jueves, 27 de abril de 2017

GUILLERMO E. PILÍA




Bayas de humilde color



Fue un mediodía de invierno en Provenza:
íbamos de Barcelona hacia Niza,
buscando un parador para almorzar.
Y de improviso –igual que si brotasen
de un recuerdo– surgieron en la rambla
que partía la ruta esos arbustos:
achaparrados, de bayas rojizas
y ramas espinosas, tan idénticos
a los que veíamos en los cercos
de nuestra infancia en el país del sur...
Nunca hubiera creído que esas plantas
con sus bolitas de lánguido rojo
pudiesen encerrar tanta nostalgia
de patria; que en tan poca cosa entrase
algo que duele y se ama en extremo
como es la tierra en que se nace y crece...
Bayas de humilde color en la tarde
de Provenza: vieja herida que late
sordamente en la sangre, hasta que un día
se revela transformada en palabras.


De: “Ojalá el tiempo tan sólo fuera lo que se ama”


No hay comentarios:

Publicar un comentario