La noche es el mar que nos separa
(fragmentos)
Suicidios,
guerras, terremotos:
el
diario desayuno de funestas noticias.
Somos
sólo dos cuerpos abrazados,
sudorosos
y lacios
besándonos
los párpados y el alma
con
los últimos relámpagos
de
una brutal tormenta de verano
que
se apaga.
Y en
la calle la gente que te empuja,
los
coches que te insultan,
el
humo revulsivo
del
altar del progreso.
¿Cómo
trinchar el día en nuestra mesa?
¿Cómo
llevarlo amable a nuestra boca?
Pero
toco tus manos,
te
beso en la mejilla
y el
mundo es nuevamente apetecible,
tierno.
***
Ebrio
de tanta luz, a ciegas casi,
avanzo
hacia tu cuerpo.
Un
mediodía de espejos te refleja desnuda.
Soy
la sombra del árbol donde tus aguas pasan.
Soy
la oscura presencia que te habita un momento,
sólo
un breve momento
porque
luego
cuando
cierras los ojos y yo caigo hasta el fondo
la
sombra se diluye:
de lo
hondo de tu cauce
también
brota la luz.
***
Afuera
está la tarde y no la vemos.
Corridas
las cortinas,
en la
suave penumbra de este cuarto
contamos
las joyas y monedas del tesoro
y esa
es la única luz que nos deslumbra.
Cómo
nos vuelve avaros el amor.
Cómo
ilumina nuestros ojos la codicia.
Cómo,
después de estos momentos,
salimos
a la calle
a
caminar, cada uno por su lado,
en
las mustias aceras de gente sin fortuna.
***
Es
pan y leche y miel
tu
blanca desnudez sobre mi lecho.
Y
saciado de ti, santificado,
doy
mis más bellas rosas a los cerdos,
con
voz de lluvia fresca
predico
en el desierto
y el
cordero y el lobo
se
hermanan en mi pecho.
Todo
lo soy por ti:
el
hombre es lo que come.
De: “La Noche es el mar que nos separa”
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