jueves, 4 de mayo de 2017

VÍCTOR SANDOVAL




La señal en el muro



Darse prisa y retomar el rumbo;
abrir ventanas, repartir el aire,
como el que dice ¡Dómine!
y luego frunce el entrecejo
ante el rumor del salmo.
Estremecer la ropa al sol
y entrar de nuevo al patio de araucarias,
los granos de maíz en el tejado,
la aguja en el pajar,
su recóndito brillo,
el velo de la gracia
y el rastro del gusano.
El cuervo ciego descifrando signos:
—Como te llamaste, así te llamarás.
En el agua del pozo
los cantos primitivos de la ciudad,
sus cúpulas y arcadas.
 
*

Aparte del ciclo pluvial,
las regaderas y los sanitarios,
los ruidos más importantes de Fraguas se han ido
perdiendo.
-Fan - faneto - neto - fan - fan faneto - neto - fan-
¿Qué se hizo la máquina de vapor
saliendo de su cueva de bisonte?
¿Qué se hizo el rey mi padre y su tren de esmeraldas,
su cadena de oro, pechera de cobalto,
la sortija de amor entre los dedos?
No hay ojos para mí,
melancólico y calvo busco una calle antigua,
mido la distancia y no es la misma.
¿Qué se hicieron las señales que dejamos,
el aldabón de hierro y la puerta labrada?
Busco los antiguos lugares comunes:
Un nombre de mujer, la miscelánea verde,
la cicatriz del muro. Busco a la bella Adriana,
su cama de latón y el cielo raso;
busco al minotauro ganadero que le abrió las caderas.
¿Qué se hicieron los ruidos de Fraguas?
¿Qué se hizo el yunque de diamante de mi padre
y su tren de esmeraldas?

*

No quedó nada,
sólo el desierto;
Teotihuacan, Fraguas, Caldas, Asterópolis,
con sus rostros de aljibe.
Derruido el zigurat, trunca la pirámide,
el campanario en ruinas.
Sólo el silencio altivo.
¡Patrias de la misericordia
apiádense de Fraguas!
Debo olvidar la crónica,
los días rutilantes,
la procesión de palmas.
Olvidar la ciudad llameante de automóviles y anuncios.
No se hable más de los altos palomares
ni los apiarios rojos en el valle.
(Entonces las uvas y su dulzor, de agosto.)
Olvidar la historia y los ojos;
dejar la ciudad como el perro rabioso
que rompe con sus clases de obediencia.

*

Y abres los ojos con espanto.
Vienes del sueño a la ferocidad del sol.
Abres los ojos al horror de esta mañana.
Si naciste en Fraguas, la de calles perdidas,
la de sordas campanas
eres hijo de mi padre.
Dejaste, dejamos, la humedad de terciopelo,
la caverna tibia,
un ataúd de lunas tendido en las baldosas.
Las piedras a pleno sol, el farallón de Fraguas.
Olvídate del sueño y su festín de plumas,
reposante en su himen de giganta
y sus labios de arena.
Deje ruidos de puertas, contraseñas, pasajes,
la terminal en bruma, el ómnibus cansado.
El caballo viajero se desnudó en la cuadra
en busca de su yegua.
Si naciste en Fraguas
olvídate de todo.
Fraguas es una hoja en blanco,
la memoria no existe.


De: Fraguas


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