No ansiamos amor,
ansiamos
la muerte;
la muerte
de dientes
y
lenguas que caen
cual
vidrio molido,
de
labios rasgados,
de
ojos henchidos,
de
ropa que cae
trozando
la piedra,
de
gritos bramados
desde
las paredes,
desde
el tragaluz,
desde
los espejos;
la
muerte de hundirnos
en
sitios angostos,
en
voces procaces
que
mecen su nombre,
que
mugen su nombre,
que
mojan su nombre;
la
muerte que al fin,
chispeantes
los ojos,
vibrantes
las manos,
vencidos
los huesos,
nos
llena de vida.
.
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