viernes, 5 de mayo de 2017

ABEL RUBÉN ROMERO





No ansiamos amor,
ansiamos la muerte;
la muerte de dientes
y lenguas que caen
cual vidrio molido,
de labios rasgados,
de ojos henchidos,
de ropa que cae
trozando la piedra,
de gritos bramados
desde las paredes,
desde el tragaluz,
desde los espejos;
la muerte de hundirnos
en sitios angostos,
en voces procaces
que mecen su nombre,
que mugen su nombre,
que mojan su nombre;
la muerte que al fin,
chispeantes los ojos,
vibrantes las manos,
vencidos los huesos,
nos llena de vida.

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