.


JOSÉ LUPIÁÑEZ





Narghile



Raki al atardecer,
turbio en el vaso.
El cafetín humea
y las narghiles
dispersan por el aire
un olor a manzana.
Fija el sol su reflejo
de sangre en los cristales.
Mostachos casi azules,
ojos negros con cercos
misteriosos y tristes.
La tarde ya se va,
pero en el alma
nos queda este perfume,
y en la boca,
el almíbar rabioso
que tienen tus palabras.

MIGUEL LABORDETA




Destino



Lo sabéis amigos
no volveremos más.
La virtud de la lluvia
se aniquila en los soles
y el viento entre las flores
se sumerge en la sangre de los toros.
Sólo los viejos vagabundos al morir
pueden saber quizá
el secreto de la hora derramada
y el porqué de la mujer húmeda en estío.
Pero nosotros no. No podemos volver.
Es imposible calavera mariposa
el tiempo entre la niebla seducido.
Somos nosotros mismos
el ritmo pereciente
y nuestro gesto
la invisible caracola de la muerte
primavera pura aniquilada
en incesantes mundos destruidos.
Nada más. Tan sólo eso.
Un levantar baldío de los brazos
para recoger el mar que se nos huye
pletórico de ahogados y de olvidos.
Un lamento también
y un querer crear agujeros
en el agua mansa de los recién nacidos.
Mientras os alejáis
cantando juventudes
yo permanezco aquí
mudo y atónito
como un muerto inmortal
soñando vida inmensa
y una antigua e inconcebible libertad.
No volveremos más.
Es cierto amigos.
Atardece.
La estatua el árbol la hormiga
y esta pena mía tan hermosa
se confunden en la mente ignorada de las manos.
35 segundos han pasado en mi reloj de Pulsera.


De: "Punto y aparte"


PAUL CELAN



  
De oscuridad en oscuridad



Abriste los ojos -Veo vivir mi oscuridad.
La veo hasta el fondo:
aún allí es mía y vive.

¿Traslada como tal a la otra orilla? ¿Se despierta al hacerlo?
¿De quién es esta luz que sigue mi paso,
para que apareciera un barquero?


De: "Umbral en umbral"

Versión de José Luis Reina Palazón



LUISA CASTRO




Visión de Cibeles



Yo era una bella mujer que pasaba sin mirar
y llegué hasta aquí y debí detenerme,
dormirme,
soñar con hojas y aves.

Otras vidas fugaces como hojas o aves
giran sin detenerse.
No envidio sus viajes.
Quieta,
me quedo aquí de piedra.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que soy de piedra?
¿Cuántas hojas y aves han caído y volado?
Cuantas vuelven
o llegan
como tú,
que me ves como nadie me ve,
que no buscas en mis ojos respuestas
ni haces preguntas,
que pasas y miras sin querer
lo que los otros no ven,
lo que sólo aquí se ve,
los ojos blancos y abiertos de las estatuas
que han llegado caminando de tan lejos
y se paran
y escuchan al vagabundo
mientras los hombres se cruzan
y se hacen preguntas
en estas calles donde un día debí detenerme,
dormirme,
soñar con hojas y aves.
 

**


Como tú me ves nadie me ve.

Con corazón de piedra
apacigüé a la madre,
liberé a aquel muchacho de la boca del tiempo
con corazón de piedra.
Frío y duro es mi corazón
y nada hallarás en él
del mundo conocido.

Mi trabajo es sencillo:
burlo al padre devorador de sus hijos
con un niño de piedra
y en mi sombra cobijo fugitivas muchachas
y apaciguo a las madres.
Te sonrío, es mi empleo.

Pero no te miro de frente
ni me vuelvo a mirar cuando pasas
ni pregunto quién eres a las aves vecinas
ni reclamo en tus ojos
vanas complacencias.


De: "De mí haré una estatua ecuestre"




sábado, 25 de febrero de 2017


SALVADOR ESPRIU




Pontos



En el fondo de los ojos tranquilos del mar
he visto el sueño
caído, roto, del templo
de un dios antiguo.
¡Ay, frío- mármol del tiempo, mi vida
que pierdo contra el hielo de las palabras!
Sobre la roca desnuda de la muerte,
sólo puedo ya lamentar la alta columna
de este dolor, un áspero, solitario
grito sin canto,
sin recuerdo del canto, mientras a la luz del día
se llevan las negras alas del ventisquero
por las cárceles del cielo, y me reflejan,
invitándome a partir, por un serenísimo
y profundo camino, los tranquilos ojos del mar.


Versión de  José Batlló


RAFAEL MORALES




Jardín



La tarde gris es un ensueño... Apenas
si se nota la brisa, si se siente
que llueve delicada, suavemente
sobre rosas, claveles y azucenas.

Qué tranquilo el ramaje, qué serenas
las nubes lentas, leves del poniente...
OH, caricia de Dios, tibia y silente,
derramada en el aire y en mis venas.

A ti te sueño, Concepción, te evoco
en esta tarde de templada calma,
donde faltan la luz y tu sonrisa,
y, en la dulzura de la tarde, toco
la pureza celeste de tu alma,
que llega con la lluvia y con la brisa.



RENE CHAR




Desherencia



Antigua era la noche
Cuando la entreabrió el fuego.
Igualmente mi casa.

No se mata a la rosa
En las guerras del cielo.
Destierran a una lira.

Mi pena persistente
De una nube de nieve
Gana un lago de sangre.
La crueldad ama vivir.

Oh fuente que mentiste
A nuestros destinos gemelos,
Del lobo trazaré
Este único retrato pensativo.


Versión de Jorge Riechmann




VICENTE NÚÑEZ




Con discreta frecuencia...



Con discreta frecuencia,
mi amiga la duquesa
me solicita acrósticos
o tiernas frasecillas
para adular con ellos
a su aleve mancebo.
El corazón y el alma
al escribirlos pongo por entero.
Porque, de alguna forma
-sabiendo los desvíos
de su destinatario--,
de canalla a canalla,
él los hará llegar hasta tus manos.


PAUL CELAN




Asís



Noches de Umbría.
Noches de Umbría con la plata del címbalo y de las hojas del olivo.
Noches de Umbría con el canto que hasta aquí trajiste.
Noches de Umbría con el canto.

Mudo cuanto ascendió a la vida, mudo.
Desocupa y vuelve a llenar los cántaros.

Cántaro de barro.
Cántaro de barro con el que creció la mano del alfarero.
Cántaro de barro que cerró para siempre la mano de una sombra.
Cántaro de barro con el sello de la sombra.

Cantos por doquier, cantos.
Deja que entre el borrico.

Borriquillo.
Borriquillo en la nieve que esparce la mano más desnuda.
Borriquillo ante el verbo que se cerró de golpe.
Borriquillo que come el sueño de la mano.

Brillo que a consolar no alcanza, brillo.
Los muertos, los muertos aún mendigan, Francisco.


De: "Umbral en umbral"

Versión de Felipe Boso



JESÚS MUNÁRRIZ




Grito



Vive la corrupción; lo intacto, nunca.
Perdura lo perenne, pero no es. Aguanta
su pesado vado sin sustancia
los siglos, no el instante.

Lo efímero sí existe. Cruza su resplandor
entre lo negro. Y grita.

Nadie será testigo del triunfo del silencio.

 


viernes, 24 de febrero de 2017


CINTIO VITIER




La voz arrasadora



Esta es la voz de un contemplativo, no de un hombre de acción.
Ambas razas, las únicas que realmente existen, se miran con
            recelo.
Es verdad que ha habido gloriosas excepciones, aunque bien
mirarlos los rostros, bien oídas las voces,
la sagrada diferencia se mantiene se mantiene, y aún se torna
            trágica.
Pero el contemplativo entiende y muchas veces ama el rayo de la
            acción. Casi nunca lo contrario ocurre.

Esta es la voz absorta de un oscuro, de un oculto, que ha tenido
            peregrinas ambiciones.

Enumerarlas seria realizar un inventario del delirio.

Baste decir que ha querido romper los límites del fuego en las
            palabras

y ha vuelto al círculo del hogar con un puñado de cenizas.

No, sin dudas no lo comprenderéis, salvo los que sois del
            indecible oficio.

Estos hombres se alimentan de lo que hacen; hasta sus sueños y
            sus fantasmagorias son quehaceres, hechos.

¿Como entender a uno que no ha poseído nunca nada; que no ha
            tocado una cosa desnuda de alusión;

que sólo vive y muere en el mundo de lo otro, en el inalcansable
            reino de las transposiciones:

a uno que, de pronto, necesita escribir, cómo se necesita la
            comida o la mujer?

Su Suerte es dura, extraña, también irrenunciable. Y sin embargo
o por lo mismo, ya no me preguntéis,
cada vez que oye la voz arrasadora de la vida, arroja su
            fantástico tesoro
y sale cantando y llorando y resplandeciendo, y va silencioso a
ocupar el puesto que le asignan.


Marzo de 1960


JENARO TALENS



  
Es tan sólo una hipótesis, pero aún así

                                     G. lonas, Untitled poem # 3


Dice que sólo duerme con extraños, que
gracias a los extraños puede dormir en paz
y permitirles ser amables anfitriones
siendo a su vez una invitada amable.
Ellos no pueden tomar nada que le pertenezca,
ella tampoco nada que les pertenezca
salvo lo más externo de su piel
y el café con tostadas en el desayuno.
Tras noches como ésas se siente tan feliz.
Dice que sólo duerme con extraños, que
de ese modo resultan más sinceros.
Saben que ella está hoy,
sin que jamás se hable de un mañana.
Si se lleva consigo algún objeto,
es relativamente fácil perdonar.
Y si olvida algo suyo sobre la mesita
pueden tirarlo luego sin problemas.
Es un dedo en un timbre después de atardecer,
o una voz dulce en el teléfono.
La promesa, tal vez, de una postal que no
suele firmar, y sin remite alguno.
Dice que sólo duerme con extraños, que
ellos así reservan para ella
sus más limpios manteles
y su mejor sonrisa.


De: "Tabula rasa"


JOSÉ ÁNGEL VALENTE




El círculo



Estaba la mujer con sus dos senos,
su única cabeza giratoria,
la longitud de su sonrisa, el aire
de estar y de alejarse sabiamente fingido.

Estaba rodeada de sí misma,
de admiración opaca y compartida,
bajo la oscura luz de las miradas.

La complacencia del estar henchía
de estólida ternura los objetos cercanos.

Estaba en pie sumándose a su cuerpo.
Las palabras sonaban conllevando sentidos
superfluos y crasos.

Giraba la mujer.

Rebasaba su órbita
como un pronunciamiento
de todo lo que es bello,
vacío, ritual, sonoro, triste.


JUAN ANTONIO MASOLIVER




Volvamos a la música...



Volvamos a la música
de la playa
                         a escuchar
Legata a un granello di sabbia
pues es arena lo que llueve
en la luz de mis ojos,
nombres que como estrellas
o pezones o canicas
de vidrio brillan
en el recuerdo.
                                Desnudos
que lamen la saliva salada
de los labios, vientres
de mica, pechos
de piedra en la playa
del baile, el sol
de baquelita:
                            la maraña.


De: "En las rejas del tiempo"



CARLOS BARRAL




Torre en medio



Nunca noche ninguna
ni trámite se fueron tan despacio.
Volvía a los lugares
recientes, repetía
las aguas, tarde siempre
para enfilar los pasos escogidos,
y volvía a partir;
la noche inmensa
comenzaba conmigo a mis espaldas.

Pero fue en un instante
real, aquella orilla
blanca, diurna ciudad,
aquella
populosa cultura
vid,
             que viene
por cima de los montes al encuentro.

¿Vienen al hombre los demás?
¿Oyen la voz de auxilio y edifican
tierra sobre la tierra plazas firmes
fortificadas hacia el mar? ¿Conocen
la causa y nos darán
socorro?

Casi sin preguntar toqué su suelo.
Recuerdo el peso extraño,
la balanza de cuerpo poco a poco
presente y cómo iba
cerrándose, y el mundo
veloz, en cambio, y leve de la piedra
desorbitada en derredor. ¿Qué pausa
escogería, qué intersticio
entre dos colisiones, entre choques,
qué pasó entre dos ráfagas ?
                                     No supe
reunirme tan pronto y acudieron
sólo los miembros de la voz.
¿Quién quería guiarme?

Entonces desde dentro
fui suspendido sin saber. De un golpe
cesó la piedra rápida en mis sienes.
Vías alegres comenzaron, soplos
edificados, persistentes
ánimas cielo arriba, bulevares
de espejos, frondosos.
                                       Andaría
por los vidrios oblicuos entregando
de parte en parte mi memoria,
iría al centro de la red, al sitio
desde el que se es vertido,
si alguien cerrase tras de mí las puertas
y borrase mi rostro a lo que viene
siguiéndome. Si el agua
lustral brotara y fuese sin recuerdo.
Si en un lugar de súbito se abriera...
«CAFÉ DE TRES NACIONES»
                                     -¿Por acaso
tienen ustedes Cuernos de cristal?

-Al oeste del águila el recinto
según fue al tiempo de fundar.
Vi las horas internas.
Paralelas armadas,
en guardia, las aristas
me condujeron y una voz perpetua,
y adiviné al centro del poder.
Fue un .texto de gargantas, de ojos. Grave
al unísono. Llegaban
en el preciso instante, transgredían
sus cuerpos permutando
la parte de cabello dividido,
cambiando de caminos.
                                        Yo quería
ir por ellos.
                                        Y anduve
sobre el andén simétrico y a solas.

Mas luego porque fuera
la carroza esmaltada más despacio,
ven -dije-. ¿ Qué importaba
que acudiera sin verme ?
Rocé el borde, y apenas
tomados de las uñas,
envueltos en lo múltiple por todo,
entramos cuerpo a cuerpo,
adentro de los muros
abyectos del amor. ¡Oh ira,
las medias solas,
las líneas verticales,
que reparten la risa entre los dientes!
-Ven. Ven. Escucha
la aplicada costumbre
del agua-
                      Los brotes cómo estallan,
y tallos en seguida,
inician inminentes ademanes,
se adentran, pujan, rompen
las láminas de espera y nos inundan.
Porque ignoramos
nuestra mitad vacía, nuestra sombra
interior, y aún es posible
el mundo enteramente en los adentros.
                 La silla en su madera, ¿piensa?
                 ¿Despliega sus astillas
                 en orden a la aguja?
                 ¿Hacia el tronco glorioso,
                 devastador, al cielo
                 clama en lo sordo su garganta opaca?
Oh sí. En lo alto
como un vexilo entre las ramas bate,
como un vexilo al final de las armas,
al viento, la envoltura
sutil. Delgada resistencia.
Oh sí. Oh sí. Conozco
los flancos de metal, el amarillo
ahora
           ya,
                 cuando empieza a fundirse.

Rompió el aire en los pechos.
Cruzó una sombra blanca sin memoria.
No sé sino torrentes,
vías abiertas al espacio, y que era
un punto allí entre cuerpos más sensible.
La ciudad se vencía.
Con nosotros venían, no conmigo,
detrás de mí los rótulos :
FÁCIL. A TODAS PARTES.
EN TODO TIEMPO. AHORA.

                      La ciudad
-más fuerte
rompió un aire sin límites-
saltaba en fragmentarias
luces.
Y fue en la loma externa,
donde florecen los geranios
cultos en los bidones de albayalde,
el tránsito a la ola
carbonosa y crujiente,
el paso al otro sueño.
                    ¿Donde había
visto la torre en espiral en medio
del oscuro relámpago,
la palmera de Delos
oculta, los altares
ocultos desde el agua?
Porque no conocía
tierras al otro lado, ni otro paso,
ni obstáculo a los ojos en la suerte
inacabable.
Nunca
           había visto las islas
y eran casi recuerdo cuando estaban más cerca;
proa enemiga, riesgo.

Pasaba
            largo tiempo sin saberlas.



CARLOS PENELAS




Perry 341



Sólo sé que una vez fui Poncho Negro.
Y otra Sandokán,
enamorado para siempre de Mariana.
Así era yo. Valiente, inesperado.
No había lugar sobre la tierra.
Fui Búfalo Bill, corsario de galeotes, escampavía.
(Estoy viendo la bondad ensimismada
en el volar voluntario de la tarde.
Recogiendo las hojas de los árboles,
llamándome).
Ahora estaba el mar con sus piratas.
Ahora era el sheriff desenfundando el Colt.
En ese tiempo inmóvil no existía el registro civil
ni las hembras dementes
o la sombría sangre de los desaparecidos.
A la hora de la siesta
las palabras latían desde lejos.
Eran campesinos de la guerra de España,
descamisados fecundando su odio,
el fascismo metido en cada sindicato.
Pero a mí me invadían el ocio y la ternura.
Era secuaz del viento en el tranvía,
la imagen deslizante de los cabellos sueltos,
la ciudad protegida por cocheros.
El domingo en forma de Visera;
el fervor era el puño de mi primo
en la tribuna. Y el gol de Ernesto Grillo.
Sentir por la radio que el zurdo Prada
lo tiraba a Gatica. Soñar con esa niña
de ojos claros que vivía en el barrio.
Y conquistar la murga de Portela,
peregrina y errante,
que insolente insultaba a esa vejez tan gris.
La vida era esa bolita azul, una puntera.
La casa de mi tía, la pelea en la plaza,
un zaguán carbonero y carbonario.
Manolete muriendo con su traje de luces.
John Wayne inventando otra historia de cowboy
en el Select Lavalle
desde una diligencia inmemorial.
Mi padre auguraba un futuro sombrío.
Y mi madre bordaba sus congojas
por un hijo perdido en imaginerías.
Mis hermanas invocaban a un dios mitológico
para que yo dejara de creerme Tarzán.
Me olvidaba la pluma cucharita.
No entendía el triángulo isósceles.
Ni las monocotiledóneas
ni a French o a Lavalle.
No memorizaba el caballo blanco del manual.
Sólo los senos prodigiosos de la señorita Gloria.
Bellas eran la imágenes de los libros de Verne.
Los primeros secretos,
la eternidad gozosa ante tanta estupidez.
Era puro el contacto de la lluvia,
los potajes, la fiebre, el azufre.
Las manzanas perfumaban las sábanas del cuarto,
navegábamos en los paisajes de la luna
salvándonos de toda iniquidad, de todo templo.
Eran las moradas rebeldes,
los sagrados rincones
que la mirada perdida recorría
en los dudosos límites de cada profecía.
Así era la luz,
el reino de mis dioses tutelares.
Ahora me observo en esta fotografía.
Admiro mi alborada, mi ajedrez, mi sonrisa.
Esa linterna mágica que convoca los nombres.
Te restituyo las horas del milagro, capitán.
La billarda, la honda, mi caballo ensillado.
Los hijos de la noche deambulaban por la casa.
Se hospedan en palacios,
se cuentan una historia de férvidos vestigios.
Y mis ojos se nublan.
La ausencia nos redime en un recuerdo abierto.
Ahora, que tengo cuarenta y seis años
y me arrojo al mar para salvar a un hombre que se ahoga.



De: La mirada roja